ESCAPANDO.
Los pájaros con su ajetreo matutino rompen con el silencio del amanecer.
Abro un ojo y checo el reloj, ya son las seis. Me incorporo y estirando la mano levanto un poco la cortina que se encuentra a un lado de mi cama, el cristal esta empañado y con mi mano abierta limpio la humedad que lo impregna y así puedo mirar como el rocío de la mañana se llego a posar sobre cada hoja de los árboles, sobre el pasto del jardín y los pétalos de las flores, dejando gotas de agua que brillan con la luz temprana del día.
Levanto la vista y desde ahí puedo ver hasta donde termina la calle, sola y tranquila.
Distingo una ligera bruma y una voz que sale de mi interior me dice.- ¡Hace frió allá afuera!, Y con un solo movimiento me vuelvo a acostar, tomo las cobijas y tapándome hasta las orejas me hago bolita.
En la cama vecina mi hermana sigue aún dormida y me quedo por un momento así, calientita.
Los ronquidos de mi padre alcanzo a escuchar y me hacen reaccionar, si no me paro ahora, se van a despertar y ya no voy a poder escapar.
Retiro las cobijas con un brazo en un solo movimiento, como si un resorte me hiciera saltar.
¿Mis jeans, donde quedaron?, Los veo en el piso tirados, los levanto y los reviso, son mis preferidos. La tela luida de tanto uso, comienza a formar una rasgada justo debajo de la pompa.- ¡Es la moda!.- digo y me los planto sin cuidado, ¡Listo!.
Voy y busco de puntitas sin hacer nada de ruido, esa sudadera grandota que usa mi padre.
Paso al baño y me cepillo, tres pasadas y listo.
Salgo al corredor procurando no despertar a nadie, tomo las llaves y lentamente abro la puerta, al momento la voz de mis padres me provoca gran tensión y el animo se cae al suelo, me apresuro y sigilosamente salgo, con mucha precaución cierro y ¡Nadie se entero!.
Apenas salgo y percibo una ligera llovizna que cae persistente - No me importa, eso no me va a detener.- Pienso mientras levanto la cara y de esa forma permito que cada gota diminuta de agua se estrelle suavemente sobre mi rostro, haciéndome sentir una caricia suave de humedad.
Ahí de pie me encuentro mirando a mi alrededor y me veo en medio de toda esa soledad, la calle vacía, ni un alma se ve pasar.
Mientras camino mi pensamiento echo a volar al observar como apenas los pájaros comienzan a cantar, tal parece que con tanto frío y humedad les diera flojera despertar y en sus nidos bien calientitos protegiendo a sus crios se quieren quedar.
Cuando llego a mitad de la calle, escucho a lo lejos el rugido de un motor que suena adormilado esperando a que aparezca yo.
He llegado a la esquina y el me hace un gesto con la mano desde adentro de su auto. Al verlo desde lejos se acelera mi corazón y pegando una carrera me acerco a donde se encuentra él. Me subo al auto de un brinco y en ese momento no hacen falta las palabras, las miradas lo dicen todo, entre los dos se respira un ambiente de tensión, una excitante mezcla de deseo y emoción.
La impaciencia lo hace acelerar y el motor potente de su auto rompe el silencio en medio de la soledad, gritando a todo el vecindario que nos escapamos para poder amarnos en libertad.
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