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Leyenda de Médano Blanco – la cura de Don Juan.
(Capítulo extraído de la novela Médano Blanco)

Che Tangazo comenzó con una referencia certera del descubrimiento de ese lugar. Su voz fluía como un torrente fulminante, que liberaba ideas, sensaciones y deseos; acompañaba con un curioso gesticular sus palabras.
La original y única historia de Don Juan – un gran amigo, visitante incesante de su parador en las playas de Necochea, por aquellos tiempos una leyenda viviente – ello ocurrió en su juventud allá por enero del año 1947.
Se encontraba pisando la zona de “Médano Blanco”de cacería, sólo, a la búsqueda de liebres, patos y perdices para proveerse de alimentos,. Era un mediodía quemante, de esos en que el sol derretiría el oro, si lo tuviera, y herviría el agua, si la hubiera.
Luego de una gran caminata por aquellas desérticas tierras, se dispuso a hacer un alto para descansar. Ese clima tan inclemente lo había agotado por completo, la exigencia de transitar por ese arenoso terreno durante la caza había sido muy rigurosa. Le pesaba hasta el alma, las botas que usaba eran muy ajustadas y apretaban sus pies de manera que no soportaba tan intenso dolor, que a esa altura del camino lo estaba matando. Además, la cintura le dolía agudamente, entonces extenuado se dejó caer boca arriba, tal cual una bolsa de papas o quizás como muerto, en uno de los cientos de médano existentes allí, dejando a su lado su escopeta Winchester de doble caño y calibre dieciséis.
Miró el cielo y el astro sol seguía dándole a pleno. Falló en el vano afán de espantar el revoloteo impertinente de un moscardón del tamaño de una uva, que, con zumbido punzante, rompió el silencio que poblaba el terreno. Al cabo de un breve intervalo de tiempo comenzó a sentirse distinto, algo extraño dominaba su cuerpo, una inigualable sensación benéfica, por lo cual su energía la recuperó de inmediato. Su asombro fue muy grande con esto de recobrarse tan rápido, la verdad era que había caminado mucho, quizás demasiado. Lentamente se reincorporó y una vez parado escudriño con esmero a su entorno, imaginándose un Quijote de la Mancha en Médano Blanco buscando los molinos de viento y a Sancho Panza, para descubrir la razón de dicho evento, pero no vio nada. Como era de suponer, todo permanecía inmóvil, la misma cantidad de médanos, eran todos iguales, aunque algunos más iguales que otros.
Buscó puntos de concordancias y en su topografía mental marcó el lugar exacto. A partir de ese suceso se llamó a guardar total discreción, por miedo al normal descreimiento y a que se pusiera en duda su salud mental en las habladurías de la gente. Sin embargo, quedó convencido por los cambios que existieron en su cuerpo que había descubierto algo Ultraterrenal. A la par pensó que nunca regresaría a dicho lugar, y se llevaría el secreto de ese día a la tumba atrancada con siete cerraduras.
Mientras caminaba se dijo: ¿Para qué? Y ¿Por qué volver?

Lleva al costado su alforja
de secretos adquiridos,
y un cofre dentro del alma
donde ocultos van los suyos.

Transcurridos unos cuantos años, en octubre de 1993, siendo un anciano se produjo algo inesperado que lo obligaría a retornar a develar el conjuro de dicho sitio. Se encontraba consumido por una grave enfermedad que le había paralizado medio cuerpo (hemiplejia) todo a causa de un derrame cerebral.
Imposibilitado para ejercer desplazamientos con su pierna y brazo derechos, sin tener el control de sus esfínteres y con una gran dificultad para hablar comenzó a peregrinar por distintos consultorios médicos algunos especialistas, luego a mano santos y finalmente a toda clase de sanadores. Sin consuelo y no logrando ningún resultado alentador, que llegara a sacarlo de su postración y con el asedio permanente de la muerte inminente, rememoró su secreto. El de aquella vez que había quedado casi en el olvido por decisión propia. Cuando experimento esa mejoría casi utópica, el día que se hallaba de cacería. Aferrado tenazmente a esa idea y como una última esperanza, el viejo decidió volver al lugar, con la fe de que algo bueno le acontecería.

