MANIFIESTO POSTNIHILISTA
Nihilismo
Al formularnos la interrogante acerca del postulado Nietzscheano de mayor incidencia en el pensamiento contemporáneo, sin lugar a dudas, el sitial de honor lo ostenta el nihilismo. Nietzsche magistralmente delineó los factores que lo componen, a saber: la muerte de Dios y el drama que conlleva, el cual ya había sido presentado por Fiódor Dostoiésvski en Los Hermanos Karamázov cuando sostiene que los hombres son como reptiles, se devoran unos a otros, y de estar todo permitido, entonces, ¿qué será de la humanidad?
Nietzsche responde satisfactoriamente a la inquietud de Dostoiésvski, cuando anuncia la muerte de Dios como la inefectividad de la articulación teológica para enlatar a la voluntad. La religión perdió la capacidad de coacción sobre la conciencia mediante la siembra del sentimiento de culpa, la mala conciencia y el resentimiento; y por ende sobre la conducta humana, su temibilidad se esfumó para siempre. Simultáneamente, la dialéctica alumbró la sustituta de la fe, esa sustituta fue la justicia, ideal precioso, pero inhumano por ser ajeno a nuestra naturaleza. De ambos ideales, la mística y la justicia nos hallamos agotados y sin aliento, nos comenzamos a percatar de la imposibilidad de alcanzar el otro mundo (más allá) y el mundo perfecto (justo).
A pesar de la flacidez del argumento religioso, siguen arraigados en el hombre y la mujer contemporáneos el ideal, el cual sobrevive como vestigio del naufragio del ideal platónico, cristiano y romántico, vertido en la moral, la familia, el estado democrático y la iglesia. Ese ideal no es más que el engendro de nuestras propias deficiencias, tal como lo manifiesta el abogado y filósofo Paul Rée a Nietzsche, en carta del 25 de diciembre de 1878: “… la tesis según la cual nuestras deficiencias ven el ideal, es tán cierta que toda la historia de los sentimientos morales debería tomarla como punto de partida. Si, primero vemos el ideal, y a continuación llamamos deficiencias a las propiedades que están en contradicción con él. Es así que nuestras insuficiencias crean el ideal y de otra parte, el mal radical…”
El abrazo desesperado del sujeto al ideal y en especial al ideal deducido de justicia, como la cumbre de la articulación dialéctica, no hacen más que ensalzar al nihilismo. Entendido éste, como esa sensación de ausencia de propósito en la existencia, de decadencia y cansancio, el llamado espíritu de la pesadez por Nietzsche.
Recapitulando al estilo de Kierkegaard, quien sostiene que es mejor avanzar despacio, que perder la meta. Entonces, los elementos que condimentan al nihilismo son: la muerte de Dios, o mejor dicho su suicidio debido al desgaste de la manipulación premio y castigo postmortem. La vigencia de ideal-espejismo llamado justicia, que impregna a la existencia humana de insatisfacción, espera postergada y asfixia.
Paso seguido Nietzsche nos regala las muletas para iniciar la superación de ese nihilismo. Una de las muletas es la transmutación de todos los valores, el primer vaso comunicante entre el nihilismo y la Voluntad Irresistible Postnihilista. Ahora bien, ¿qué entendemos por la transmutación de todos los valores? El abandono de una moralidad de la generalidad (del rebaño), moralidad pensada, hija del pensamiento abstracto y del cálculo, que marginó a nuestra naturaleza y nos trató de convertir en acérrimos racionalizadores y negadores. Tal moralidad se impone como fórmula de aceptación social, esa moralidad exógena a la naturaleza humana se nos presenta mal vestida, vetusta, empolvada y fosilizada, porque su condición primordial es disecar la vida.
La moralidad de la generalidad ha de ser sustituida por nuevas tablas, las cuales están conformadas por los valores que el individuo es capaz de otorgarse, a partir de su fuerza o fuego vital y en plena armonía con su más espontánea naturalidad, es el tan esperado regreso a la tierra.
El hombre y la mujer contemporáneos al realizar una interpretación creativa de su realidad, tienen la fuerza de imponerse sus valores, más allá del bien y del mal, sólo así podrán volar, tener pies ligeros para bailar y propinar la derrota más contundente al espíritu de la pesadez.
La otra muleta que nos arroja Nietzsche desde la altura de su pensamiento, es el condimento secreto de una receta de cocina ancestral, el amor fati, ese eterno decir sí al devenir, la valiente aceptación de la cadena de azares que nos depara la vida, entender lo improbable de controlar el caos, y de matizar toda circunstancia, persona, objeto, proyecto, con creencias monolíticas. Entonces adoptaremos la capacidad de juego de un niño que se recrea con su entorno, con lo soleado y doloroso que le provea el mundo circundante, aceptaremos con una sonrisa pícara en el rostro nuestra profunda, sentida y amada tragedia, porque somos víctimas de nuestras tendencias irracionales. Necesariamente abandonamos el traje roído del ideal, que concebimos como un artefacto sofisticado de un laboratorio místico o lógico, que los sabios elaboraron obviando considerar el ambiente natural en que debían desempeñarse los ideales, por lo que el artefacto denominado “ideal” es de inútil aplicación practica en la vida en la tierra de los seres humanos, su uso queda reducido a ambientes controlados del misticismo o de la razón.
