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Misterioso Retrato al Óleo Conservado en un Templo Católico.

(Reportaje)

En la ciudad de Querétaro, México, existen cuantiosos tesoros que sobreviven desde la época virreinal: suntuosos templos, enormes edificios, documentos, muebles, archivos y obras de arte como tallas, pinturas y esculturas de índole religiosa, por tal razón la ciudad ha sido nombrada por la UNESCO Ciudad Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad.

Nos centraremos tan sólo en una de las muchas piezas que ha soportado de manera maravillosa el paso del tiempo, una obra que por sí misma ha generado innumerables historias, exaltando así a la imaginación; se trata de un lienzo del primer tercio del Siglo XVIII, el retrato de Ana María de San Francisco y Neve, esta obra se encuentra actualmente custodiada en el Templo de Santa Rosa de Viterbo, al que siempre ha pertenecido.

Contiguo al templo se encuentra el edificio del ex convento, el que actualmente es sede de la escuela de artes gráficas. Si usted visita esta institución algunos alumnos, ex alumnos y profesores, podrán relatarle historias terroríficas y macabras acerca de supuestos espectros, fenómenos extraños, voces llantos, murmullos y siniestros sonidos de cadenas que desde la puesta del sol invaden el antiguo edificio provocando no menos de un escalofrío y un murmullo sobrecogedor que surge de los labios: “Es el alma en pena de Sor Ana María…”

Y mientras que unos afirman muy convencidos no sólo haberla escuchado, sino que incluso han observado su silueta etérea vagando por los pasillos y las celdas, hoy convertidas en aulas, otros niegan rotundamente haber sido testigos de cualquier hecho extraño y aseguran con aire docto que el edificio ni está embrujado ni posee fantasmas, puesto que jamás han visto fenómenos sobrenaturales. Con estas declaraciones tal vez nunca se sabrá si esas apariciones son reales o el producto de la llamada autosugestión .

Para esta investigación estuvimos en el ex convento y en el templo hasta bien entrada la noche y no escuchamos ni vimos nada extraordinario, sólo de vez en cuando se escuchaba algún eco, aunque no hay la seguridad de que fueran voces fantasmales.

Pero vayamos hasta el principio: ¿de dónde provienen tales consejas? Sin duda alguna el origen de todo es la innegable belleza de Sor Ana María: Se trata del retrato de una mujer que viste un hábito blanco, todo lo que se alcanza a ver de ella es su rostro y una de sus manos que sostiene un libro de oraciones. Puesto que el hábito es blanco se trata de una novicia, no de una monja ya profesa, pero por lo general se le conoce como Sor Ana María de San Francisco y Neve y se sabe su nombre porque, como en todo retrato antiguo, está escrito por el propio artista al pie del mismo cuadro. La mujer parece ser de raza española o criolla: blanca, alta, delgada y de ojos azules, y el pequeñísimo mechón de cabello que alcanza a asomar de su capucha da testimonio de un tono castaño claro.


Es bien sabido que en la Nueva España, cuando una dama ingresaba al convento o profesaba en él (las monjas coronadas), las propias familias, por lo general las más acaudaladas, mandaban hacerle un retrato, puesto que en adelante no le verían más que velada y a través de las rejas del locutorio, por tratarse de monjas de clausura. Lo mismo ocurría cuando una de las religiosas fallecía, se pintaba un retrato de su cuerpo inerme y rodeado de flores para la posteridad, el que contenía su nombre, su cargo o trayectoria en el convento y la fecha de su defunción.

También han contribuido a la leyenda lo bien logrado del lienzo (por cierto anónimo) así como la antigüedad de la obra.

El retrato siempre ha estado rodeado de un halo de misterio, sobre todo porque no se tienen más datos acerca de su protagonista, no se sabe si llegó a profesar en algún momento y en los archivos del templo no existe un expediente de ella, por lo que también se desconoce cómo y cuándo murió. Escarbando en antiquísimos documentos de aquella época, pero pertenecientes a otros archivos municipales, encontramos constancia de la existencia de un capitán llamado don Pedro de Neve que vino de España, este es el único nombre que pudiera pertenecer a algún familiar suyo o tener algún nexo con ella. Sin embargo el hallazgo no ha sido determinante.

Si uno se acerca al retrato y observa su rostro con detenimiento, notará una seriedad mezclada con una sonrisita que para algunos es una angustiosa mueca de amargura, y también sentirá que Ana María parece querer exclamar con su mirada particularmente cambiante, como si viviera: “No os afanéis, que jamás conoceréis nada acerca de mí, no os afanéis más y dejadme descansar”.

