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¿Con qué final al final de cuentas? Nada de lo que estaba pensando servía de mucho, o explicaba mucho. O total. O como finalidad, y el amor, y la dicha, y lo que se debe y no se debe hacer, y prácticamente inevitable pensar en la inmortalidad. Porque así son las cosas. Porque así se determinó que fueran las cosas. O los soles de las cosas. O las cosas peladas. O los libros de Merlín y hechicería medieval que me presta McAdoo. O los besos con lengua que me da Pedro. O las memorias grabadas en una hojita de nikolo que me regala Claudia. O las miradas de odio sincero que me pega Ignacio. O la brutalidad empática de Ricardo. O la enorme falta de demagogia de Carla. O la oscuridad de Pía. O la pesadez de Lucio. O la simpleza de Jaime. O las trabas de Alejandro. O las espinillas de Bustamante. O el esoterismo de Lorena. O el mateismo de Kripper. O los chistes de Margarita. O la música de Matías. O las manos de Paola. O las manos frías de Paola. O las manos frías de Paola en busca de lo que se debe y no se puede.

Al final. Todo se nebuliza. Se dora. Asa. Quema. Tosta. Como las pruebas y los resultados, o los finales del fin de los fines. O el término de todo lo que esperabas fuera un término y no una oportunidad más para demostrar que en realidad.... que en realidad... que en realidad. ¿Y qué más da a fin de cuentas?¿Y qué importa fuera de lo que dices o entiendes o haces o comes como acompañando al universo en una cena de gala? No pues. No pues. No pues. No pues. No pues. No pues. No se trata de eso. No se trata de eso ni por mucho que se acerquen los principios en una recta con rostro de mujer, o de hombre. Significados, cosas viejas, amores viejos, viejas palabras, viejas mentiras, viejas viejas. Micros. Autos. Micros. Humo. Caminar y rodilla helada. Pensar en alguna blasfemia contemporánea. Sufrimiento intrínseco, cohartar, forjar, hacerse de sí lo que de sí se hace. No. No. No. No. No. No. No. No. No. Todo es más. Es menos. Es tanto. Es poco. Es la película irakí que vi en audiovisuales, pero estaba tan borracho que no entendía nada y me quedé dormido, y no me di cuenta de nada hasta que aplaudieron tan fuerte que me desperté y me resbalé en un escalón. O pensé que el entorno estaba desaparecido, congelado, sin conciencia, shali lost, cosas así. Pero no. No es que lo que piense o lo repita, o lo intente, o lo fomente. No es que yo mismo forme parte de la confabulación de las manos heladas de Paola Escobar. No. No se trata de que el mundo se congele, o de que yo tenga que leer a Carlos Fuentes porque así se determina desde un día anterior a mi nacimiento y el corazón que se duerme se lo lleva la corriente y el ojo que me gusta tanto. Garbains.
De todas formas. La computeca, la caminata, una trotadita poca, un saludo breve. Un encuentro. Una fugacidad. Un brevecísimo momento de algo que parece dicha extraña, sometida, y la única forma de escribir. La única, la incomparable y la nuestra. Bram Stoker. Carlos Fuentes. Octavio Paz. Carlos. Pedro. Juan.

¿Y dónde entonces estaba lo que necesitaba estar en el mismo lugar que antes estaba lo que necesitaba estar y donde estaba lo que necesitaba estar y estar estaba necesitaba? No. Negationem. Libro para niños. Amores. Amores. Amores. Libros para niños. Amor. Amor. Amor. Charly y la fábrica de chocolates. Plural en la búsqueda. El coliseo. El circo. El cíngulo. La vuelta de la tuerca que no es tuerca ni es vuelta. Ni es curva, ni salida, ni terreno, ni posesión, ni cigarro, ni vodka, ni libro, ni película, ni cristiandad, ni blasfemia, ni rebelión, ni revelar, ni violación, ni estrella, ni sexo. No es nada de eso. Ni mucho menos. No es nada de eso y a la vez es tan parecido. Parece un engaño, como si fuera una palabra. Parece tan engaño que creo que es falsedad, pero no, no lo es, no debe serlo, si lo es en realidad es cierto que debo matarte, o debo tomarte y sacarte los ojos y llorar tres años seguidos en busca de la solución de los problemas matemáticos que asolaron tu mente en algún lugar perdido del tiempo de Proust que no existe. No está. No desaparece. No están todos los que deben estar, ni siquiera en una mínima parte. No alcanza la mañana, se agotan las palabras. Los ojos se cansan de tanto espiar. Y el karma, y las cosas de ayer, y recorrer con melancolía los pasillos que alguna vez caminaste en conjunto. Pero ahora solo. Porque así es como se cumplen las maldiciones. Y tú mismo, buscas, pero no encuentras. Y haces caso, pero no resulta. Y rebelarse, ya sabes que es lo mismo, pero lo haces por jugar o porque te da igual. Y besas al Pedro Bustamante, dos veces. Y a ambos les da igual. Al menos el otro vomita después. Uno se va a ver cine irakí y se duerme en la película, pero antes le roza el brazo a la mujer de al lado, que viste de blanco pero no es la vírgen. Y el tiempo corre, y se congela. El agua pasa, no corre, se estanca, se agrieta, es necesario encontrarte, pero no. Porque no. Así son las cosas. Así mismo es la vida misma. Así, yo no puedo estar cerca, ni tampoco lejos, es el mismo infierno divertido, la marioneta de las cosas que se hacen. La consecuencia. Mantenerse de la misma forma; abrirse brutalmente a todas las posibilidades. Esperar, con los ojos cerrados, que el tren esquive a última hora y se descarrile: tú no te correrás.

