El ronco bramido de un faro inunda el ambiente cuando la "Antonieta II" -cuentan que así la bautizaron en honor a una mujer muy bella-, ruinosa barcaza que un día fue orgullo de su propietario, atraca en el muelle; al igual que la embarcación, la añeja estructura del atracadero refleja con certidumbre el paso del tiempo. El quejumbroso muelle constituye el centro económico y social del pueblo dedicado enteramente al mar. Allí se congregan las mujeres, algunas jóvenes, otras ya no lo son, a la espera de sus hombres, hombres rudos que retornan a casa hambrientos de amor tras de haber pasado dos, tal vez tres días con sus noches en faena de mar; allí están los comerciantes de la comarca, a ellos les ocupa comprar barato el mejor pescado antes que su competidor se los pueda ganar; los alijadores van y vienen, llevan a cuestas pesados contenedores rebosantes de sardinas; mientras, los niños corren de aquí para allá estorbando a todos y pateando un balón que no es más que una atadura de viejos trapos.
Hacia el Este, justo donde comienza el malecón, está la taberna de Don Julián con sus mesas sobre la acera, mesas que invitan a los pescadores a refrescar la garganta apenas pisan tierra; desde una de éstas, siempre la misma, como si hubiera adquirido los derechos con el paso de los años, Don Ventura, viejo "lobo de mar", recrea sus vivencias para quien las quiera escuchar a cambio de un tiesto de aceitunas y tabaco para su pipa encender, algunos dicen que todo lo que cuenta es la pura verdad; otros, que tiende a exagerar, lo cierto es que se ha convertido en todo un personaje que observa desde allí el transcurrir de los días.
Pero también acuden al muelle las prostitutas; se ofrecen a los faltos de mujer que desembarcan con una necesidad. Las hay para todos los apuros, algunas venden juventud, otras placer, unas más experiencia, otras... otras no tienen qué ofrecer. Allí está la Toña con su vestido tan entallado que parece va a reventar, con su cara gorda y repintada, con sus carnes desbordadas que transpiran aroma de mar; sonríe y se esmera para llamar la atención de los mozos imberbes.
Ya el sol se oculta bajo el horizonte, poco a poco el muelle va quedando vacío; del bullicio del día poco queda ya. Allí está la Toña, ya no hay a quién coquetear... Por hoy se agotó la esperanza, a casa ha de volver.
--¿Nada Toña? --Le dice Don Ventura al pasar.
--Los tiempos cambian Don Ventura.
--Los tiempos cambian Toña, ¡vámos! come estas aceitunas y ve a casa.
--Gracias Don Ventura, quizá mañana...
--Quizá Toña, quizá...
En Cancún, costa mexicana del Caribe.
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