LA SALIDA EN LA ENTRADA

Desperté y todo era confuso. No sabía si estaba soñando o en realidad estaba sumergido en una especie de sustancia, que a pesar de cubrirme por completo no me asfixiaba. Por un momento pensé que no podría jamás salir de allí, no era que no tuviera las fuerzas suficientes para luchar, pero las paredes eran demasiado fuertes.
Al notar que todo era oscuro, aún cuando abría mis ojos, sentí la necesidad de buscar algún hilo de luz, pero fue en vano. No lograba entender si estaba todo oscuro o yo no podía ver; cómo saberlo cuando no sé si hay algo que ver mas allá de la simple oscuridad. Siendo la única posibilidad de reconocer el lugar decidí investigar cómo mis manos que era o en donde me encontraba metido. Aparte, otra cuestión por investigar era el motivo, o al menos cuando y cómo me habían encerrado allí. Lo que más me preocupaba era no entender como había sido llevado hasta allí sin advertir que lo hacían.
Ya cansado de intentar moverme mas allá de lo que las paredes me permitían apoderose de mi una profunda desesperación por saber que era lo que estaba ocurriendo, y comencé a dar golpes en todas las direcciones; a pesar de que parecían fuertes nada ocurría; esto hasta que de repente sentí que todo el agua se escurría por debajo de mí. En un arito de esperanza giré con gran dificultad poniendo mi cuerpo en dirección al orificio por el cual el agua había podido salir. Ya había pasado un rato cuando por fin vi un punto de luz, como si fuera un túnel cuyo final daba a un día soleado y radiante. Expectante y animado por lo que había podido ver empecé a tratar de alcanzar aquel pequeño punto de luz, pero en mi intento por salir una mano me tomó por la cabeza y me sacó sin muchas complicaciones. Por fin, no podía creerlo, le estaba viendo por primera vez la cara a mi madre que acababa traerme a este mundo.