El autor francés Marcel Proust disfrutó de una infancia frugal y esplendorosa, amado infinitamente en el seno de su familia, poseyó una sensibilidad privilegiada, pero también sufrió mucho a consecuencia de su enfermedad (asma) y su homosexualidad, que a inicios del siglo XX la sociedad censuraba mordazmente.
La combinación extravagante de influencias diversas en la personalidad de Marcel Proust lo hace extraordinariamente interesante para el estudio de su percepción del tiempo, cómo este hombre ávido de lecturas, inmerso en la sociedad burguesa de Francia percibe el inefable y escurridizo transcurso del tiempo. Proust nos comenta acerca del tiempo:
“El tiempo del que disponemos cada día es elástico, las emociones que despiertan en nosotros lo dilatan, las que inspiramos lo contraen, y la costumbre lo llena.”
Marcel llegó a obsesionarse por el tiempo y en su obra concibió una psicología acerca del tiempo.
Todo se origina a raíz de zambullir una magdalena en su taza de té, en ese instante las sensaciones que percibe cuando saborea el dulce desboronándose en su boca, logran retirarlo del presente inmediato, de la realidad que vive, incluyendo pesares, angustias y circunstancias, para rememorar un estadio en el pasado de placidez, armonía y amor. Proust había logrado revivir un tiempo pasado de su infancia, en el que la magdalena y el té constituían sensaciones irremediablemente conectadas a un estado de sosiego, en el que sentía incorporado plenamente a todo lo que lo rodeaba, madre, ternura, sabores, hogar, etc.
Mediante sus sensaciones logró el escape del mundo, esa huida del mundo es conocida como éxtasis, Marcel alcanzó a derribar la barrera del tiempo, para regresar a un tiempo pasado exultante de dicha y felicidad.
En su biografía André Maurois, anota al respecto:
“…Al reconocer aquel sabor surge ante Marcel toda su infancia, no ya en forma de recuerdos intelectuales desprovistos de todo vigor, sino sólida, vigente y aún pletórica de las emociones que le conferían su encanto.
En ese momento el tiempo es reencontrado y a la vez vencido, ya que un fragmento entero del pasado viene a convertirse en un fragmento del presente...”
Proust anunció que, en aquellos instantes que nos encontramos en sintonía con la esencia más auténtica de nuestro yo, ocurre un registro en el alma que en un futuro puede reactivarse, tan profunda e intensamente, que nos hace volar en un viaje a través del túnel del tiempo, nuestras sensaciones logran el rescate de un fragmento sublime del pasado que, reinstalamos en el presente, con la remembranza de las mismas sensaciones que sacudieron nuestra alma, con lo cual desbordados de nosotros mismos declaramos que vencimos la barrera del tiempo.
Ninguno de los lectores de estas breves líneas ha escapado por más descuidado que sea, de sufrir de estos deslizamientos del tiempo, que logran hacer retornar esos lapsos que nos embelezaron para revivirlos en un presente fuera de contexto. Así, cuando escuchamos una canción que nos recuerda las vivencias de algún amor dejado en las páginas del pasado; o una fragancia que nos confiere un boleto directo a un lugar distante, pero que excitó nuestros sentidos; en conclusión, los objetos y las personas no están ubicados en el espacio, sino en el tiempo y cuando la conexión con la realidad del mundo exterior se hace tan nuestra nos funde una huella en el alma, como tocada por un metal candente, entonces, en el futuro surgirá eventualmente la experiencia de derrotar el tiempo, rememorando ese fragmento en el que escapamos de la existencia y del mundo en estado de éxtasis.
Autor: ENRIQUE GUILLÉN NIÑO
Obras:
1.- Razones Para Abandonar La Razón. Editorial Comala. Caracas. Venezuela.
2.- Portarretrato de Una Voluntad Irresistible. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid. España.
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