Para los sabios la justicia no es un invento, es algo real aunque no siempre tangible, que subsiste a pesar de todos los inventos de justicia que se hacen los hombres.

Debido a los fracasos de los inventos de justicia por parte de los hombres muchos han llegado a la conclusión de que la juusticia no existe o de que es imposible y, a pesar de eso aparecen nuevos intentos de "poner las cosas en orden", por supuesto: aparecen más fracasos.

El hombre como dador de orden siempre se lleva una sorpresa contra lo inesperado. No hay que contar con lo inesperado porque nunca estará a favor de todo dador de orden; sólo se puede (los más cautos) contar con su existencia y tirar la toalla magnífica que nos han dado del hombre como Ser Supremo, en señal de rendición.

Las cosas no ocurren sólo porque tienen que ocurrir. Las cosas ocurren cuando estamos equivocados - y casi siempre lo estamos - contamos con no estar equivocados porque la razón usualmente parece darnos la razón..., pero la razón sólo abarca lo que vemos y nos convence del valor de lo que hagamos.

Creemos - infantilmente - en la existencia de un cetro para el hombre que más tenga la razón, que ese hombre dictaminará las leyes, que será adorado. Que ese hombre nos dará la libertad. Creemos también que la libertad consiste en la carencia de ese hombre y de ese cetro; en tal caso el cetro se reinventaría. No somos capaces - aún - de concebir la libertad sin un orden ni un orden que no sea dictado ni ejecutado mediante la persuación y la fuerza por otros hombres, intentamos ser justos para que la fuerza quede amortiguada, pero siempre surgirá lo inesperado, algo que se escapa del ámbito de la razón.