Cuando en los países fríos se arrima la primavera todo florece. Confirmamos psíquicamente que todo muere y se regenera, es el ciclo de la vida y ese ciclo corre por nuestras venas y funcionamos bien bajo su mandato. Conocemos cada una de las estaciones. A todo ese mundo la llamamos "Vida" y lo llamamos "Mundo". A veces quisiera aún estar ahí. Era tan fácil entenderlo todo. Hacer parte de todo. Era todo tan sencillo. Éramos todos tan así.

Un estado parecido a la hibernación era parte de nuestra naturaleza. La euforia y los bailes durante la primavera. El trabajo durante el verano y los preparativos finales durante el otoño para la estación de la muerte...

Tuvimos nuestros Dioses. Los olvidamos. Fuimos débiles en algún aspecto. Emigramos, y morimos.

En nosotros no nos queda, en nosotros mismos, ni el recuerdo. Y es increíble el dolor que nos produce el contacto con las otras razas... el dolor que innegablemente les causamos. A ellos: Seres de otro mundo. Seres de otro Hábito. Las diferencias nos obligaron a temerlos, desde un comienzo. Raza cobarde, eso somos.
Raza de asesinos, éso hemos sido. Raza de verticalidades. Raza maldita: eso es lo que veremos que somos cuando todos seamos iguales. Raza inteligente también (en nuestro narcisismo y en nuestra ceguera). Raza tecnológica (somos hijos de la supervivencia en el invierno) Raza sin espíritu, todas nuestras letras no valen un aliento.