No es difícil darse cuenta de que no importa en que momento arribó a esa historia, siempre habrá llegado tarde y de la misma manera no importa donde la abandone porque nunca se va a acabar.

Cada vez que miente y no puede sospecharlo se engrandece la sobriedad que caracteriza a su paz interior y así, casi sin quererlo, le agradece las traiciones porque debilitan su propia culpa y la hacen sentir como si nunca sucediera nada.

Traicionar es hacer de cada nada una oportunidad para probar. Probar no es comprobar, pero nada condiciona la capacidad de estar, y si se juega a pertenecer entonces se podrá caer. Tampoco resulta difícil darse cuenta de lo barato que es pretender alcanzar posiciones ventajosas entre dos, tres, cuatro o hasta más. Miente porque no sabe que no es necesario disfrazar su verdad y teme el rechazo ante su nada particular realidad. Se traiciona a si mismo al no preguntar. Puede ser el miedo a averiguar. Seguramente resulta demasiada responsabilidad.

Los verbos son acciones que se pueden realizar, pero necesitar es una especie de bofetada, porque aún sabiendo la fórmula para calmar esa ansiedad no se controla y se inventan rellenos para nadas sumidas en lo mas despreciable de cada esperanza.

No es para tanto, es casi nada.