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Inicio / Cuenteros Locales / Los_Hermanos_Plastilina / Las Aventuras de Ester, “La abuela guerrera”*. Hoy presentamos: “Ester le paga el taxi a Malomo, ‘El Especialista’...” (Por Chester Piedrabuena)

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Tarde pero seguro... para mi amigo Gustavo Malomo -en su flamante aniversario de botija- con enorme cariño y gigantesca admiración...





“¡Computadora del #?!!!%&...!”, chilló una voz peluda, en el comedor de una casona situada en el corazón del barrio “La Empanada” de Oslo, Suecia. “Esta */$##PT!!#...”, continuó la garganta. “Basta, Chatrán, si no le encontrás la vuelta, no tengo por qué aguantarme tus malas palabras”, rugió otra cuerda vocal. “Pero Ester... esta bazofia no anda ni para atrás...”, se justificó el gato, al tiempo que, con sigilo, se empinaba un trago de su preciado vodka Absolut. “Mirá, acá el único que se la pasa revisando páginas raras y bajando fotos de gatas siamesas y/o vedettes argentinas sos vos, querido”, continuó la otra voz. “Y bueno, ¿es pecado acaso coleccionar retratos de Isabel Sarli?”. “Basta te dije...”, enseguida, la garganta dio lugar a una figura amada por casi todos y odiada por, entre otros, José Sacristán: portando su afamado bastón, modelado en madera de sauce llorón, Ester, la abuela guerrera, se hizo presente en el living de la vivienda.


“Tiene solución... llamemos a alguien que sepa”, sugirió la abuela, mientras trataba de quitarle la botella de vodka al gato. Haciéndose una pelotita y saltando al respaldo de un sofá, Chatrán continuó: “Yo te la arreglo... Si hasta le instalé un lavarropas automático al batimóvil. Llamálo a Batman si querés... O sino al Increíble Hulk ¿quién te pensás que le arregló el walkman?” Acto seguido, el felino se mandó otro trago de la potente bebida blanca. “Pará de tomar, esto no es ‘La Musaraña’ para te la pases tragando alcohol”. Al instante, un rayo surcó la mirada vidriosa de Chatrán. Efectuando un gran esfuerzo para mantenerse de pie, el felino exclamó: “Me hiciste acordar, vieja... Hace poco cayó por el bar un tipo medio raro, flaco, ojeroso, y encima uruguayo, que dijo saber arreglar computadoras y, además, divorciar a parejas de enanos”.


Ester frunció el ceño: conocía las ideas de Chatrán. Sobre todo, recordaba la vez en la que el gato, tras pedirle la casa prestada para festejar un cumpleaños de 15, culminó por ponerle algo a la bebida de los invitados y, tras dormirlos, procedió a teñirles el pelo de verde fosforescente a todos los presentes. Aún así, y de acuerdo a su corazón grande y bondadoso como el de Kirk Douglas, la abuela optó por confiar otra vez en su amigo. De este modo, y a bordo del Toyota Corolla de Ester, heroína y felino embriagado partieron rumbo a “La Musaraña”.


Ya en la puerta del bar, las cosas volvieron a complicarse: “Bajáte, Chatrán”. “No”. “Dale, bajáte”. “No”. “¿Se puede saber qué te pasa?”, lo interrogó Ester. “Es que de acá veo que está el ratón Mickey sentado en una mesa... y le quedé debiendo 30 dólares de una kermese que organicé hace poco...”. “¡Por favor! No tenés paz... Vamos, si te dice algo, yo te presto plata...”, lo tranquilizó la abuela de 75 años. “Listo”, murmuró el gato, y empujó la puerta. Tras un par de zancadas, hallaron al preciado especialista en PCs: estaba descalzo, sin peinar, y comiendo una especialidad de la casa: Codo de Murciélago Comunista con Huevo Frito.


“Hola, ¿vos arreglás computadoras?”, lo saludó la anciana guerrera. “Sí, cuando se me canta, je je je...”, contestó, con poco humor, el interrogado, al tiempo que procedía a morderse un callo del pie izquierdo. “Bueno, es que tengo un problemita con mi máquina”, siguió Ester. “Yo tengo problemitas con el café con leche y el capuchino, los odio, ¿y qué? je je je...”. “No se enoje, sólo le estoy ofreciendo trabajo”. “Y yo estoy comiendo, vieja, dejame hacer la digestión o armo un escándalo ¿y vos qué me mirás con esa cara de gato borracho?, je je je...”, se defendió el especialista. “Estoy borracho, no es sólo la cara”, contestó Chatrán y, haciendo una seña en dirección a la barra, pidió un whisky cuádruple.


