Llegué a casa extenuado, con la decisión ya tomada, posteriormente de haberla premeditado incontables veces.
Quiero tirar todo a la mierda, dejar de levantarme a las cinco de la mañana todos los santos días para pasarla mal; fumar el resto del pucho que la noche anterior dejé, como hacía mi viejo; tomar un café asqueroso porque no me gusta el café pero igual lo tomo, no sé porque, pero igual lo tomo; tomar el 306, que da mil vueltas; ir a laburar a esa oficina del demonio que me tiene saturado; pasar doce larguísimas horas, durante las cuales como un refuerzo de mortadela que paso repitiendo eructo tras eructo toda la tarde; salir del trabajo, cosa que tampoco me da alegría; llegar y comer un huevo frito, o milanesas, o algo así, rápido; y finalmente acostarme en mi cama por no llamarla tabla con resortes oxidados.
Ya no doy más, las cuotas del lavarropas, de la computadora, el cable, los préstamos que pido para pagar más préstamos productos de mi pésima capacidad de administración económica, y miles de gastos más, me tienen agobiado. Y cada día ese agobio se duplica proporcionalmente hasta llevarme a este punto, el vivir por el simple hecho de durar, y no por disfrutar la vida.
Después de haber pasado días y noches enteras pensándolo, ya lo decidí, ya sé que camino tomar, y aunque para los ojos de muchos mi decisión es descabellada, para mí es una opción tan aceptable como cualquier otra.
Por lo tanto, fui directo al botiquín del baño y agarré alrededor de setenta pastillas y las empecé a tomar. Lo que quedaba por hacer era sentarme y esperar.
Me desabroché la camisa, preparé un whisky y prendí un cigarro, hacia tiempo que no estaba tan cómodo y no sentía tanto placer. La última vez que había estado tan relajado fue cuando me tome el día libre junto a Ordóñez, fuimos al bar de la esquina de la oficina y nos pusimos a planificar un viaje a algún lado, obviamente no tuvimos tiempo para llevarlo a cabo, él lleva la misma vida que yo.
Tomé un trago y pité. Tiré el humo. Que calor hacía.
¿Qué estarían pasando en la tele? Hace tiempo que no veo una buena película. Siempre me gustó el cine, pero nunca mostré mucho interés por él.
Pité.
Me hubiera gustado irme a veranear. Alquilar una casita en un balneario tranquilo y apacible, como hacía cuando niño con mis padres. Teníamos una casa en Los titanes, y los fines de semana íbamos para allá, la pasábamos bárbaro, hacíamos playa toda la tarde, y comíamos asado de noche.
Tiré el humo. Que sueño, y que calor.
Me acuerdo de la cama de plaza y media que tenía, era un placer dormir ahí, me extendía y nunca llegaba a los bordes de la cama de lo grande que era.
Se me resbaló el cigarro, me quemé el dedo meñique, el vaso se deslizó de mi mano izquierda y llegué a oír que se rompía. Supe que todo terminaría ahí. Dejé escapar un suspiro y me eché hacia atrás esperando mi inminente final.
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