Abro el archivo de mi alma. A lo largo de un idílico camino soleado y arbolado, mi imaginación coloca a mis personajes amados. Voy pasando delante de ellos que, al costado de la ruta, con los brazos extendidos esperan que los rescate y les otorgue un lugar de privilegio.
Me resulta imposible medir desde lo afectivo ese medir ese torrente cálido que me brota del pecho y los abraza a cada uno con idéntica intensidad.
No son menos ni más, son AMADOS. Podría hasta llegar, hilando muy fino, a descifrar cuánto hay en cada uno de ellos de narcisismo, en tanto amor a mí misma, o de admiración por lograr lo que en mí se traduce como frustración o imposibilidad. Tampoco creo que eso me importe demasiado.
La pasión, el amor, se sienten o no, pero lo que si no hacen es explicarse.
Esta selección se basa en el azar o en ese juego causal del inconsciente que seguramente alguien calificado en la materia entenderá, pero definitivamente, éste no es mi oficio.
- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - - - - - - -
Las utopías son como la línea del horizonte. Uno camina un paso hacia ella y se aleja un paso más, otro y se sigue alejando.
- Entonces, ¿para qué sirven las utopías?
- Para eso mismo, para seguir caminando.
Eduardo Galeano, “Patas arriba, el mundo del revés”
Apunte bien soldado, va usted a matar a un “HOMBRE”.
La ráfaga desgarró el silencio. Ese estruendo, tan certero como canalla, abrió una brecha en la historia, ya nada sería igual.
-¡Que no es tan fiero el león! – dicen que dijo – No es tan fiero el león como lo pintan...
Pero la fiereza del león atravesó su pecho inmortalizándolo. Fue perpetuidad y gloria. Un miserable disparo convirtió al hombre en un icono romántico, un estigma de una época donde todo era posible, empezando por lo imposible.
Te quedaste para siempre, arraigado en nuestros corazones, con tu boina ladeada y esa mirada profunda dirigida al horizonte, señalando la utopía, recordándonos que no debemos dejar de caminar.
A los 18 años, trepado en una motocicleta te fuiste por los senderos del mundo. Cruzando la cordillera, escribís una carta donde hablás de los ojos de los campesinos. Pienso que allí vislumbraste tu meta. Tu misión en el mundo fue revindicar toda la pureza e inocencia mancillada que hoy traducían esas miradas saturadas de sumisión y tristeza. Tu sensibilidad leyó el mensaje y solidariamente aceptaste el compromiso. Te lanzaste a rescatar a los desposeídos del mundo y lo harías a tu manera: a fuerza de fusil y lucha armada.
Así viviste, siempre al borde, pasional y coherente. Indiscutible más allá de las ideologías. Íntegro, sólido por convicción o a lo mejor porque hasta tuviste el tino de morir sin tiempo para dar la vuelta, cargando en la mochila con por lo menos una que otra justificación tibia, honrosa, estúpida, e imperdonable.
La mayoría que enarbolaba tu bandera, hoy nos transformamos en SOCIAL-DEMÓCRATAS.
Pero vos, CHE, fuiste lo que fuiste, lo que quisimos que fueras, lo que quisimos ser, lo que deberíamos haber sido si no fuéramos tan así.

- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - - - - - - -
José Saramago me regaló, desde un reportaje otro personaje amado.
A la consabida pregunta de ¿porqué se “había hecho” escritor, contó una escena que según dijo lo marcaría para siempre.
Su abuelo, fue un humilde granjero que vivía en Lanzarote.
Estaba muy enfermo, en su cama acompañad por su esposa y su cerdito preferido. De pronto se levantó y tambaleándose, salió y abrazó a cada árbol que él había plantado. Volvió a su lecho y murió.
La imagen de este hombre primario, conectado desde su esencia con la naturaleza. Esa necesidad de cerrar su ciclo vital reafirmando la estructura de su identidad desde la tierra, los árboles, sus animales, su mujer, su muerte. Ese sentimiento quiere intentar el autor que trascienda a través de la literatura.
- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - - - - - - -
Dos personajes, dos armas diferentes, las letras y las balas. Los dos remiten al rescate de lo primario. El hombre en estado puro en su hábitat. El ser no contaminado por falsas necesidades creadas culturalmente por la sociedad de consumo. Él es dueño absoluto de la naturaleza en tanto es parte de ella. Nadie debería quitarle, comprar o vender lo que le pertenece desde antes de si mismo.
Ambos defienden la hombre de la explotación y la esclavitud a la que hoy nos someten los imperialismos más salvajes y atroces.
Sutilmente los tiempos modernos vistieron a los esclavos con cuello y corbata y los sentaron horas frente a computadoras por salarios e hambre.
Estamos en la “era de las comunicaciones” y ya no se leen las miradas, no conmueve el dolor; las manos por lo general están excelentemente cuidadas y sólo sirven para lucir anillos...
- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - -- - - - - - - - - - - - - -
Debe ser por todo esto que muchos de mis personajes amados perteneces a esa hermandad de dinosaurios inmersos en una vorágine en la que nuestros hijos sobreviven como pueden y a la que, por una cuestión de edad, algunos podemos darnos el lujo de no pertenecer.
A otros, como vos, Che, la muerte los excluyó piadosamente. A los elegidos, los mejores, se los llevó el genocidio o algún fusil asesino.
Nosotros desde acá hacemos lo que podemos o lo que nos dejan. De vuelta, con demasiada muerte, justificando lo injustificable.
Febriles consumidores de objetos inútiles, abriéndonos paso a los codazos, esperando...
Esperando otro Mayo Francés, algún guerrillero loco, o un viejito que abrazando un árbol redescubra el sentido dela vida.
Ojalá sigamos caminando sin perder de vista el horizonte.
A lo mejor de vez en cuando tendremos la dicha de encontrar y volver a elegir algo verdadero.
Hasta la Victoria CASI siempre, amado Comandante.