Un día no muy lejano llegaste a mi vista,
tus ojos hablaron en silencio,
tomaste las manos
regalaste una sonrisa.
Del brazo de nuestras cinturas
me llevaste a tu jardín encantado.
Ahí miré como cultivabas rosas rojas
que adornan las sienes de tu alma.
Melodías recorrieron la piel
acurrucándose en vetas
del adormecido cerebro.
Volvió a parpadear el corazón
con fuerza de juveniles días
de vida pintada en el rostro.
El verbo se hizo sangre, sólo para ti,
eres sueño, realidad.
Con tus pétalos en mi templo miraremos el amanecer.
Texto agregado el 19-09-2003, y leído por 266
visitantes. (4 votos)
Lectores Opinan
19-09-2003
Estimado, he puesto 5. 1) Por la belleza singular del texto 2) Por el uso superlativo y exquisito de la metáfora. 3)Por el ritmo 4)Por el clima intimista que va rodeando al lector 5)Por ese "renacer" que va de piel a neurona. Estupendo trabajo. Leerle es una cita con el placer de la buena literatura hache
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