Sí, no cabía la menor duda: todo había sido una traición, tal vez podría decirse que una trampa para ingenuos, un pozo camuflado en medio de la escasamente transitada vereda; Como un extraño de pueblo que se levanta en la noche y escucha el llamado del silbón. Se levanta, se viste y su pecho alberga la esperanza de hablar con alguien más. por muy extraño que parezca, por muy diabólico que sea, siempre es posible hallar lo que tiene de bueno. Harto ya del pueblo y sus creencias el extraño busca comunicarse con lo que sea, así sea con el mismísimo diablo... va caminando, siente la fantasmagoría del bosque ¿Está lejos o está cerca? No lleva armas consigo "¿Silbón, Silbón?" llama bajito para no poder ser escuchado por nadie más. El silbón, contaminado por las leyendas que se tejen en torno a sí, cree que se trata de un héroe que desea liberar al pueblo de su propio maleficio. Le enoja esa clase de héroes, le disgusta sobremanera; pero no ve al chico, no se da cuenta de que es un alma solitaria deseando conversar con algo más, y no puede darse cuenta porque el silbón ya tiene el alma podrida. Guía con silbidos y silbiditos y cancioncitas al chico hasta la trampa. Confiado el chico cae.


Pasan las semanas, espíritus solitarios se apoderan de las ramas, hasta la Luna parece querer hablar. El envenenamiento de los pueblos y el envenenamiento de sus fantasmas. No hay nada más peligroso en este mundo que una autoconvicción. Todo muere, las cosas mueren, las personas se pudren en vida, - el silbón perdiendo su silbido - los fantasmas se pudren porque la Podredumbre en sí es más impresionante que los mismos fantasmas, manos ectoplasmáticas están nos siempre cerrando los ojos, nada se ve, a excepción de lo que se pudre y no hay explicación.