“Me llamo Malomo, y al que no le guste la letra ‘m’ se las tendrá que ver con éste, je je je...”, murmuró (precisamente) Malomo. Acto seguido, el tipo sacó, de su bolsillo comido por las polillas, un filoso destornillador. “Aflojá, macho, que acá todos somos amigos” comentó, nerviosamente, el ex boxeador George Foreman, quien bebía su acostumbrado té de cedrón en el lugar. “Callate, vos, pelado alcahuete, je je je...”, lo reprendió Malomo. Retomando el diálogo, el especialista la hizo simple: “Mirá, vieja, si querés que te arregle esa computadora oxidada que guardás en tu pocilga, tendrás que abonarme 400 dólares como mínimo, je je je...”. “Bueno, eso lo hablamos después...”, dijo Ester, mientras pensaba en su magra jubilación.


“¡Cobrale por adelantado... que si la anciana anda con el gato tramposo ése, seguro que no le paga a nadie!” Era Mickey. “¿Y vos qué te metés, rata disléxica?”, lo increpó Chatrán. “Vos y esa vieja son una farsa...”, siguió el ratón más famoso del mundo (sólo porque es yanqui) Intentando minimizar la agresión, Ester bajó la vista y trató de continuar la charla con Malomo. “¡La vieja y el gato son novios! ¡La vieja y el gato son novios!”, prosiguió el soberbio roedor. Pero, cuando Chatrán estuvo a punto de responderle nuevamente, algo imprevisto sucedió: el especialista se puso de pie, y mostró a todos la punta de su destornillador.


“¿Y vos de qué te las das, pie plano?”, lo desafió el ratón. “¿Ah, sí? Acá se armó la rosca, je je je...”, musitó Malomo, con un hilito de voz y, tras dar una voltereta invertida en el aire, aterrizó de pie (aunque a los tropezones) sobre la mesa ocupada por la mala caricatura del congelado Walt Disney. Enseguida, Mickey le arrojó un puñetazo a la rodilla tratando de hacerlo caer del mueble. Grave error. El especialista ensayó un salto y, tomándose de un ventilador de techo (que, para su suerte, justo no funcionaba) apartó la mano del ratón con un ligero golpe de talón, para después caer a la derecha del desorientado roedor. Enseguida, giró detrás de él y, tras colocarle una llave constrictora en el cuello, y trabar sus garras de guantes blancos, procedió a hundirle (al ratón, obviamente) el destornillador en la nuca. Todos, Ester y la concurrencia, enmudecieron. Bueno, casi todos, porque Chatrán, en ese preciso instante, sostenía una acaramelada charla con Heidi, una de las exuberantes mozas de “La Musaraña”.


“No se asusten, je je je”, argumentó Malomo y, luego de efectuar una serie de giros de muñeca exhibió, en el extremo agudo de su herramienta, un fino tornillo. Enseguida, otros 9 tornillos rodaron por el piso de madera del bar. Desarmado, lo que quedaba de Mickey culminó por derrumbarse sobre la mesa entre chispas y movimientos histéricos. “Era un robot, je je je”, aclaró el especialista. “Pero... ¿de quién? ¿Cómo te diste cuenta?”, lo interrogó, ávida de certezas, la anciana guerrera. “Se trata de un androide In-tel X 56, una máquina de matar diseñada por gente como los ex presidentes sudamericanos Menem y Batlle, el grupo español ‘La Oreja de Van Gogh’, y la defensora de las focas (pero no de los homosexuales) Brigitte Bardot, je je je”, explicó Malomo.


Casi sin respirar, el oriental continuó con su disertación: “Me di cuenta porque hace poco me pasó algo parecido... Nos encontrábamos de viaje con mi primera asistente, La Piojo (Nombre clave: Natalia Oreiro) cuando, tras parar a absorber 13 cervezas en una hostería de Tacuarembó, nos atacó un artefacto con el rostro de un tal Jorge Drexler. Al toque de oírlo cantar, comprendimos que teníamos que desactivarlo y, tras veintitrés horas de forcejeos y cosquillas para que afloje, La Piojo dio con el interruptor correcto y liquidamos al muñeco, je je je”. Declarado el silencio, sólo Ester aun permanecía atenta. El resto de los presentes yacía en el piso, completamente dormidos. La explicación de Malomo los había extenuado. Por supuesto: a todos menos a Chatrán, que a esa altura había conseguido que la abuela guerrera le prestara su Toyota Corolla (además de plata para llenar el tanque de nafta) y ya se encontraba dando un par de vueltas, por los suburbios de la capital sueca, en compañía de Heidi.


