Verónica era una joven tierna, amable con todo el mundo, muy linda, inteligente y que toda aquella persona que la conocía la terminaba queriendo de alguna forma. Lo tenía todo, unos buenos padres, un hermano tierno, unas buenas amigas, varios pretendientes; en fin: ¡su vida era tan normal y perfecta!

Pero a ella le faltaba algo. Ella sentía que deseaba algo que no tenía, quería algo especial.

Una tarde le preguntó a su abuelo que debía hacer ella para que su más grande deseo se le cumpliera; y él le contestó: “Pídeselo a la estrella mas brillante y mas hermosa que veas, y de seguro se te cumplirá.”

Verónica obedeció a su abuelo. Todas las noches antes de acostarse miraba a las estrellas con tanta atención, que parecía que estuviera viendo lo mas hermoso del mundo. Todas las noches buscaba con gran detenimiento, queriendo hallar a la estrella más hermosa y brillante del cielo; tenía que ser esa o de lo contrario su deseo no se le cumpliría. Pero volvía a su cama triste, decepcionada, porque veía todas las estrellas iguales, ninguna tenía más luz que otra.

Una noche; la noche de navidad, cuando estaba celebrando con toda su familia como era de costumbre; se acercó a una ventana y la descubrió. Vio aquella estrella hermosa y brillante que estaba esperando desde hace tanto tiempo, la que había buscado con tanto esmero, la única que podría ser capaz de cumplirle su deseo como su abuelo le había dicho, la estrella mas hermosa que había visto en todo su vida. Era ella, y no dudó en pedir su deseo. Entonces Verónica cerró sus ojos, y con todas sus fuerzas le pidió a la estrella el mas grande y escondido deseo que ella guardaba y le faltaba para ser totalmente feliz.
A la mañana siguiente encontraron a Verónica muerta, acostada en su cama con una hermosa sonrisa en sus labios. Se sabía que ahora iba a estar al lado de Dios convertida en uno de sus ángeles, y que iba a cuidar a los suyos desde allí.