Encima de la cama se encontraba una muñeca de trapo, su mirada era triste y llena de pena, pues nadie la cuidaba ni le daba un pequeño abrazo. Con tristeza veía su viejo vestido, sucio y manchado, su pelo de lana estaba raído y se le descosía, tan sólo quería que su dueña volviese a jugar con ella como hace tiempo atrás.
Una pequeña sonrisa se asomo al recordar aquellos días en que estaba sentada o acostada con una pequeña manta, al lado suyo habían pequeñas tazas junto a una tetera, sus vestidos se encontraban al otro extremo suyo y sobre todo, tenía a otros muñecos de trapo para que la acompañasen, incluyendo a su dueña; quien se colocaba una larga faldita proveniente de algún chaleco de sus padres y un delantal, tomaba una pequeña escoba y se colocaba a barrer.
Al terminar su tarea se acercaba a ella y le decía con infinita ternura:
--Tápate bien hijita o te vas a enfermar.
Si aquella niña hubiese sabido que su muñeca la escuchaba habría sabido que en aquel momento se sentía la muñeca de trapo más querida de todo el mundo.
Luego, la niña sacaba su comida de juguete y la servía en todos los platos, a los muñecos los sacaba de las mantas, no sin antes ordenarlas, los cambiaba de ropa y los sentaba en un pequeño sillón, terminaba colocando los platos a cada uno, tan pronto como estaba lista se sentaba en el suelo y les decía:
--Demos la oración a Dios por está comidita.
Y así lo hacía, cuando terminaba tomaba el juguete y hacía sonidos de como sí estuviese comiendo de verdad.
Finalmente el juego terminaba cuando la niña tomaba a sus muñecos y los colocaba de nuevo en sus camitas con mucho cuidado y cariño, tan pronto como los acostaba sacaba un pequeño libro de su baúl y les leía un cuento para que así los muñecos se durmiesen. Cuando terminaba el cuento le daba a cada uno un beso en la mejilla y les decía:
--Buenas noches hijitos.
Pero aquellos días ya no iban a volver y eso entristecía a la pequeña muñeca de trapo. Su dueña había crecido, era toda una adolescente de 16 años, se habían acabado las sillitas, las mantitas y sobre todo, se habían ido sus demás amigos y amigas para no volver jamás. Hoy en día se quedaba quieta encima de la cama de su dueña esperando que el día terminará para mañana comenzar uno igual al de hoy y al de todos los demás.
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