Entonces te dedicas a pensar, pero no siempre. Y cuando viene ese no-siempre es cuando realmente avanzas. como si fuera Abraxas o alguna cosa homosexual. Pero no tiene nada que ver. Aún así. McAdoo lo dijo. Un ser amoral. Consecuente, pero amoral. Desteñido, reseco, amoral, reincidente. Tres veces en la semana que me dicen lo mismo; quizás es verdad. En una de esas, deba reemplazar repertorio y empezar a hablar de verdad, o hacer atentados terroristas, o decirle a Sara lo que de verdad preguntaba, pero estabas en un estado de letargo y ni siquiera te dabas cuenta bien si ella estaba a dos metros o a cinco centímetros (y en realidad parece que estaba a cinco centímetros y cuando ambos se dieron cuenta tuvieron que alejarse, por la moral). Pero no. Pero no. Y el muy idiota que se levanta o se cae. No es que sea Hitler, o lo que no pienso. No es que yo mismo esté diciendo algo ahora; o exfoliando. O intentado exfoliar. O buscando la alternativa secreta que me lleve a encontrarme con los pedacitos de realidad que me motivan. Te motivan a seguir buscando otros pedacitos de realidad y así se va gestando la vida. Y son tan pocos que te da una tristeza eterna. Y le dices a Paola Escobar: "ya me estoy poniendo triste", porque estás dejando de ser borracho, o estás empezando a formar lo que siempre formas y se trata de globos de hule o cosas así con aires que se vuelan y se revientan, sin explicaciones y con muchas, muchas, muchas vueltas para que al final descubrir la verdad tan plana no sea algo fácil; y que entender que la nada es lo más honesto sobre el planeta se vea camuflado. Hay que vivir primero. Vivir y morir, si es que no son lo mismo. Vivir y morir, y besar y matar, y aniquilar, y desarticular, y hablar estupideces en un día con sol detrás del árbol. Y en un momento que no sabes con exactitud le dices a alguien que no sabes si conoces que el árbol pelado se camufla detrás del sol que no calienta. Porque nada calienta. Y entonces le repites al mono, porque era el mono, que no te calienta ver hombres haciéndose la paja. Pero que te daría lo mismo follar con ellos. Porque total, el amor está desligado del sexo, es tu tesis. Así que se besan, así tal cual. Y el sol, detrás del árbol en la tarde. Y hombre... los cabros, Ricardo, Pía, y qué asco y qué indecente, y hay una bicicleta, el libro sobre esoterismo pagano medieval de McAdoo, pero es que fui definido como amoral. Y las manos heladas. Y las manos heladas. Y Paola Escobar, Paola, Paola, Paola Escobar tiene las manos heladas. Tan heladas que parecen sacadas del ártico. Se las calientas. Se las calientas mientras hablas, o mientras te acercas a un lugar que ciertamente no debieras conocer; porque se parece demasiado a algún sitio que sobreviviste de los sueños pesadillescos de algún día; y no, porque tú debes ser normal por opción y comerte un pan con carne y tallarines de almuerzo regalado por alguna cosa con vida adentro (y sabía a vida el mismo pan con tallarines y carne). Y. Obviamente que me enfrié yo en el experimento. Y Paola, enredada, rodeada de hombres extraños, carcajosos, embobados en su propia sabiduría contextual y su jugo de naranja atorado sin más en un paladar extraño, difuminado, propioceptivo, tres coma siete.

¿Por qué el hurgueteo? No. No es hurgueteo. Es. No sé que es. Pero es algo, tan raro, tan amor, tan tristeza, tan borrachera, tan sexópata, tan zoofilia que te espanta los ojos, y te busca, y te busca y no te encuentra; es la idea; es la idea; es la idea no encontrar. No pillar. No seguir escarbando, y sentarse en una mesita, o en el suelo, y la ambigüedad con un oso hormiguero, y el momento que es momento y explícitamente perfecto. Y nada lo es. Y nada. Lo es. Entonces, las manos heladas, y calentarlas, y alentar la velocidad, y mirar a los ojos, y reirse estúpidamente, y decir alguna payasada, payasada homosexual, demianesca, hesseiana. Decir alguna estupidez mientras le calientas las manos a la Paola y ella se difumina, y escuchas como Mauricio comenta algo que parece bastante sensato y que era como "Si yo hubiera hecho eso no lo andaría divulgando...". Pero, qué más da. Qué más da, si todo es la nada, y el mundo entero está al tanto de ello. Eso es brutalmente divertido, como un joker y la muerte, o la espada en la piedra, o una leyenda del mabinogion o las 21 lecciones de Merlín. O el amor, claramente. Si es que el amor existe. Pero no hay para qué ser fatalistas, si las cosas están tan hiper saturadas que al final comentar desata la anarquía o la extrema conservaduría inglesa de McAdoo, no, no le creemos. La Sara dijo que lo hicimos pebre. Mentira. Mentira. Todo lo que dije, lo que diré, lo que estoy diciendo. Todo mentira. Todo Persona, cine, blanco y negro, realidad, sueño, erotismo, pornografía. Sincretismo religioso, puerta que se abre, llave que no encaja, se oxida, se arma y destruye. Es la etapa postmundial en donde ya no sobreviven los organismos de paz y lo que estamos haciendo se viola, viola, viola. ¡Tanto frío para tan poca vida! le dice un viejo a otro viejo; pero quizás es al revés. Quizás nadie tiene la razón. Quizás nada o todo, o extraterrestres, o vodka con jugo de naranja, o solución, extraña felicidad, gusto por los otros, dibujito de trapo.

Texto agregado el 29-07-2005, y leído por 687 visitantes. (0 votos)


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