¿Días oscuros dices? Días grises. Días caleidoscopio y descubrimiento de algún planeta. Se vive en esos días, o se descubre que no se vive. O se confiesa. No sé. Sé pocas cosas en este tiempo fuera de que no sé y afuera de ello nada es seguro. Por eso casi ni hablo, o me corto hablando, o recomiendo libros que cubran todo lo que desearía lograr comunicar, o meter debajo de un fotograma perdido.
¿Pero no te gusta?¿No te gusta sentir que no tienes nada, pero todo, si es que te lo imaginas, o si es que lo sueñas? Yo lo encuentro misterioso. A veces desesperante. Pero siempre misterioso, como alcanzando cosas, dando círculos, buscando en todo lo que no puede llegar. Bordeando. Rodeando. Como la música.
Es mucho lo que siempre intento decir, por eso se me atora todo y al final no digo nada. O me quedo pasmado y con los ojos fijos, como esperando una iluminación repentina que desemboque en la tan anhelada comprensión. Pero no. Aburridos no son los días. No si tienes las manos calientes y la posibilidad de estar escribiéndole a alguien que te va a leer y no solamente empezar el final para llegar al principio por una dósis de cortesía. ¿Cierto?
Androide paranoico. Es por eso. Todo es por lo que no entiendo... Se me secan las manos y escribo más rápido, pero no sé si me acerco o si sirve de algo que yo en este momento divague y espere, o piense secretamente que lo que estoy diciendo vayas a rechazarlo o expulsarlo como un camaleón cambia de color. Y no es que lo haga a propósito, o la entretención, o descubrir nuevos continentes, o soñarse con la atlántida. No. No debe ser eso. Y no me acerco, y no acercarse se vuelve ya pantanoso, caótico, o como canción de androides paranoicos.
Lees Momo. En Momo se cuenta todo lo del tiempo, y más de alguno debe morir luego de leerlo. Es como la ley. O como escribirte esto. Pero no quiero desembocar en la nada. Así que... No. Reniego de todo. Todo. Pero no. No. Me resisto. Como Casiopea descubriendo lo que pasa segundos antes de que pase. O el sueño de Momo y las lunas. O Beppo y Beppo y Beppo trazando lo que ya nadie traza (música de escape).
Tantos párrafos. No es normal. Las ideas no se alargan por la eternidad, o no se esperan a la vuelta de la esquina como creemos algunas veces. Y no es todo tan fácil como dibujar una nueva frase en la pared de la pieza, o empezar simplemente un sueño y caerse en los agujeros negros que hay en algunos lugares perdidos de Marte. No. No. ¿No? Soñar es pernicioso. O demasiado soñirisimo. Haces todo lo que no debieras y de vuelta no entiendes nada. Pero lo haces, y es lo que importa. Te quita la sensación de haber seguido igual. Porque no es bueno seguir igual siempre. Hay que descubir nuevas cosas, o atreverse, o luchar contra los hombres grises y no dejarse engañar. Aunque no dejarse engañar no pareciera estar dentro de las opciones. Avanzar, avanzar, avanzar. Descubrir galaxias lejanas con música de fondo. Con música de escape de fondo. O con los ojos congelándose por no encontrar nada más que ver. O con distorsiones de todos lados. Siempre distorsiones de todos lados, que te explotan los oidos y te aturden el resto de los sentidos, o lo que crees que son los sentidos. ¿Música de escape?
Yo quería más responder que preguntar. Pero me sale sólo preguntar. Estoy entrenado para sólo preguntar. Para escuchar, o espiar con la vista seca. Pero no para decir. No para contar las cosas que te aturden el cerebelo en la garganta. Como ir para abajo. Como comer nikolos bajo la luna esperando convertirte en una especie nueva, nueva, nueva.
Como ir para abajo, el centro de la tierra, el corazón del mundo, y ahí fundirte con lo que quede de ti. Igual que temas inexistentes que inventas para complementar lo que estabas pensando. Pero al final ya no puedes pensar, todo lo demás de absorbe, te destruye y te desaparece. Y no puedes pensar en nada, aunque lo intentes. Y no puedes decir nada, aunque lo intentes. Y tus opciones son seguir, o seguir, o rendirse y presionar un delete gigante que destituya todo lo que haces. Pero eso no funciona nunca. Mejor viajar.
