Erase una vez......una casa entre dos ríos a rebosar de truchas de montaña, rodeada de frondosos árboles, y una espléndida mañana soleada.

Dos mujercitas jugaban y reían.

La mayor era una bruja cuentacuentos, y la otra una pequeña como un gorrión..... y las dos se divertían solitas.

Con cualquier cosa que ocurriera, las risas se desparramaban como una sopa de sol, y la yaya y su nietecita hablaban sin palabras, con sonrisas y con los brillos chispeantes de sus ojos.

Marina le tocaba la nariz a la bruja, pidiendo un deseo. Ella se lo concedía; quería muñecos diferentes.... Entonces le presentó el "puerro saltarín", con una faldita verde y su cabeza de blanca melena, que hizo una aristocrática reverencia a las damas, mientras todos navegaban en la nube vaporosa y fragante de la amorosa cocina.

Luego, mientras Marina examinaba con curiosidad las perladas pepitas de la calabaza moteada, su yaya le presentó a Don Gallo Saltarín, que inclinó su sin cabeza ante la belleza infantil de la niña, haciendo estallar su risa en un sinfín de carcajadas...

Las dos brujas reían y la hermosa gata chocolate se desperezaba sobre el alféizar de la ventana.

¿Quién ha dicho que no hay magia en una cocina, una mañana soleada de domingo?