Cuando en este universo dos seres se ven tocados por el amor no hay poder en el mundo que los sorprenda. Odiseo habría hecho desaparecer a los pretendientes sin el uso de la espada. Pero Odiseo no fue tocado por el amor, su responsabilidad era para con la costumbre y la cultura: la tradición. Fue por ello que se vio obligado a hacer uso de la espada.

Quienes son tocados por el amor aplacan con su amor los celos de todos los posibles pretendientes que entienden y sienten que la copa formada entre dos se plena y bse rebasa. Los pretendientes ya no se ven avasallados por el ansia y necesidad de colmar un celo, un vacío profundo que anhela plenitud. El receptáculo formado por la nostalgia del ser amado despierta en su presencia aquello que la puede colmar y lo recibe, que es el amor de todo su ser, como llave y cerradura, se colman en un abrazo, como logro, habiendo triunfado por encima de lo social, rebosa y tranquiliza a todos los demonios humanos en su legitimidad.

Los hados siempre han querido que se impongan pruebas, estas surgen espontáneamente allí donde debe madurar el amor. Los hombres por capricho también han querido imponerles pruebas, quienes obedecen a los hombres que imponen pruebas por capricho, tienden a fracasar por inmadurez. El amor no tiene por qué obedecer a las pruebas impuestas por los hombres. No se demuestra el amor desuniéndose del ser amado por capricho de los demás.

Manteniéndose unidos se vence la primera prueba impuesta por los hados. Los hados es el destino, los con flagrantes del a partir de ahora, de este segundo. Cuanto más poderosas sean las fuerzas que conflagren contra el amor, más estrecho se vuelve el abrazo, más satisfactorio, poderoso, nutritivo y fortalecedor lo que uno le da al otro en la seguridad del abrazo estrecho del amor hasta que ambos se vuelven firmes, sabedores de todo y lo único que desean saber. En lo que surge del temor y en su vencimiento ambos se han probado, degustado y fortalecido su seguridad entre dos. Pero no se trata sólo de seguridad, es que se han gustado, que obtienen todas las fuerzas que necesitan uno del otro como si el ser fuese más sabroso que un helado, algo que no muere ni se congela debido a un fenómeno de retroalimentación.

La cultura sólo nos enseña a probar máscaras. Indaga lo que se tiene, pero no en lo que se puede tener, no en lo que se puede crear, hacer crecer, juntos. La Cultura juzga o descarta mediante el examen de lo superficial, no mediante la observación del potencial. El verdadero amor tiende a unir potencialidades, el pedernal y la yesca, lo que está por darse y lo que desde ya se da. La seguridad se gana. Por el contrario, la seguridad que se pesca, lo que está hecho ya, tiende a volverse inseguridad. Si la seguridad es económica puede ésta muy bien obtenerse fácilmente, pero se pierde el amor y por tanto el goce de la seguridad, puede una terminar sus día naufragando en el mar de la frivolidad. Si se aman dos personas éstas colman sus necesidades y mutuamente se ayudan a crecer, si este crecimiento viene acompañado de beneficios materiales no hay fuerza en el mundo que los hará perder, el poder material será invertido en el propio crecimiento de dos que se volverá más. No hay poder que pueda contra ello. Ni el mundo entero podría contra ello: Cuando el amor une en el mundo a dos seres con el fin de su propia evolución.