Quien observa bien tanto la noche como el día se dará cuenta de que el sol quema y luego va hacia otra parte.
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Queda siempre la sorpresa en algunos de que un ser tan importante como el astro rey pueda ser tan humilde en su andar siniestro
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En el alba todo queda convertido en humo, los rostros se transmutan..., aseveran algunos, siniestros por sus voces, que lo quemado es absorbido..., se defienden - si es que acaso les interesa hacerlo - con el argumento de que caso contrario cada día sería el primer día.
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Durante una época se creyó que los despliegues de la vida en la tierra hacían el sol. Se creía que los astros mayores (los planetas) eran ángeles ayudantes. Por ello era tan importante ser Papa, era ser el responsable de la gloria o del fracaso del Universo. Pero Galileo colocó (al menos hizo el intento) las cosas en su lugar tumbando la importancia del Papa de su silla (y con ello la aceptación temerosa de sus caprichos). Ahora resulta, para los hombres, en la relación Tierra - Sol, algo análogo a la relación que subyace entre Sísifo y la roca. Que quien cree que el otro es un elemento de su existencia resulta ser un elemento de la existencia del otro: El Sol no es un elemento de la Tierra, lo mismo que la roca no es un elemento de Sísifo, resulta que la cosa es al revés. No somos nosotros los que hacemos vivir al Sol, es el Sol el que nos obliga a vivir y, a sufrir y desilusionarnos... por creernos tantas cosas, pués.