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Inicio / Cuenteros Locales / Keiji / 295) Lo restante.

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Despierta Juan, de nombre común más que corriente y la cabeza le dice que se muere de hambre, pero no tan literalmente como suena. Toma un vaso de agua sucia con azúcar y se marcha... Llega tarde a la obra y el maistro le caga como siempre, escupiendo más que palabras hediondas en el camino de dientes amarillos.

Todo transcurre en cámara lenta, retrasado, dentro su cráneo lleno de voces que Juan lleva en su distraída atención, autista pasajero. Pronto termina el paseo y las manos cuarteadas y doloridas indican a su cuerpo ya fue demasiado de trabajar por el día de hoy, sus pies están programados para volver a casa por su cuenta.

La puerta se abre casi sola antes de caerse, y espantados los visitantes roedores se quedan mirando, siguen haciendo sus furtivas actividades y les da tiempo de dejar un recuerdito tamaño de grano de arroz sobre la tabla llamada mesa y sobre el catre que funciona como cama, pero a Juan no importa ya, siempre son los mismos, tanto que hasta le parecen conocidos sus visitantes, ahora después de tanto le parece tan absurdo que resulta divertido.

Cierra la lámina tras su paso, y el vidrio plástico en lugar de romperse se desprende del marco de la "ventana", se come un pan roído por las visitas tan esperadas como bienvenidas ahora, y se dispone a dormir pero no puede, necesita una sesión de regañona para relajarse un poco en los brazos de María, su eterna compañera de las noches solitarias.

Le jala duro de los pelos, y se ahoga un poco, empiezan entonces a cerrársele los ojos y ganarle la risa, mientras extrañada una cuca se le queda mirando, "De que se ríe este infeliz deteriorado" pensará. Viene la risa de comer trompa de payaso y la sed en la boca seca y pegajosa.

Se vienen las falsas paredes encima todo el cuchitril se hace más chico todavía, ahora da unas pocas de vueltas y el techo se viene abajo si Juan recarga la cabeza en su almohada de costal de naranjas vacío. Nada importa ya, porque es ahora cuando empieza a llegar el sueño esquivo...

Lo restante, el despertar de Juan que empieza a abrir los ojos algo aturdido todavía, se incorpora y rodeado de un ambiente extraño comienza a caminar acercándose a un camino, que con libros en lugar de piedras que bordearan la senda marcan el rumbo. Ahora es de día y está Juan en un sendero que en nada se asemeja a su barrio, tan sucio y sombrío que la diferencia se torna abismal con tanta luz y colorido.

Avanzando casi al final de este corto camino, se encuentra Juan un conjunto de flores, les mira interesado y cuales girasoles voltean a verle, unas de reojo, otras descaradamente pero sin prisas. Se acerca y una por una les huele, sutiles aromas percibe en su atrofiada nariz de polvo y cemento, lo invaden prontamente y sus pulmones se embriagan se etéreo enamoramiento.

Una de ellas le resulta de hace tanto conocida… la besa en un pétalo delicado y no dice nada, la acaricia cuidando no lastimarla, sus dedos son tan toscos que arrancarla de un soplo podría sin querer. Mira una más, amarilla y delicada, delgado tallo la levanta y ligero perfume a Juan distrae, la toca con un par de dedos y se desvanece en la distancia volviéndose polvo y recuerdo. Una más le llama desde lejos, una brisa de olor desabrido llega hasta el rostro de nuestro caminante y voltea para mirar una flor ya conocida…

La mira rizados pétalos naciendo de su cabeza dulce inclinada para ver a Juan, siente que platican y de pronto comienza a llorar la flor, a escurrir lágrimas cristales pequeñitos hasta llegar al suelo, que se convierten en sangre ahora, Juan no puede curar su dolor y se aleja nuevamente, no quiere abrazarla, le recuerda demasiadas cosas que siempre quiso olvidar.

La más pequeña de todas le mira desde abajo y al mirarla Juan, se sonrojan ambos y Juan se siente niño de nuevo, mira sus manos y en verdad lo es, un niño de 15 años que recorre solitario este camino de flores perfumadas, se inclina y toma delicadamente a la pequeña flor entre sus brazos, quiere quedarse con ella pero algo le impulsa a seguir su camino, debe al sendero regresar, pero no quiere ni dejarla ni arrancarla de su lecho, es demasiado pequeña y el viaje no resistiría, no podrá sobrevivir.

Resignado deja Juan a la pequeña flor en el costado del camino, tal vez vuelva con los años, tal vez ella le pueda alcanzar cuando madure, tal vez lo restante sea esperar que todo cambie y entonces, esa flor él pueda amar como quisiera poder ahora. Pero debe regresar a su camino, no se puede demorar porque algo más poderoso que sus ganas de quedarse le llama y le impulsa a caminar. Mira al fondo de donde alcanza su visión una pequeña villa en cuanto regresa al sendero que cada vez se ve más grande, seguramente porque él se está haciendo más y más pequeño.


Las casas de la villa están con las puertas abiertas, y sólo esperan a un visitante. Casitas multicolores, ventanas en forma de ojos y paredes pintadas con manos de niños, lleno el ambiente de confianza y armonía, esperanza que cuelga de los árboles floridos y repletos de frutos sinceros. Juan paseó el resto del día tranquilo porque no extrañaba a mas nadie, pero un temblor y una ráfaga de frío lo hicieron abrazarse y sin quererlo despertó…

De nuevo el techo de lámina a punto de caer y un ruido de motor contaminando el ambiente lo rodearon de humo que entraba de la calle por cualquier lado, se levantó del catre y sobre la mesa de latas, tomó más Mary Jane para hacerse un porrito, y debajo del catre sacó unas pastillas, “chochitos pa´l sueño”, se dijo… esto debe funcionar… pensó. Determinado se tomo las pastillas con agua para su extraña sed, y se fumó el porrito más grande de su miserable vida, porque al final de todo, lo único restante eran los sueños que nadie podía arrebatarle, donde prefería vivir dormido, a saberse despierto en esta muerte que algunos llaman vida…

Texto agregado el 28-07-2005, y leído por 170 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-05-2006 Mmmmm es triste, pero es cierto, los sueños son nuestro unico medio para escapar, respecto a la flor, ella es la que tiene que creecer y alcanzarlo, o él debe de quedarse un poco a esperarla y ayudarla crecer? andyengel
28-07-2005 No puedo agregarte estrellas, pero si puedo decirte que el gusto amargo se acrecentó. Muy buen relato. Besitos. Magda gmmagdalena
28-07-2005 Triste relato. Me dejó un sabor amargo. Magda gmmagdalena
 
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