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Liebreros


La noche había llegado con amenaza de mal tiempo, empujando cerrazones, gritando truenos lejanos y aullidos, como si salieran del fondo de la tierra misma, como si metiera al caserío dentro de un agujero húmedo.
De una bolsa que apesta, de una pesadilla.


En la radio suena música y descargas eléctricas que después rebotan como fantasmas en la caja de resonancias del rancho y se van, mueren, en el piso de tierra apisonada.
El tufo de los perros que duermen amontonados calientan las penumbras. Debajo de la frazada se mueven, deformándola, los huesos fríos del padre y del pibe en busca de calentarse.
Pilquiman respira boca arriba. Con los ojos abiertos aguanta el dolor de la miseria en la espalda, que en las noches -como una maldición- le baja por las piernas ahuyentándole el descanso.
Cuando apagó la radio le aparecieron los sueños y fueron como caricias.

Tardó en amanecer, la luz creció con nubes bajas casi al alcance de la mano y cargadas de lluvia. El viento siguió dormido, recostado sobre el espejo de los charcos.

Salieron temprano, moviéndose sin pereza, no dejándose abrazar por el frío.
Los perros ya corrían salpicando barro, oliscando el aire.
Largando un chorro de vapor cuando se paraban buscando en el horizonte, con las bocas abiertas.
Las gotas mansas, pesadas, comenzaron a despertar la mañana incrustándose en el reflejo de ese cielo blanco.
Y en la tierra gredosa.
Pilquiman y su hijo caminaron callados, se escuchaba solo el sonar con fuerza del aire que les entra por la nariz y por la boca.
Tenían los ojos fijos en ese horizonte aun no resuelto por la claridad, y por los cañadones que se empezaban a distinguir, arrugando la tierra.
Los ojos que buscan y el pecho agitado se detienen cuando llegó la voz esperada:

- ¡Ahí salió una...!

Gritaron casi a la vez, y los cinco perros saltaron disparados hacia la liebre que aparecía y se perdía entre los neneos.
Uno solo ladró en el arranque, el más cachorro.
Los ojos siguieron fijos, sin perderla.

El padre y el hijo apuraron la marcha en un trote, entorpecido por las botas de goma atadas con trapos en la caña.
Cruzan el alambrado de la estancia Pilcañue, el camino quedó atrás como una línea parda brillando.
Mojada.
En el color del paisaje mezclado con las nubes, el movimiento de la acción de caza, apareció como un aura mística.
A la inmovilidad le apareció la vida.
Un alboroto y gruñidos de pelea le llegaron entre el aire fantasmal de la neblina. Chillidos lejanos.
Como saliendo de adentro de un pozo.

-¡ La’garraron!

Gritó el pequeño, tratando de ver sin ver, en la distancia.

- Apurate...

Ordenó ahora Pilquiman, y apretó el palo que lleva en la mano. Ambos corrían ziszagueando entre las matas.
La llovizna pega como escarcha, les hace moquear la nariz en un quejido y cerrar los ojos.
Sonríen.
En el rostro del niño el gesto se mantiene unos segundos, señala con el dedo y sí, es una verdadera sonrisa.

Entre ladridos se acercan al manojo de perros excitados, que más hambrientos que feroces se disputaban la liebre. Gruñidos de amenaza y dentelladas no le dejaban ver la presa.
Solo sangre en el barro y pelos arrancados del cuero.
El palo del hombre calado por el agua bajó furioso contra el lomo del Falucho, que se arqueó por el golpe, y giró buscando morder.
Ahí ligó el segundo palazo, ahora en la cabeza, que lo dejó tumbado, aullando.
Los otros galgos aprovecharon la acción y se llevaron la liebre, a pedazos. La desgarraban mirando el garrote en la mano del paisano.
Desconfiados.

- Dejalos que se la coman, están pasados de hambre

Habla y recupera el aliento, respira a bocanadas y piensa en los siete pesos que le pagan por liebre. Pero entera.
Para exportarla a Europa.

-¡ Hay que llegar más rápido, o nos quedamos sin nada!

Dice con un tono de esperanza y apunta con el palo en dirección de los animales.
Trata de ocultar al hablarle la fatiga y el hambre.
Se aprieta la palma contra la boca y dejó desinflar en ella el calor de un eructo de aire tragado en la carrera.
Hincó una rodilla en la greda, y buscó con los ojos la silueta de los cerros marcándose.
Dibujándose, como amigos que aparecían para salvarlo.

- La próxima hay que correr más ligero...

Dice después, y le apoyo una mano tiritante en la espalda. Trata de sonreír buscando los perros que ya se habían apartado olfateando, pero sin poder evitar esas gotitas de angustia que se le juntan en los ojos, cuando lo ve al pibe así, mojado y temblando entre el barro.

