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La tarde del 18 de abril de 1960 en la cafetería que se encuentra en la esquina que forman la calle Bekman y Farrow, Esteban Merlót atendía una invitación de su antiguo compañero de colegio German Bastos, a una discusión seria, sobre la teoría del cambio paulatino de dirección de la tierra, basada en la salida tardía del sol, en los amaneceres del 29 de febrero. En la mesa humeaban tres tazas de café, una la que tomaba Bastos, otra sin tocar de su acompañante y una más a medio beber en el lugar vació de la mesa para cuatro, el aún no ordenaba.

De un maletín negro de piel, Bastos extrae un pergamino antiquísimo, que evidentemente algo tenía que ver con un calendario; mientras le mostraba un punto resaltado por la misma tinta que lo había escrito, le hacía una reseña breve, de la conclusión a la que habían arribado un grupo de especialistas en simbología antigua, contratado por él, para establecer la fecha que aquel punto indicaba. Bastos se sorprendió de sus propias palabras, cuando Merlót alzo la voz para interrumpirlo, -¡es el día de hoy!- la idea en su memoria lo engañaba, puesto que habían pasado más de tres días, desde la concepción del método utilizado para establecer, el tiempo transcurrido, del punto de determinación de inicio del calendario y el resultado final, que en efecto aducía al 14 de abril.

La repetición matemática del método, sin embargo, arrojaba un nuevo resultado, el calendario se recorría ajustándose al presente.

Bastos infiriendo interiormente que había sido victima de un engaño, disolvió la tertulia y se despidió abrumado.

Aquella tarde camino a su casa, creyó haber recordado de pronto, el fragmento faltante de una canción, que en días anteriores le había fatigado la memoria, cuando encontró en el cajón del buró, en la biblioteca, el papel donde había escrito la parte que si recordaba, se dio cuenta que era la misma que ahora se le revelaba como nueva, hasta ese día permaneció inconclusa. Esa misma noche durmió intranquilo y soñó exactamente la misma escena de la noche anterior, donde tres desconocidos insistían en llamarlo con otro nombre, después de aclarar que su nombre verdadero era German Bastos Aquileo, sus interlocutores se reían de la broma.

Cuando se hubieron olvidado de la intrascendencia de la denominación de los hombres ilustres, el que terminaba su café se puso de pie y en un intento de halago, rememoro minuciosamente, una larga lista de sus logros más importantes, relacionados todos, con su ingenio inagotable. A pesar de estar seguro que aquello que escuchaba era totalmente ajeno a su persona, no se molesto en aclararlo, por que una vanidad vehemente se apodero de él.

Extasiado todavía, se despertó, era otra vez la madrugada del 18 de abril de 1960.
Al salir de la pieza donde había dormido placidamente, una intuición extraña le indico, que aquella casa no era la de suya, Erasmo Reverte, uno de los criados, le recordó que por la tarde tenía una reunión importante en el café de la calle Bekman con alguien de apellido Bastos, en el camino al lugar, poco a poco recordó, que su nombre era Esteban Merlót y que su esposa se llamaba Rosario.


El relato anterior es en realidad un sueño, e inicia como suelen empezar los sueños, desde una perspectiva ajena de espectador, espectador éste, que sabe la razón que da motivo a la escena, estableciendo un tiempo y un lugar. Luego figura un rasgo inusual para sostener una escena posterior. El personaje activo es siempre Esteban Merlót, y el sueño parte de una cita real concertada con un amigo, de la cual ignoraba el motivo.

En el sueño inventa uno realmente asombroso y lo enriquece con una serie de hechos que el interlocutor soñado le da a conocer, aquellos que escucha asombrado, como si no fueran producto de su propia imaginación; es este el momento en el que pasa de espectador, a parte activa en la historia, asumiendo el personaje que ocupa su verdadera identidad.

En su papel de receptor, es capaz de razonar una serie de actos concatenados y matemáticos que arrojan un resultado lógico, producto de los pasos indicados por su interlocutor (Bastos). Termina la participación del personaje con su nombre, cuando se acaban los argumentos, con motivo de su ignorancia del caso y se transporta al de su compañero, aquel que le hizo la invitación; talvez con la finalidad de dar una causa cierta a la ultima expresión de éste, antes del cambio.

Da inicio la personificación de Bastos, agregando otro suceso inexplicable y misterioso, para el que no tiene una respuesta: ante la falta de esta respuesta, reacciona provocando una salida a la situación que no puede manejar en ese momento.

Enseguida, agrega un pequeño pasaje inexplicable también, y absurdo, la contraparte de algo que en realidad le sucedía a menudo. El hecho de recordar que el momento que vivía le había sucedido con anterioridad, exactamente igual, se le revelaba ahora ala inversa, cuando establece que ha recordado algo nuevo, que en realidad era lo mismo que había olvidado y que se suponía debía recordar nítidamente, luego da por terminado el tema estableciendo un fin (hasta ese día permaneció inconclusa).

Mas adelante da lugar a otro sueño, dentro del sueño anterior, continua sin embargo, con la identidad de Bastos. En el segundo sueño recuerda haber soñado ya ese mismo sueño, y lo repite recordándolo; agrega una escena confusa, incluso para él: Le da identidad al hombre que faltaba en el lugar de la mesa donde estaba el café a medio beber, su cuerpo corresponde otra vez al de Merlót pero no lo sabe, (este es otro sueño suyo, donde si es él). Continua creyendo ser Bastos; cuando lo llaman como Merlót trata de aclarar la equivocación, cosa de la cual se ríen sus contertulios, por la evidencia de los hechos que los hace pensar en una broma.

Sale a escena el personaje recién establecido, faltante en la escena inicial, para halagarlo. En su interior sigue convencido de ser Bastos, entonces, piensa que los halagos debería ser hacía la persona de Merlót, pero no lo dice: por fin despierta.

El hecho de estar tan convencido de ser otro en el sueño, le hace percibir las cosas extrañas en la realidad, luego alguien le recuerda que la reunión aún no había sucedido, cuando se dirige a ella poco a poco recuerda quién es.

Se cumple el deseo que tanto añoró en el sueño, llegar a ser alguien que creía que no era, aquel que recibía halagos, aún cuando era otro, movido por la necesidad agotadora, de quienes tuvieron el privilegio de conocerlo, de hablar a su favor, con quien fuera, donde fuera.


Nos encontramos forzando la realidad, y queremos transformarla, inventarla, aunque no tengamos palabras suficientes para ello, pero la fantasía nos acecha peligrosamente, oculta en la inconciencia. Sin embargo, tendremos que aceptar que a un hombre no le puede pasar en un sueño, lo no es capaz de imaginar.



Texto agregado el 27-07-2005, y leído por 241 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
22-06-2006 Vaya que descripciòn,me aclaras dudas, creo que poseemos las suficientes palabras para idealizar una realidad soñada e imaginada aunque sòlo sea en nuestra fase de la inconciencia, mis ***** cafayate
15-08-2005 Haces muy buen análisis del proceso de los sueños. Coincido en que fluiría mas suave el texto si los divides en párrafos. Te dejo mis **** Peter_6
02-08-2005 es realmente una interesante forma de narrar pero lo malo es que esta muy junto por las cosas de la pagina y es un poko dificil de leer separalo en parrafos para no tener que esforzar tanto la vista espero ver mas textos tuyos pues son en verdad refrescantes mis * icarus003
27-07-2005 buena trama, bien narrado, entretenido, una lectura agradable. para mis ojos me hubiera gustado separar un poco más el texto, para que no queden tramos tan largos pero que brilla solo brilla solo, un placer leerte.- JuanitaR
 
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