Desde la torre de su edad sombría
giró el rostro al paisaje de su historia

En ese lenguaje casi mudo, haciendo un gran esfuerzo, le solicitó implorándole a su infatigable mujer que contactara a Che Tangazo para que lo trasladara a ese lugar. No pasó mucho tiempo que la esposa se dirigió hacia las huestes de mi amigo. En cuanto la vio él salió a su encuentro y luego de saludarla con un beso afectuoso le preguntó como estaban. En ese momento ella con un tono de voz preocupado le contó:
-Tenemos un delicado problema y necesitamos de usted.
-Oh.- respondió sorprendido, pero al mismo tiempo preguntó- ¿Cuál es el problema? Y como los puedo ayudar.
-Juan está muy enfermo, con hemiplejia.
-Pero¿ qué le ocurrió? ¿Cómo y cuándo fue? – Inquirió atónito Che Tangazo.
-Todo comenzó hace un mes, un problema eléctrico del automóvil lo alteró, pues no había forma de repararlo. Por culpa de eso su presión arterial por tres días se volvió incontrolable, le dieron unos picos impresionantes, a consecuencia de ellos le sobrevino un derrame cerebral y así quedó.
-¿Qué médico lo atendió? – quería informarse de todo Che Tangazo.
-Primero fue el Doctor Astudillo, su médico de cabecera de toda la vida, pero él fue muy drástico en su diagnostico y le advirtió: mira Juan, vos sos mi amigo de toda la vida y debo decirte la verdad, organiza tus papeles y trata de testar todos tus bienes, porque de esta no te salvas, estás muy grave, está hemiplejia es terminal, como médico que ha visto cientos de casos te aseguro que no hay recuperación. ¡Es irreversible! Hace caso imponete ordenar todo para morir en paz con los tuyos. – En el rostro de esa mujer había dureza y voluntad- Ante ese pronóstico tan cruel y áspero, desde ese momento cambiamos de médicos y además recorrimos distintas posibilidades, pero no hubo mejoría alguna. Hasta que Juan recordó algo que le sucedió en su juventud por estos lugares, por ello ante su insistencia recurro a usted.
-Señora, estoy encantado de poder ayudarlos. Dígame por favor lo que precisan de mí. -Me asombré mucho que habían dejado de visitar el parador, es una pena no haberme enterado antes de todo esto que les ocurre.
-Gracias. Quizás sea esta nuestra última alternativa de cura, por eso precisamos que lo lleve a un lugar que le vamos a indicar.
-Donde ustedes me indiquen los llevaré – y tras hacer una breve pausa prosiguió- haré todo lo que esté a mi alcance y aun más…
En realidad Che Tangazo, era considerado el único hombre de extrema confianza para efectuar semejante travesía. Estaba claro que Don Juan no podría ir caminando, ni en su propio automóvil dada su complicada condición. Apenas balbuceaba alguna palabra y para colmo de males, la única que interpretaba su incomprensible lenguaje era su mujer. Deberían ir con un vehículo especialmente adaptado para atravesar ese camino desparejo, y con alguien que dominara ese tipo de terreno para arribar al lugar. Era seguro que el conocía todos los recovecos del camino como su mundo interior. Pero en contrapartida y armando un rompecabezas, el sitio exacto y el secreto de la fuente de energía eran exclusivos de Don Juan.
A medida que avanzaba en el relato de esta andanza, manteniendo la pava al rescoldo, continuábamos saboreando mates amargos, que entonaban y serenaban. Su voz se tornaba confidencial, sus palabras adelgazaban para ser escuchadas. En esa curtida cara se iban notando cambios de gestos, parecíamos llegar a momentos trascendentales y emocionantes. En la mía, se trepaba la impaciencia por enterarme de todo y si pudiese al instante.