(2005)

La “Estancia Pilcañeu” queda en el sudoeste de la Provincia de Río Negro (Argentina) sobre la ruta 40, a menos de 100 km de la ciudad turística de San Carlos de Bariloche.
Tiene una superficie de 50 000 hectáreas y es la de menor tamaño que la Empresa Benetton (Textil Italiana) posee en la Patagonia, en ella se crían 30 000 ovejas.
La zafra lanera (esquila) del año 2004-2005 fue de 115 000 kg, lana que se exporta en bruto (de la oveja al fardo de transporte para exportación) sin ningún tratamiento que de trabajo a la población de la zona.
El kilogramo de lana en estas condiciones (sin valor agregado por ningún procesamiento textil mínimo) tiene un valor de 3 dólares.
El casco del establecimiento se encuentra a menos de 10 km de la localidad de Pilcaniyeu, uno de los asentamientos más pobres de la Línea Sur Rionegrina.
Gran parte de sus pobladores desocupados, sobreviven el invierno cazando liebres europeas (especie exótica traída por los inmigrantes hace más de 200 años). Que luego se exportan para consumo humano principalmente a restaurantes de la Unión Europea.
Quienes las acopian pagan a los “liebreros” siete pesos por animal en buenas condiciones (algo así como dos dólares y medio).
El promedio de animales capturados por pobladores de la zona que no utilizan armas de fuego (solo perros galgos), por día, es de cinco o seis liebres.
Según referencia de los propios cazadores la distancia promedio que deben desplazarse para llegar a ese número de capturas oscila los 30 y 40 kilómetros, en la irregular topografía de la precordillera.
Uno de ellos es este personaje de ficción (Pilquiman), en el cual con su apellido Mapuche y su condición de marginado quiero con este pequeño relato dar a conocer a mis amigos.
A los cuales agradezco que me lean.

(Dedicado a mi amigo Eddy Larrieu, compañero de viajes y pasiones hidatídicas)



Texto agregado el 27-07-2005, y leído por 736 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
06-08-2005 Testimonio duro, como la realidad misma. Muy bien logrado. Un abrazo lilianazwe
02-08-2005 A mí me dejó cierta angustia en la boca del estómago. Este cuento pinta en la mente del lector paisajes en los que pueda acaso esperarse lo más terrible y lo más maravilloso. Y pinta personajes para los que sobrevivir es realmente una lucha diaria; creo que abundan esos personajes. El suyo es un bonito tributo y voy a dejarle cinco estrellas por todo. Saludos. Calamitatum
30-07-2005 De excelencia amigo patagónico, cuanta verdad, sin duda alguna, los Pilquiman que realmente existiran, bajo explotaciones foraneas por esas costumbres de personas abandonadas a la buena de Dios, por obra de los gobiernos que hemos tenido defendiendo la celeste y blanca. Como dice Islero ya, tendrán sed, por las dudas a se vienen. Hace mas de 30 años que se explotan los liebreros, en La Pampa, no se si aun está, el frigorifico Vizental (capitales alemanes), les daba las balitas 22 y dolar por cada liebre, que ellos elaboraban, envasaban, exportaban también sus cueros. Este cuento es un homenaje, para esos Pilquimanes, que todavía son explotados en sus propias pachamamas. Carajo !!!!.....que buen escrito amigo. Mis ***** estrellas emocionadas para ti. chilicote
30-07-2005 Excelente trabajo, Carlos. Diría Horacio Guaraní (quien no es santo de mi devoción, pero lo respeto) "Si se calla el cantor ... " Es, en mi concepto, el mejor destino que puede tener la pluma de un poeta, sin dejar de reconocer su valor artístico, estético, estilístico y demás. Quienes conocemos esas latitudes sabemos cómo vive allí esa gente, cómo nos han vendido el cashmilon, el ban-lon y el per-lon con su supuesta superioridad sobre la lana, la cual ya era una materia prima obsoleta, poco práctica, cara, "se apelmaza al lavarla" cosa que no ocurre con los plásticos. Claro, la compraban los ingleses de tontos que eran, obviamente; ¿de qué otro modo se podría comprar una mercancía tan inconveniente? Y así nos han impuesto toda clase de porquerías en nuestra indumentaria y en nuestra alimentación, por no hablar de la cultura ... desvalorizando siempre nuestras cosas "que dan pérdida". Y todo a vista y paciencia de nuestros gobernantes. Es para llorar, o para largar una tremenda carcajada festejando nuestra propia estupidez. Desgarrador el relato, felicitaciones, mis estrellas. saraeliana
28-07-2005 Hay que ser Naturaleza, para escribir esto, carajo! Que nos coman la Unión Euorpea y los Japonenes, ya verás los vómiotos que tendrán..muy pronto...Por eso andan en busca de agua dulce. ¡Ay, mierda! Mis felicitaciones, NATURA-NATURANS, perdoná estos latinazgos; pero los sudacas, hoy tenemos más conciencia histórica (planetaira) que varios países desarrollados. Mis 5 * Máximo islero
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