La sala estaba repleta, llegó más gente de lo esperado, un éxito, el científico encargado empezó a hablar de manera didáctica a la audiencia.

-Este es el sonido del teclado que sonó en su funeral. Así vibra. Este es el ataúd que le eligieron. Uno igual a este. Estas son las lágrimas que cayeron de la viuda, llenan esta botella plástica, así, ella solía llenar botellas con lágrimas. En esta foto sale él con sus hijos, en la foto son niños, la foto fue sacada dos días antes de su muerte, ahora todos sus hijos han muerto con el tiempo, de ancianos, los nietos de sus hijos ahora son abuelos. Esta es la pieza en que el dormía. Este es su baño. Esta es una réplica de su cama. Esta es una réplica de su piyama, y…….este, es él. Aplausos por favor.-

La gente aplaudió expectante. Se apagó la máquina proyectora de imágenes, la foto de la réplica de su piyama fue evaporándose de a poco, el telón se abrió rápidamente, las luces seguían apagadas, un foco solitario apunto al escenario, entró lentamente un hombre adulto, de unos 40 años, la luz lo seguía, era él, sin dudas, era igual a las fotos que salían en los afiches, tomadas hace 150 años, el hombre se direccionó al micrófono que lo esperaba al medio de la tarima.

-Gracias por venir – dijo – Mi vida antes no fue gran cosa ¿Por qué habría de serlo ahora?

La gente rió a gritos pensando que era un chiste inteligente como los que van adjuntos en los discursos de los ganadores del oscar.

Horas después, de noche, en la ventana del hotel, el mismo hombre miraba tristemente la ciudad, esta ya no le pertenecía, ni él a ella.