Donde vas de madrugácon mantoncito de flecosy la carita tapá
Desde el foro.
María tomó su bolso apresurada, para arrojarse a los brazos de la noche. Cansada, caminó las calles de su adolescencia, ahora vestida de otras ropas. Sus ojos negros asomaban en la oscuridad, como dos escarabajos brillosos, escapando de los comentarios; debajo, el colorido de la blusa se perdía en el borde de sus pechos; gigantes; airosos; para terminar en una pollera diminuta, encima de los glúteos. Y sus tacos se incrustaban en las sombras, que la llevaban al amanecer, bajo un semblante trasnochado; en una suerte de autopista al olvido, donde los autos esquivaban el bosquejo de su piel, aturdida en la penumbra. Ya cuando la luz, comenzaba a infiltrarse en la ciudad dormida, su cara era cubierta con un enorme mantón, por cábala o pudor, para terminar el día de “trabajo”, a costa de los transeúntes. Dicen que ese día su regreso fue coartado por un hombre, que después de golpearla brutalmente, le murmuró al oído: “Donde vas de madrugá
con mantoncito de flecos
y la carita tapá”.
Ana Cecilia.
|