La leyenda de la rosa.
Participación en Reto prosa No 38, “ Inventar una leyenda”
Cuenta la leyenda, que en Masuru, un pueblo ya olvidado del altiplano chileno, en medio de los riscos de la Cordillera de sal, brotó una rosa de tallo erguido y pétalos dorados, pese al clima desértico de la zona, no perdía su lozanía y altivez. En el día los habitantes del pueblo pastoreaban sus alpacas y sus vicuñas, en lo alto el cóndor planeaba el silencio, luego regresaban a sus casas de piedras blanqueadas, para iniciar la romería al santuario de la rosa, que habían delineado con las más hermosas piedras de la zona.
Cuentan los ancianos, y los ancianos de los ancianos, que una joven aymara de nombre Amankaya, vivía en Masuru con sus padres y hermanos. Salía muy temprano en la mañana, a pastorear su rebaño, silbando una melancólica melodía, por el camino de la pampa, soñando en lo que habría más allá del horizonte. Esbelta, de largas trenzas y ojos oblicuos, sus pómulos y su sonrisa enmarcaban su estirpe.
Un día de primavera, de luna llena del tercer día, la joven pastora desvió sus pasos hacia el santuario de la rosa.
Amankaya se sentó frente al santuario y comenzó a silbar su melancólica melodía, la rosa abrió más sus pétalos y dejó caer uno de ellos entre las piedras, con amorosa ternura Amankaya tomó el pétalo entre sus manos y en sus labios lo mantuvo en un largo beso.
Sus alpacas dormidas le decían que mucho tiempo había transcurrido, prontamente se puso de pié para silbarle a su rebaño, y una voz cristalina , comienza a brotar desde su garganta, parecía que todo el cielo estaba de concierto. Desde ese día Amankaya cambió su vida entera, su voz engalanó los escenarios del mundo, y cada una de las descendientes de Amankaya heredó el talento, regalado por la altiva rosa en un pétalo dorado.
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