La noche caía tenebrosa,agazapandose entre los recobecos del castillo,con lentitud,corriendo de un pasillo a otro,corrompiendo la inmensidad de aquel edificiode herculeos muros.Entre las velas que se adueñaban de las salas se veían pasar a soldados,rudos y viriles,repletos de armas blancas.Letales.Por los jardines ,los buhos alzaban su canto y se deslizaban por el nebuloso viento en busca de una presa.
A la derecha de aquella construcción,se podía ver un pequeño monasterio, tallado por grandes maestros cistercienses,durante lluvias y soles.Entre vidas y muertes.
Aquel día,los relámpago atronaban en aquella diminuta edificación,donde su capilla rugía de odio.Odio a un mundo de herejes y brujos.Ésta con su bóveda de crucería se presentaba oscuro.Callada.Bajando unas escalinatas que se divisaban en el fondo de la misma, se podía descender a una pequeña cripta, un pequeño paraíso del Hades,situado debajo del altar mayor.Y allí se encontraba,acorazado en un atuendo de cote blanquecino,arrodillado,meditabundo.Sostenía entre sus manos un pequeño manuscrito que leía cautelosamente.
Cuando Ra hubo despertado y el alba se cernía imponente,Joan guardó el librito,se levantó y se dirigió,subiendo las escaleras,a reunirse con sus hermanos en la oración.Miradas insultantes le acorralaban entre las melodías en latín.Miradas sospechosas.Miradas expectantes al mal que estaba por venir.
Pero aquel día fue,cuando la luna llena lanzaba sus ferozes rayos y violentas sombras acechaban el lugar, que fray Amadeoobservó aquel episodio dantesco:Joan arrodillado en la penumbra,leía versos en una lengua impronunciable,desnudo.Rodeandole,seres mugrientos le atendían,desnudos también.
Enanos,prostitutas,jorobados...le besaban sus encallados pies.
El fraile atónito con el rostro en plena descomposición,salió corriendo.Lo que había visto no tenía ninguna explicación.
Monjes y soldados venidos de palacio acudieron a la cripta.Vacío.Silencio.Nada.Obscuridad.
Aquel zulo estaba deshabitado,sin rastro alguno de personas.
Amadeo, fue acusado allí mismo de traición a un hermano y su cabeza rodó por los pasillos,entre las súplicas y sollozos del resto de monjes.
Joan,había desaparecido.
Antes de que llegasen los soldado,Joan ordenó a sus oyentes que se marchasen de del lugar.
A la mañana siguiente, entre el azotar del vientos con las hojas de los árboles,se despertó, moribundo,exhausto después de aquella frenética huida.Pero estaba a salvo.Aquel manuscrito seguía vivo.El evangelio escrito por Jesuscristo seguría siendo leído para quien fue escrito. |