Y es que es difícil para cualquier historiador el tratar de hurgar en el pasado basado únicamente en una pintura.. Habrá quien cuestione que existiendo tantos otros retratos y obras de arte que representan a religiosas y novicias anónimas nadie se preocupe por saber quiénes fueron… ¿Cómo es que a Sor Ana María se le estudia tanto? Pero quizás sea que muy pocos de esos retratos poseen esa perfección, esa luz, esa especie de vida y que muy pocos, en fin, llaman tanto la atención al carecer de “ese algo” que un espíritu sensible, artista o conocedor detecta de inmediato.

¿Cómo es que hasta al neófito le impresiona a tal grado esa imagen de la joven y hermosa novicia como para crear multitud de leyendas en torno suyo? Pero tal vez esas historias tengan ciertos fundamentos y en el fondo exista una historia terrible y cierta.

Primeramente se ha llegado a especular acerca del ingreso de Ana María al Real Convento de Santa Rosa de Viterbo, deduciendo que su padre, quizás señor pudiente y noble, la obligó a tomar los hábitos cuando ella, en realidad, estaba enamorada de un joven apuesto, pero del desagrado de la familia. Su padre se opondría terminantemente a dichas relaciones y Ana María se tendría que adaptar a las reglas impuestas por una sociedad estricta y vigilante, aun en contra de sus deseos y del logro de su felicidad. Por ello se afirma que su alma purga una condena al no haber cumplido estrictamente con sus obligaciones religiosas.

En realidad no hay certeza de nada, la inventiva popular ha tejido toda una serie de historias similares con base en el retrato. Se ha llegado a afirmar que a su enamorado le fue permitido, con favor muy especial de la superiora, permanecer junto a Ana María en su lecho de muerte, ya demacrada y enferma a causa de la estricta disciplina a la que la sometieran las reglas del convento.


Estas son las llamadas hablillas de los pueblos, que a partir de una cierta verdad, trastoca hechos y figuras dotándoles de un carácter extraño, misterioso e indefinido, lo que tanto halaga a la imaginación. Es así como surge la mayoría de las leyendas en todo el mundo. Lo único cierto es que el lienzo continúa ahí, desafiando a los siglos mientras se le rodea de leyendas y mitos.

Pintores y escultores la han reproducido en todas las técnicas, historiadores, investigadores, cronistas y escritores la han estudiado detenidamente tratando de indagar en el pasado. La obsesión, bella obsesión por el retrato, es grande, ¡a cuánto revuelo ha dado pie esta novicia por el solo hecho de clavar su mirada azul e inexorable en los curiosos observadores!

Dicen también que el retrato tiene vida propia y que por las noches baja a platicar con sus vecinos, los otros retratos que se exhiben junto al suyo y que al parecer, incluso, tales charlas son de gran amenidad, pues se alcanzan a escuchar ligeras risillas que lanza, de vez en cuando, Sor Ana María. Diálogos que no terminan sino con la entrada casual del sacristán o de algún visitante. Pero si acaso no son interrumpidos por nadie, pueden prolongarse hasta el amanecer.

El lienzo ha viajado a diversas exposiciones, entre las que destaca “Tres Siglos de Esplendor Barroco”, que tuvo como sede la ciudad de Nueva York.

Hoy, que día con día se van perdiendo más rastros del pasado, es cuando mayormente nos corresponde cuidar y preservar esos legados en todo el mundo, pues son inherentes a nosotros y nos identifican con nuestros pueblos, con nuestro ser pasado y presente y nos permiten acercarnos y conocer los testimonios del ayer, mismos que deberemos legar en buen estado a las futuras generaciones.

Y para que acaben de sorprenderse: Ana María cuenta con su propio club de fans, novios y admiradores desde hace varios años y el lema del club es: “Sor Ana María de San Francisco y Neve, la monja muerta más viva que existe”, ¿qué les parece?

Texto agregado el 28-07-2005, y leído por 4641 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-07-2013 vaya, vaya lo que sucede en mi ciudad y ni me entero. Gracias por compartir, e ilustrarme. queretaro
01-10-2005 muy interesante... Lord_Vader
28-07-2005 ***** Ahora, si alguien quiere ser Sor, lo pensaría, o ¿no? Ofin
 
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