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Hace frío. Son las 6:55 de la mañana y el termómetro indica 16 grados. La gente corre en dirección al centro de la ciudad. Todavía queda más de una hora para el comienzo del encierro.

Me duele el estomago y tirito. Pero ahora es de miedo. Han pasado 65 minutos y oigo el estruendo del primer cohete. Significa que la puerta de los corrales del gas se ha abierto. Gritos en la calle. Carreras. Muchos no saben a donde deben dirigirse. Empujones. Intento mantener la calma y permanecer en mi sitio. Tengo cerca una ventana. Segundo cohete. Todos los toros han salido. Doy unos saltitos nerviosos. No creo que pueda calentar mis músculos ya. Me queda como mucho un minuto hasta que lleguen a mi lado. Más empujones. Los gritos ahora ya no son de alegría son de preocupación. Oigo cencerros a lo lejos. El corazón se me acelera. Dudo sobre si subirme a la ventana y dejarlos pasar o empezar a correr. Me quedo clavado. Veo a la gente correr hacia mí. No me muevo. En mis oídos se ha hecho el silencio. Escucho mis latidos solamente y un amortiguado fragor de pezuñas golpeando el empedrado. Me doy la vuelta y empiezo a correr. Todo lo que puedo. Agarro con fuerza el periódico. Ahora empujo a alguien a mi derecha y salto sobre un caído. Miro hacia atrás pero todavía veo mozos. Me empujan hacia la pared pero intento volver al centro de la calle. No veo los toros. Vuelvo a mirar. A dos metros a mi derecha hay un toro jabonero. Casi lo confundo con un cabestro. Detrás de mí hay varios mozos y detrás de ellos adivino figuras negras. Me empujan en la espalda y casi pierdo el equilibrio. Empujo yo también a los de delante y supongo que grito pues me oigo una voz ronca que me parece muy lejana. Ahora mi corazón va muy deprisa. Puedo sentir como la sangre se desplaza por mis venas dando vida para que mis músculos salten, corran, frenen...estén dispuestos a todo. Me parece haber pasado la bajada de Javier. Estoy a media Estafeta. Nunca he corrido tanto. Miro atrás. Uno de los mozos parece retirarse. Acelero. No se como pero lo hago. Utilizo los brazos para seguir apartando gente. Estoy sudando y tengo la boca seca. Me molesta la ropa, las zapatillas y la camisa. Ahora me sobra hasta el periódico. Pero no lo tiro. Miro atrás. Está ahí. Apenas nos separan dos metros. Intento salir de su línea. Me voy hacia la derecha. Una zapatilla aparece delante de mí, a la altura de la ingle. Con el salto la evito pero mi pierna derecha la roza. Trastabillo. Gracias a Dios hacia la pared. Caigo en blando. Después otros corredores caen sobre mí. Mi cara vuelta hacia el centro de la calle ve pasar a los toros. Solo tengo libre el brazo que sujeta el periódico. Nos levantamos despacio. El segundo del orgasmo ya ha pasado. Hoy lo he rozado. Quizá mañana tenga más suerte. Me duele la rodilla y la espalda. Alguien ha debido pisarme. No consigo relajar mi respiración y escupo la saliva porque no puedo tragarla. Doy dos bocanadas grandes y me apoyo en la pared. Por esto espero todo el año.

Por esto esperaría una vida.

Texto agregado el 27-07-2005, y leído por 115 visitantes. (1 voto)


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