Por fin llegó el día para llevar a Don Juan a ese lugar tan especial. Para ello adaptó uno de sus vehículos, desmontó el asiento del acompañante, y en su lugar acopló la silla de ruedas, reforzándola con cinturones de seguridad aferrados a la estructura del jeep.
La salida se realizó a la mañana bien temprano. Lo primero fue recorrer la distancia que lo separaba de su parador a la residencia de Don Juan. Lo aguardaban ansiosamente desde el amanecer bajo el dintel de la puerta. Con sumo cuidado lo subieron al jeep. El camino a transitar era extenso y accidentado, rondaba entre 40 y 45 kilómetros, parte de esos tramos los haría bordeando la lengua de agua marina en la playa.
Resultó ser un recorrido difícil. La furia sonora del oleaje rompía contra la costa despoblada y fría. En algunos lugares donde la orilla del mar desaparecía por estar escarpada o intransitable por la presencia de barcos empotrados en la arena, debía subir y bajar por distintas barrancas. Allí no existía, un solo camino, ni borrosa huella de él, solo cabían las referencias que tomaba el baquiano. Bandadas de gaviotas y colonias de lobos marinos colmaban parte del paisaje.
Agregado a todo eso debieron franquear varios arroyos que desaguan en el mar y bajarse para abrir varias tranqueras. Debido a la salud maltrecha de éste hombre, el mismo se debía realizar con la paciencia de una procesión a un ritmo suave y lento. Cada tanto Don Juan iba dando indicaciones bien precisas, traducidos a Che tangazo por su esposa, quien las acataba de inmediato. Luego de viajar tres largas y tortuosas horas y cuando menos se imagina le señala que han arribado a la zona buscada. Debido a la cara que ponía la esposa supuso haber llegado a la luna. Ella le expresó que allí había propiedades curativas.
Mi amigo suponía como resultado de esas horas de tribulación y emergencia, el enfermo no iba a llegar vivo. Conducía prudente, temiendo estar en el medio del trayecto y al enfermo darle un ataque fatal y tener que retornar, era increíble las ganas de vivir los sostenían firmemente y fueron superiores a cualquier pronóstico adverso.
Una vez en el lugar, era todo luz. Homogéneas se divisaban cientos de lomas doradas y a simple vista ninguna tenía alguna característica especial. Pero hete aquí que la memoria del anciano no falló. ¡Era inolvidable! Haciendo señas como pudo con su mano izquierda los guió directamente al punto preciso. Se le dibujó en la cara una media sonrisa vibrante y murmuró unas palabras que su mujer tradujo: ¡Bendito seas Che Tangazo! ¡Aquí esta Dios!
Che Tangazo hasta esos momentos tenía todo incierto, inseguro, imprevisible, pero admitió el viaje como la última voluntad, el último deseo de un condenado a muerte. Siempre sobresalió entre sus virtudes la plenitud espiritual para solidarizarse y reconfortar a los demás seres humanos, agregados los continuos impulsos por generar nuevas aventuras.
Comenzaron los preparativos para la exposición. Con la soga lo bajan del vehículo directo con la silla de ruedas inclusive y de allí lo retiran. En un gran esfuerzo lo cargan entre los dos en sus brazos, simulando una silla móvil y de ahí con gran cuidado pues se quejaba de dolores intensos lo cargan durante unos diez metros hasta la cima del médanos que les había señalado, siempre guiados en forma gutural por Don Juan. Su mujer interpretó su necesidad al pie de la letra. Una vez que hacen cima lo acuestan boca arriba. Entonces les realiza un ademán con su mano sana, descifran que quería que se aparten, y lo dejen solo. Entonces lo acomodan y colocan con su brazo izquierdo bien extendido, y el derecho en un esbozo de estiramiento, ambos formando una cruz con su tronco y mirando hacia el cielo, queriendo cautivas a pleno los rayos solares con las palmas de sus manos.

