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Camilo José Cela decía que en avión la gente no viaja, se traslada. El viaje consiste en moverse sin prisas, en pararse a mirar cualquier cosa que pueda merecer nuestra atención. Los viajes de negocios, los trayectos al lugar de trabajo son meros ejercicios de traslación. Una diferencia similar intuía uno de pequeño cuando su madre le decía que se iba a comprar. Ir a comprar no era lo mismo que ir de compras. El gesto cotidiano, vulgar y utilitario se oponía al arte de ir de compras, al gesto elegante de quien pasa por la vida sin urgencias, de quien disfruta de las cosas buenas de la vida ignorando la fealdad para quedarse con todo aquello que merece ser visto, ser tocado, ser probado. Ir de compras era la expresión del savoir vivre francés en contraposición al saber vivir de las mañanas televisivas para fondistas de la supervivencia.
Ir de compras era un objetivo en sí mismo, un deporte en el que lo de menos era cuántos goles se marcaran. Mirar, seleccionar, comprar... todo reglas de juego del dandy que busca la belleza e ignora el dinero. Algo del todo incompatible con la idea de ir a súper, por supuesto, de visitar el mercado y de la compra a granell.
Sin embargo uno creció y algo cambió, en él o a su alrededor. El deporte se profesionalizó y los resultados mandaban. No ha habido una imagen más horriblemente clara de la fealdad de nuestro tiempo que las interminables colas a las puertas de los centros comerciales a primera hora de la mañana el primer día de rebajas. Preparados, listos, ¡ya! Todos atentos al pistoletazo de salida en una carrera frenética por comprar lo último, por comprar más, por comprar más barato. La vulgarización es es precio que la Democracia tenía que pagar a cambio de la justica social. Lo refinado, lo selecto, se vende ahora al por mayor, perdiendo, además de su esencia, su calidad. La ropa de Zara caduca en pocos meses, si no por no soportar más de tres lavados, porque cada temporada comienza una nueva liga y hay que renovarlo todo para no caer a las divisiones inferiores. Las librerías han ocupado sus estanterías con bazofia para todos los publicos vendida por docenas y la producción en masa ha llegado hasta la artesanía.
La decoración, la moda, los complementos o las rarezas discográficas o bibliográficas fueron en los países capitalistas la expresión de la individualidad de la que carecía la homogénea población de los antiguos regímenes comunistas, cuyas casas y ropas seguían una austera uniformidad que no dejaba lugar al individuo para la diferencia. En la sociedad actual, sin embargo, la libertad de expresión existe, y lo que expresamos es una total carencia de individualidad. Se puede entrar en una casa y saber en que año contrajeron matriomonio sus felices ocupantes por la gama de muebles con que ésta fue decorada. La ropa que vestimos, lejos de diferenciarnos, nos clasifica dentro de uno u otro grupo social marcado con unas reglas que definirán nuestro estilo, nuestros gustos y nuestras costumbres.
Sin embargo la ilusión de la individualidad funciona y todo el mundo pasea con descaro sus desfachateces de principios de mes con el orgullo de un niño felicitado por sus profesores. Ya se sabe que el gusto es la virtud mejor repartida del mundo, aunque sólo sea porque todos estamos contentos con el que tenemos. Cuando las clases obreras lograron el privilegio de tener el domingo libre de ocupaciones laborales imitaron a las clases altas en su costumbre de salir de picnic. Al hacerlo, conservaban sus alimentos en unos recipientes llamados “horteras”. De ahí vino el término tal como lo conocemos hoy. El hortera es aquél que en su inocencia y su mal gusto pretende ser aquello que no es. Y esa inocencia feliz es la que nos proporciona salir de compras: ser lo que no somos, ejercer un buen gusto que no tenemos y reivindicar una individualidad de la que carecemos.

Texto agregado el 28-07-2005, y leído por 160 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-07-2005 Como columnista no tienes precio. Es un texto cabreado, y por defecto, excelente. Es una reflexión para leer con café y porras, y atragantarte. ... nada más que decirte, de momento, hasta nueva actualización de la página... Olvido_Aras
 
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