“Vamos, querido, voy a pedirme un taxi... estoy muy cansada, si querés te alcanzo...”, propuso Ester, apoyándose en su bastón. “Bueno, la verdad es que, ahora que lo noto, no tengo ni dos centavos, qué raro vieja, je je je...”, sostuvo Malomo. Rápidamente, ambos individuos atravesaron la puerta de “La Musaraña” y esperaron por un taxi que los lleve. Igualmente, el especialista se mostraba algo tenso. “Mañana te arreglo esa computadora de cuarta, vieja, je je je”, gruñó Malomo. “Me encantaría”, contestó Ester.


Un taxi se detuvo. Ya en el interior del auto, Malomo seguía preocupado... “¿Qué pasa, querido?”, consultó la abuela guerrera. “Nada, arruga con patas, sucede que tenía unas 389 liras esterlinas en el bolsillo hasta el momento de la pelea en el bar... y ahora no tengo nada, qué raro haberlas perdido...”. En simultáneo, pero distante a esta escena, un automóvil blanco atraviesa la madrugada sueca entre volantazos desesperados y frenadas a destiempo. Sin embargo, el torpe conductor aprovecha su tiempo para, además de atacar a Heidi con un beso colmado de bigotes, acariciar su bolsillo de pronto repleto de billetes... Luego, y tras casi atropellar a 4 Boy Scouts que buscaban frambuesas en el lugar, Chatrán abrió su ventanilla, contó su dinero, y exclamó algo a la brisa oscura. Dicen -los que no saben- que su “je je je” triunfal le valió una serie de insultos y un “aprendé a manejar, animal” de parte de dos vecinos con sueño liviano. Y que, tras esa demostración de fraude felino, el gato se perdió en la noche de Oslo, dispuesto a robarle el corazón (y el sueldo) a su flamante enamorada...






* Basado en una historia real



Chester Piedrabuena




® Saga "Ester, la abuela guerrera". Derechos Reservados.




Texto agregado el 28-07-2005, y leído por 564 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
06-12-2005 genial. La piojo jajajaja,, Excelente!!! angelandro
02-08-2005 JEJE--- ay Malomo, mister loscuentos.net tenías tu lado peligroso... hummm doblemente sexi... wow KaReLI
29-07-2005 Querido Pato, me quedo sin palabras para agradecerte. Decir que me “destornillé” de la risa, es apenas insinuar cuanto me gustó este capítulo de Ester, al margen de la dedicatoria. El tratamiento de “comic” que tienen estas historias hace que sea posible visualizar cada detalle narrado como si se viera proyectado en pantalla grande. Tu cuento ya está guardado en mi memoria en la reducida lista de los mejores regalos que recibí en mi vida. Ya sabés que soy un fan consuetudinario de la superheroína sueca y que espero devotamente cada entrega, así que conocerla en persona ha sido un honor solo comparable al placer que me produce cada nueva historia. Con el que me quedó la cuenta pendiente, es con ese gato maldito que me afanó mis liras esterlinas (jeje) para irse de joda con Heidi, pero que no vaya a creer que se la va a llevar de arriba, ya le mostré fotos a la Piojo para que lo reconozca en cuanto lo vea en la musaraña, y le aplique todo el peso de su marcial ley antigatos. Estrellas y toda mi gratitud. ********** Malomo
29-07-2005 jajajajaja. Me reí, me río y me reiré otro ratico. Buenísimo. Saludos. TheWillow
29-07-2005 sisi, destornilla don Malomo, que no es lo mismo que se le caigan los tornillos. saluditos, ágil cuento! ulala
28-07-2005 jajajajajaja (aunque debería decir jejejeje) ¡A ese malomo yo no lo conozco! ¡y mira que incluir a la piojo! ¡Genial! Malomo se merecía este regalo, definitivamente, beso para él y estrellas para Ester. maitencillo
 
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