Lleva en la mano abierta su corazón doliente,
Como una ofrenda pura, como una ofrenda ardiente.

Lo dejaron allí un tiempo muy breve, que no excedió los cinco minutos, al cabo de los cuáles les hizo otros ademanes, llamándolos para interrumpir la exposición y lo apartaran de ahí. Entre Che Tangazo y su esposa emprendieron la maniobra inversa. Nuevamente se le escuchó balbucear unas palabras. Mi amigo que no las pudo entender, preguntó ¿Qué dijo? La mujer con los ojos al borde de escapársele un par de lágrimas:
¡Aquí está la sal de la tierra y la luz del mundo! ¡Ahora tengo fe que voy a mejorar!
Con gran serenidad lo subieron nuevamente al jeep y esquivando médanos emprendieron el regreso, viaje turbulento en el que se consumieron nuevamente varias horas.
Una vez que arribaron a la vivienda del anciano y colaboró en acomodarlo en su cama. En atención a tan largo viaje lo invitan a beber un café, en ese momento Don Juan dijo algo. Él miró con cara de no entender y la traductora, la esposa, expuso:
-Che Tangazo, ¿Cuánto le debemos?
-Es una ofensa, por favor no me deben nada.
-Usted no dispone de una buena situación económica, sabemos de su gran corazón. Pero hay gastos de combustible, desgaste del vehículo, y hasta le podría haber salido un viaje con algún turista.
-Bueno, bueno, para dejarlos conformes repóngame el combustible. Con diez pesos alcanza.
-Tenga cincuenta- la mujer sacó un billete de la cartera extendiéndoselo- ese viaje cuesta mínimo cien pesos.
-Dije diez y no se discute más. – dijo con gesto comprensivo- ha sido un placer llevarlos.
-Gracias, señor Tangazo, usted es un amigo.
Culminó el aromático café, guiñando los ojos picadamente hizo centellear el azul de sus pupilas y el blanco marfil de sus dientes, entonces, se despidió de ambos con un cariñoso saludo, un abrazo acogedor y consistente regresándose al parador. Al llegar reflexionó: misión complicada.
Es que él no podía negarse a la ilusión y esperanza de gente desahuciada pero aun con esperanza; y en mayor medida tratándose de una migo como Don Juan. Es que cuando aparecen esos trastornos físicos uno busca con tenacidad la fe en el misterio de algo superior.
Pero cuando reflexionó un poco más, su mente lo torturaba si esto hecho fue algo ilógico, disparatado, por que no dejarlo morir en paz. También le quedó la incertidumbre si Don Juan pasaría esa noche. Tampoco se explicaba como pudo soportar semejante viaje, ya fue un milagro que regresara vivo. ¿De dónde sacaba fuerzas?
Con el correr de los días se había olvidado del tema, tampoco había llegado ninguna noticia ni mala, ni buena. Era la media tarde del séptimo día y se encontraba realizando tareas, cuando a lo lejos vio un automóvil azul aparentemente en dirección al parado. En su primera impresión creyó reconocer el auto de Don Juan y para cerciorarse definitivamente sacó los prismáticos de un cajón y distinguió que sí, era ese auto conducido por su esposa.
Se preparó para lo peor, seguramente le traería la infausta noticia de la muerte de su esposo. Pero su sorpresa fue mayor cuando luego de estacionó el auto, vio como del asiento del acompañante descendía el mismísimo Don Juan sin nadie que lo ayudara. Caminaba auxiliado por un simple bastón. ¡Increíble ver eso! Sí era un pobre moribundo, el día del viaje. No había explicación. Resultaba inverosímil pero estaba ahí, reluciente, sonriente y renaciente. ¡Resurgió como el Ave Fénix!
Hola – dijo en cuanto se acercaron- ¡Esto es inaudito! No esperaba verlos tan pronto por aquí. La verdad no pude ir a visitarlos pues me quede sin nafta – se excusó- Esto es un milagro, no puedo creer que camine. Por favor pasen al interior y pónganse cómodos.
Cuando lo sintió hablar aun no del todo bien pero descifrable, mi amigo se maravilló aun más. Comenzaron a dialogar pero más que dialogo parecía una sutil indagación. Quería averiguar porque se había recuperado tan rápido de su enfermedad Don Juan.
- Dígame Juan: ¿Fueron los médicos, Dios o la exposición al centro de energía?
Tratando de no darle respiro. Un silencio cerrado sobrevino con Don Juan sentado cómodamente. Su respuesta fue tajante.
