El que en estos precisos momentos se dirige a ustedes es un poemita que escribió el tal Gui. Algo fome me van a encontrar porque el hombre es más prosaico que nada. El me tituló “Curiosidad” y despliega aquí un montón de ideas difusas y bastante verborrea insulsa para expresarse y de rebote, despierta precisamente eso en mí, la curiosidad.

Ha llegado el momento en que el hombre ha releído por última vez su escrito y veo desde la pantalla como se esmera en cambiar alguna iteración, poner alguna coma que, según él, hace falta en determinada frase, me peina y me compone como si yo fuese una muñequita y sonríe satisfecho, como si la conjunción de letras, contenido y estética estuviesen en perfecta armonía, pero por lo que yo sé, ni el Neruda ni la Mistral ni el Tagore ni ningún otro autor que se respete, quedaban tan absolutamente conformes con sus escritos.

Parece que al Gui este le vinieron esos escalofríos que son, al parecer, el mejor indicio para un artista que su obrita va a funcionar porque puso una cara de contento que mejor ni se las describo. Bueno, que se lo crea el muy ingenuo, digo yo y acomodándome en mi cojín de letras Times New Roman, me apronto a salir disparado por el ciber espacio hecho lo que es una bala (esto es a 256 kbps) para llegar a mi lejano destino.

¿Se han preguntado ustedes lo que es hacer el ridículo delante de casi todo el mundo? He visto algunos señores que se desternillan de la risa cuando me leen, otros arriscan la nariz como si yo fuese un pescado podrido y algunas damas que siempre son más románticas y comprensivas, hacen un gesto simpático, se conmiseran de mi pobreza literaria y de puras buenas personas que son, le escriben con dulzura al cabeza de piedra del Gui, alabándolo, incentivándolo y diciéndole todas esas palabras bonitas que el muy inútil espera recibir y ¿para qué? Para que se envanezca, se subleve y piense que todo lo que sale de su teclado es una importante obra de arte. Vanidad humana no más digo yo y no es porque sea su hijo, pero este Gui es ahí nomás y él debe saberlo mejor que nadie.

Una duda que me atormenta es la que se refiere a mi sexualidad. Si mi elaboración es el producto de la cabeza de un hombre ¿soy por extensión una entidad masculina o ya eyectado desde la recóndita materia gris del individuo, me transformo en algo absolutamente asexuado?

Ante esta encrucijada espiritual yo saco mis propias conclusiones. Cuando el otro día me detuve delante de una pantalla, una bella señorita, me paralizó con su mouse y comenzó a deletrearme. Eso para mí fue como si me estuviese desnudando y enrojecí de pudor y como la letra T es la que más se parece al hombre ya que tiene brazos, los bajé instintivamente para cubrirme no se que cosa.

De algo me di cuenta. La niña despertaba en mí una especie de sensualidad que me descomponía, la supuse soltera, acomodada, de acuerdo a lo que pude ver y acaso en busca de una alma gemela. Degusté a través de mis ojotes de letra O que yo algo provocaba en ella, su boquita se movía en silencio y mirar esa rosácea delicadez danzando despacito al son de mis letras me extasiaba.

Cuando mis versos terminaban y ella ya iba leyendo los últimos renglones, puede notar que se asomaban algunas lágrimas en sus bellos ojos color avellana. ¡Condenado Gui!- pensé –que hace llorar a tan bella chica y él muy ufano inventando e inventando tonterías para únicamente satisfacer su ego. No sabe el muy descriteriado lo que provoca con sus palabrejas cursis, que por muy congéneres mías que sean, nadie les quita lo arribistas y ordinarias que son.

La chica se levantó del computador y yo mirando, tomó su teléfono y yo observándola ahora por la ranura de una letra A que dificultaba un tanto mi visual. Pude atisbar que hablaba muy bajito con alguien. Su voz parecía suplicar ¿las mujeres hermosas también ruegan? Iba a seguir voyereando cuando una espesa cortina cayó sobre mis ojos, ocultándomelo todo: era el antipático protector de pantalla que iniciaba su rutinario, insensible y robótico trabajo.

El asunto es que pienso que el tal Gui logró transmitirme algo de su masculinidad, la que no pongo en duda porque nunca le he visto en nada raro, sería un boconazo si afirmara lo contrario y acaso por eso es que las féminas despiertan en mi esa especie de salvajismo encorbatado, ese desenfreno que se reprime y se ciñe con hipócrita obediencia a los dictados de la moral y las buenas costumbres.

Y aúnque nadie lo ha dictaminado ni decretado, intuyo que por mis contornos caracoleados, ya sea en normal, negrita o cursiva, fluye una infinitesimal cantidad de andrógenos, así hable yo por la boca de una mujer, de una bruja o de una princesa. Y eso es, al margen que sea yo una obra de gran envergadura o un tremendo fiasco, lo único que para mi realmente vale la pena. Pónganle la firma, por favor.