Fuera del mundo, y por tanto de la influencia de las fuerzas que nos condicionan, todo ser humano es una esfera próspera en su libertad: quienes poseen ojos para ver esas cosas - y todos los tenemos - observan que, cuanto más rica es una esfera lejos de la influencia de las fuerzas que nos condicionan, más pobre se ve dentro del mundo. Y que, cuanto más rica lucha por ser una persona dentro de los condicionamientos y establecimientos del mundo, menos lo es fuera de él.
El poeta es un ser conectado con su riqueza interior y este derecho a su propia riqueza que trae como consecuencia la apreciación de la riqueza de los demás seres y personas del mundo, es su principal fuerza motriz. Es un ser que brega por un orden que ya está constituido fuera de este mundo, dentro de todos los seres que lo habitan, y por tanto, en un mundo al que muchos llamamos "Sueño" y que otros llaman "Imaginación" y que no vendrá a ser más que un orden natural de todas las cosas. Esto hace que el poeta venga a ser un ser fuera de su tiempo a la vez que más inmerso en él que nadie más. Es un ser que mira demasiado. Para sobrevivir, a la vez que morir, debe hacer del absurdo su aire, el manantial que se vuelve causa de su rubor, de su sopor y de sus arrebatos. El absurdo viene a ser para él algo parecido a la culpa de Dios; incapaz de odiar a nadie, se plantea hacer justicia y para ello lo único que necesita hacer es nombrar las cosas con sus verdaderos nombres.
El poeta olvida muchas cosas, la que más fácilmente olvida es el principio de la mecánica universal. Si bien cada cosa tiene su propio nombre, nos vemos todos empujados a vivir lo cambios que se dan a través del tiempo. Como la vida misma es movimiento, y renuncia al congelamiento de la sonrisa, conociendo a los seres, por todas partes seremos testigos de la injusticia. La vida misma posee una sabiduría que no está permitida ver a los ojos de los poetas. El desconocimiento que tenemos unos de los otros es la palanca que mueve al mundo. En todo movimiento que trastoca lo perfecto hay injusticia, y ese movimiento consiste en la búsqueda de la perfección. Somos perfectos fuera del mundo, lejos de su influencia, pero queremos estar en el mundo sea cual sea la condición en que hemos de estar aún cuando estemos obligados a ser gusanos sufrientes, mendicantes, pobres sin dientes o mutilados. Que los poetas tiemblen ante la injusticia si es eso lo que desean hacer. Otros, no menos poetas, sencillamente se sientan a nuestro lado o tímidamente pasan por nuestra frente. Todos ustedes son aceptados en este mundo, todos cabemos en él; existe en la vida millares de turnos y la influencia de unos brega por la perfección de los demás. Más noble es la lástima que el pobre siente hacia el rico. Más noble es su piedad; más efectiva, a la hora de los cambios. Aquello que olvida el poeta justo: el mecanismo universal, el perfeccionamiento del conjunto. Sin diferencias de cualquier especie no habría potencia actuante entre nosotros seres pertenecientes al conjunto "humano" de la vida. En un mundo de iguales ¿Cómo nos apañaríamos para superarnos en conjunto si no hubiesen diferencias circunstanciales y radicales entre nosotros mismos? ¿Por qué ahora abandonar el juego del odio, del temor, del rencor al otro, si es precisamente mediante estas fuerzas que los unos se perfeccionan? Es precisamente debido al conocimiento de las circunstancias que los unos aún somos capaces de sentir algo por los otros.
El poeta, de tanto ver, al intentar unirnos, desea aislarnos. Es de la diferencia de donde nos viene el deseo de conocer lo esencial de los demás, de la injusticia, ese maravilloso recurso que en su sabiduría la naturaleza y la vida hacen regir en el mundo.
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