La mirada sobre la vida y lo que significa estar vivo, que tiene Pilar y muchas de las personas que desinteresadamente han aceptado subir esta columna en lunes hace que el respirar sea mas sencillo.
Gracias, Pilar por subir la de este lunes.
.....................................................
BALSAMO RECOMENDADO
La aplicación de los “remedios” ante los males de la vida, ha de ser muy subjetiva, personalizada.
No hay nada más perjudicial que una medicina mal administrada, por eso hay muchos epígrafes en el “prospecto”.
Por ejemplo la dosis, o como dicen los expertos, Posología.
Hay personas que con la mínima cantidad de una “pócima”, descubren los beneficios. Otros necesitan agotar la dosis máxima para apenas tocar ese umbral.
La dosis recomendada aparte de señalar el “cuánto”, nos debe hablar del momento en el que se ha de administrar. No es igual que la dolencia derive de la nostalgia por una ausencia, que de un exceso de presencia, por lo que observar el “cuándo,” es vital.
No podemos olvidar las llamadas Contraindicaciones. Somos seres en los que cada pieza forma parte de un mosaico complejo, intercomunicado y engarzado según los criterios de la sabia complejidad de lo simple, por lo que hay que tener cuidado en no coser un jirón tirando de las hebras de otro tejido. El resultado podría ser fatal. Y si no, imaginen tratar de aliviar un desamor untando varias capas de un ungüento sobre un corazón alérgico al tacto. No hay nada más peligroso con un corazón alérgico.
También hay que respetar las llamadas Interacciones ya que aplicar varios remedios al mismo mal podría provocar un conflicto generando una nueva dolencia, y en el mejor de los casos, un alivio sin remedio conocido. Situación en la que nunca sabríamos cual habría sido la alegría que ha puesto fin a nuestra pena.
Si algo tenemos los humanos son dolores recurrentes, puntos débiles, así que dar con la “sustancia” adecuada resulta, cuando menos, interesante. De ahí que tal vez el primer epígrafe de un buen prospecto sea el de las llamadas Indicaciones.
Detectar el síntoma no es suficiente porque hay algunos comunes a varios padecimientos. No es igual el llanto por la pérdida de un ser querido que el que asoma a los ojos de quien lamenta no haber querido o no saber querer.
Es necesario un buen diagnóstico, mirar dentro y no salir corriendo despavorido. Ese debe ser el primer paso antes de poner remedios a nuestros males.
Reacciones adversas y Sobredosis nos advierten de la posibilidad de que a pesar de observar las pautas aconsejadas, puedan aparecer síntomas no deseados e imprevistos, dada esa naturaleza tan genuina del humano. Nada es lo suficientemente bueno como para que abusar le convierta en buenísimo. Increíble, ¿verdad?
Muy complicado resultan los prospectos con tantas llamadas de atención para cuando se está enfermo.
Tal vez por eso, poco amiga de prospectos y algo alérgica a la química - exceptuando las que generan los propios cuerpos- con el tiempo he descubierto un gran bálsamo.
Universal, inocuo y muy barato, de origen ancestral la composición apenas ha variado, tal vez sólo su presentación, su aspecto.
Fácil de identificar, el bálsamo esta elaborado por un número determinado de pequeños símbolos o caracteres con los que se forman palabras, que colocadas de forma caprichosa se convierten en infinitas. De ahí su magia.
Según la necesidad, eliges unas u otras, y ordenándolas con algo de tiempo y echando el alma sobre ellas, aparecerá un bálsamo al que poco le importan los modos, lugares o tiempos
Además hay tantas como necesites y, ordenadas a tu antojo, podrás elaborar algo tan sólido como para cubrir un hueco, tan sutil como para tejer sonrisas, erizar las pieles más tersas, rescatar recuerdos perdidos, cerrar viejas heridas o abrir puertas. Esto sin contar con la especial habilidad para adormecer a un niño, o despertar la curiosidad en quien no sabía lo qué era un desvelo. Y mi favorita, poder soñar despierta.
Olvidaba por un momento que lo mejor de este bálsamo a diferencia de la química, es que puedes recomendarlo sin problemas de conciencia.
Dejarse seducir por las letras y escribir sin temor a ser leído, es más que terapéutico, es una necesidad para los buenos y malos momentos.
Escribir no alarga la vida pero la idea de vivir y poder contar lo que llega a tu alma, parece como si fuera un truco que provoca la sensación de vivir dos veces la vida, al vivirla y al contarla como si la hubieras vivido.
Y todo eso, sin fecha de Caducidad.
Eso sí, olvidé advertir que es adictivo.
|