“Dios y el viaje”. Como muestra de agradecimiento le trajimos un presente – miró a su mujer y le indicó- Por favor querida, saca del baúl del auto la caja que trajimos.
Entregaron a Che Tangazo aquella caja, luego de retirar el papel aterciopelado que la recubría quedó al descubierto una decorativa maceta con un cactus del que despuntaba una lozana flor color rosa. Una belleza.
Muchas gracias por el regalo. ¿Por qué se tomaron semejante molestia?. Para mi fue un honor llevarlo. -les observó-.
Al contrario me parece una insignificancia, comparada con su ayuda – dijo Don Juan- esta planta es casi eterna vive muchos años. Ese es el significado de mi regalo.
Gracia, Don Juan, no merezco tanto presente- emocionado con los ojos semirojos al borde de escaparse alguna lágrima, cambió la conversación para disimular su emoción y le preguntó: ¿Cómo fue toda esta recuperación?
No se hizo esperar Don Juan y comenzó a narrar lo acontecido desde su regreso del viaje al Centro de Energía de Médano Blanco. Esa tarde no sería ninguna novedad pero se sentía bastante mal. Por la noche quede planchado y no se cuantas horas dormí, pero fueron muchas, al otro día desperté tan tarde que en lugar de desayunar, almorcé. No pasaron diez minutos y me dormí de nuevo. Por la tarde comencé a sentir hormigueos en los miembros paralizado, y lo que más llamó mi atención es que mi boca empezó a ablandarse y a abrirse como un pez fuera del agua. Sentía deseos de hablar y no sabía porque. Lo habitual que me salió fue el balbuceo normal, pero luego hile algunas palabras y por último frases enteras. Pensé en llamar a mi esposa. Pero la vi por la ventana en el jardín arreglando sus rosas y tulipanes. Entonces desistí de la idea, supuse tener un alivio pasajero, ese que trae paz antes de fallecer. Pero no fue así, el proceso de mejoría prosiguió para bien.
Luego de tres días increíblemente me levanté solo de la cama y aparecí en e comedor donde ella estaba cosiendo unas prendas. Parecía un felino en plena caza cuando me acerqué sigilosamente a sus espaldas, no me había visto cuando me paré a su costado, entonces ahí dije un: Hola querida que salió bien claro. Saltó de su silla como un resorte, cual si hubiera recibido una fulminante descarga eléctrica o visto a uno de los muerto de las películas aparecérsele a su vista. Me miró directo a los ojos y me abrazó, entonces, sollozando sobre mis hombros, muy emocionada me dijo:
¿Qué haces de pie? ¡Es un milagro!
Aun falta quería pero voy a curarme. Ten la seguridad. -mientras mi voz se tonificaba agregué- A Dios, a Che Tangazo y en especial a vos les debo mi recuperación. Ese interrogante que estaba guardado muy dentro de mi, durante esa cacería de mi juventud en que recuperé las energías agotadas hoy se develó. Siempre creí que allí había algo muy especial. En un momento Dios trajo ese recuerdo a mi mente y justo cuando más lo precisaba. Hace dos días sentí un cosquilleo en la pierna y el brazo.
¿Y por qué no me lo dijiste? Que mejor alegría que esa noticia.
Es que no te quise ilusionar, pensé que era el engaño de la muerte. Pero no. Aquí estoy. Mi esperanza pudo más que todo.
No debemos perder un minuto. Hay que regresar de inmediato al Centro de Energía. Iremos de Che Tangazo para que nos lleve nuevamente.
Espera cariño, no seas ansiosa, aún no se puede regresar sería perjudicial, hay que esperar tres semanas por lo menos, lo principal ya está.
A Che Tangazo a partir de ese momento le quedó bien claro que la exposición al Centro de Energía y sus propiedades curativas le devolvieron y equilibraron la energía consumida por la enfermedad. Y razonó que hasta él se sentía mejor pues un dolor de rodillas que lo aquejaba había desaparecido.




Texto agregado el 30-07-2005, y leído por 2171 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
01-08-2005 La escuché hace unos tres años en la boca de Daniel Ferre por una radio de Necochea. No pude conseguir el libro pues en la librería Minerva decían que estaba agotado. Así que me quedé con la palabra del locutor y ahora encuentro aquí una parte. ¿se puede conseguir, hará alguna reedición del libro, Bastian. Lo que más me impacto es la fe que tenía Don Juan para curarse en ese lugar. cayetano
 
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