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Un hombre es despiadado. Sirve para traer alegría posteriormente a un mujer.
Un hombre con alma, que trabaja por la posteridad, asemeja a un desalmado. Es un bruto que no posee de ninguna manera, la delicadeza de una mujer ¿No elegía afrodita a los más rudos de los hombres? La posteridad es el regalo más hermoso que un hombre puede ofrecer a una mujer.
Sólo los hombres que viven en el presente parecen tener alma, se ven atractivos, deseables o parecieran tener clase. Yo los llama "Ilusiones" y les temo. En cambio amo con toda mi pasión a los que parecen brutos, desalmados o miserables porque entregan su alma en el presente para hacer posible una alegre posteridad
¿Creéis que no los reconozco? Hacen del sufrimiento y del abandono su honor.
Vivo rodeada de pobreza. Una vez vino a mí un hombre y me dijo: "Yo te sacaré lejos de esta pobreza" Sonreí y lo transformé en una iguana. Ahora vive sus días cayendo de barriga de las ramas al suelo. La respuesta es porque no, en ningún momento se trata de mi posteridad alejada del lugar en que nací.
Pasaron los años y como bajo el efecto de un artilugio fui envejeciendo sola, sin tristeza ni amargura, pero con un poco de perplejidad. Entonces una noche se me apareció un duende como traído a lomo de una serpiente: Me dijo que venía como un augurio y al día sigu9iente se enamoró de mí un hombre que no tenía por quién sufrir. Deseaba hacerme sonreír en el lugar en que nací. Se enamoró tanto que se casó solo, se transformó, ahora es menos que un gusano y todo lo que es, lo que puede y lo que desea está fuera de él, vive fuera de él. Mientras todo a mi alrededor florece.
Sólo temo que al cobrarle gusto al sufrimiento se considere un artista, un verdadero desalmado y se olvide de mí. No porque desee permanecer con él, no se trata de eso, sino porque me siento en la obligación de devolverle el aliento, ese que perdió por mí. No hay nada que tema más que a un genio solitario, a un narciso que en soledad inconfesada busque su reflejo, a un olvidado de la vida que bebió su néctar y vendió su alma a Dios, peor aún que vendérsela al diablo. Temería que en su ceguera fuese demasiado tarde. temería que vanagloriándose de sí mismo se apartase de mí, que no comprendiese su obra, que no hallase en ella cabida, sentido, razón de ser y que finalmente desapareciera, orgulloso de sí mismo de no haber cobrado recompensa, caminando blanco como una perla hacia el infinito como si fuese solamente un ejercicio casual.


Texto agregado el 29-07-2005, y leído por 231 visitantes. (0 votos)


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