Yo ya había visto Charlie y la fábrica de chocolates. La había visto el viernes en la noche, un par de días antes. La había visto con los hermanos que deben ser sacados, y con los padres que te compran fanta y un super ocho dos punto cero. ¿Que por qué no te dije? Porque soy una versión pirata de la caja de Pandora. Porque es distinto ver las cosas otra vez, además... así podía contarte que las empezadas de Tim Burton son siempre largas, o que la fábrica de chocolates pareciera ser una cosa nueva, una cosa gris con colores dentro, una cosa que tira humo pero en realidad tiene un río mágico con extraños seres en miniatura que la poblan. La verdad adentro de la verdad. La cosa adentro de la cosa. Un ojo adentro de otro ojo. Quería verla porque se me traspapelaban las cosas. Porque me había soñado con todo, con la destrucción del mundo, con un pegaso, con Charles Chaplin ("¿has visto películas de Chaplin?"). Había visto que bajaba de las escaleras mecánicas y escuchaba Radiohead con la cara perdida. Escuchaba Karma Police en una micro llena de gente. Atorándose y con un pedazo de memoria luchando como Gregorio Samsa. En una micro llena de gente, oscura, con una luz extraña de neón azul y dos, tres, cuatro pensamientos, cosas, flujos de aire que no bastan, que no son nada y son la dualidad. O son tú misma desenvolviéndote o buscando de nuevo. O por última vez. ¿Y por qué no atreverse?¿Y por qué no buscar lo nuevo o darle para adelante sin saber que pasa?¿O escuchar como se cae algo y no lo levantes, y disfrutas tanto, tanto en que se caiga y te das cuenta que te estás volviendo loco de puro no decir nada cuando debes? Sentarse. Dormirse. Escribirse.
Arrastrando las manos. Cogiendo aire. Botando vidas. Resucitando fantasmas. Matando fantasmas. Violando. Personas. Hay que simplificarse. Hay que simplificarse.
Hay que simplificarse. Convertirse en una partícula de polvo. Cera y polvo. Como cuando uno era niño y todo era igual que ahora, sólo que sin contárselo a nadie. Como en las esperas. Aunque no tenga relevancia uno es así. Como madeja. O como espera de vidrio empañado miro (¿has escuchado Climbing up the walls?). ¿Por qué? Es la distorsión. Los saxofones de cobre. La distorsión abierta, constante, precisa, desafinada. La biblioteca y la pampa de los cuervos mutantes. Los violines sin cuerda, la historia. Bonaparte, Tim Burton. Los sueños. Charles Chaplin. Tantas cosas sin resumen, como en los libros de Julio Cortázar. Como en las Rayuelas de Julio Cortázar. Las Magas de Julio Cortázar. Las lluvias de Julio Cortázar. Las caminatas de Julio Cortázar (¿y No surprises? dice tantas cosas).
Mañana es un día nuevo. Pasado mañana es otro día más nuevo. Todo es más nuevo, pero yo soy más viejo. Yo voy y me río de cosas que no entiendo, y hablo de cosas que no entiendo pero quiero entender. O quiero decir, decir, decir, y no me sale. No me sale simplemente. Y tengo que mirar por la ventana y ver los planos inclinados de los edificios. Encontrarse con algún pájaro perdido que se tire en ciento ochenta grados hacia el cielo, o hacia la tierra, o que se recline y salga en línea recta, como a la espera de una nueva oportunidad. Es como sacudir algo, o cantar en la ducha, o tener decepciones cuando despiertas y notas que nada de "eso" existe. Y de verdad me gusta pensar que esto que escribo es en realidad lo que tengo consciente cuando camino entre las personas, esquivando autista, huyendo mínimo, cantando ermitaño. Puro futuro, o puro pasado. Porque hoy, escapamos. |