Voluntad Irresistible Postnihilista
La Voluntad Irresistible Postnihilista nos corresponde alumbrarla a nosotros, los hijos y forjadores del siglo XXI.
La influencia de Nietzsche en Sigmund Freud y el psicoanálisis, en el movimiento Surrealista (los grandes filósofos del siglo XX), y en especial en los artistas Giorgio D Chirico, Salvador Dalí y René Magritte, ha conllevado a mí entender la gestación de un movimiento Postnihilista al que debemos sumarnos.
Mi contribución es esbozar lo que considero el campo a ser labrado por los integrantes del Postnihilismo. Sin más declaro la existencia de una Voluntad Irresistible. El hombre y la mujer contemporáneos están llamados a desenterrar su naturaleza intuitiva e irracional, la cual fue sepultada y colapsada por el pensamiento socrático y el culto furibundo a la lógica y la dialéctica. Nuestra naturaleza es tan enigmática como una cadena de ácido desoxirribonucleico (ADN), el más craso error ha sido intentar hacer comprensible lo incomprensible del universo.
El sujeto está compuesto por una inteligencia intuitiva, la que genialmente dibujó Arthur Schopenhauer en El Mundo como Voluntad y Representación y tendencias irracionales, las cuales intentaron ser desveladas por André Breton en la definición del Movimiento Surrealista que perseguía descubrir ese: “Automatismo puro mediante el cual se intenta expresar, la función real del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón, y libre de toda consideración estética o moral”.
La inteligencia intuitiva y las tendencias irracionales deben ser liberadas por el sujeto, sobre esa zona de nuestra naturaleza debemos correr el velo maya. ¿Cómo reencontrarnos con nuestra naturaleza extraviada? Mediante la observación fenomenológica de los aspectos intuitivos e irracionales en nuestra conducta, que se manifiestan espontánea y recurrentemente. Siendo la tarea de cada persona la precipitación de sus tendencias intuitivas e irracionales a la conciencia, para después recrearse en la realización de esas manifestaciones de su carácter, a través de la intervención de la razón.
La búsqueda de amparo y seguridad en la deducción lógica ha incrementado insospechadamente la resonancia entre nuestras acciones y nuestro sentimiento. Esta negación castrante aunada a la decadencia nihilista de las instituciones tradicionales estado, religión y familia, nos obliga a encausar nuestras acciones entusiastamente con el único acicate de la Voluntad Irresistible que revitalizará nuestra existencia y la dotará de perfume, color y candor.
Lo que persigue el Postnihilismo es, que el individuo se ausculte para intentar sistematizar ordenadamente las tendencias intuitivas e irracionales que, como fenómenos hacen explosión en su conducta, para después, a través del vehículo de la razón y la crítica se instaure un plan de acción para que esos aspectos intuitivos e irracionales se patenticen como eje de los acontecimientos del sujeto, aceptando siempre el perspectívismo, como la constancia de nuestra esencia en medio del cambio y el renacimiento, la reinterpretación perpetua del entorno y el control del miedo en esa circunstancia.
De esta forma damos cabida al mensaje Nietzscheano de construir la gran política sobre los hombros del individuo, pero no un individuo cualquiera, la Voluntad Irresistible Postnihilista está reservada para el Übermensch, ese ser capaz de superarse, capaz de desplegar una fuerza creativa descomunal que lo impulsa en medio de su realidad como piedra con aletas. Piedra con aletas que logra asirse de su autentica naturaleza para desbordar en intuición e irracionalidad en el espacio que él quiere ocupar (voluntad de poder), nunca en lo que los demás quieren que ocupe.
¿Es la Voluntad Irresistible Postnihilista enarbolar un nuevo ideal? El Postnihilismo no nos impone una meta, porque si la humanidad tuviese una meta ya la hubiese alcanzado. El Postnihilismo instaura un método de acondicionamiento del sujeto a su naturaleza, para que de forma artísticamente creativa forje una interpretación de su realidad, adorando las luchas por el espacio que desea ocupar, dando cabida a su naturaleza intuitiva e irracional. El Postnihilismo jamás juzgará, censurará o intervendrá en el resultado final alcanzado por cada individuo.
Nietzsche nos legó la fórmula Postnihilista en La Gaya Ciencia: “Y precisamente porqué en última instancia somos hombres pesados y serios, y más pesos que hombres, nada nos hace tan bien como la capucha del bufón –la necesitamos ante nosotros mismos; necesitamos todo arte insolente, fluctuante, bailarín, burlón, infantil y bienaventurado, para no quedar privados de aquélla libertad sobre las cosas que exige nuestro ideal de nosotros mismos. Sería para nosotros una recaída, precisamente en razón de nuestra irascible honradez, caer de lleno en la moral; sería una caída que, en razón de las exigencias demasiados rígidas que aquí nos imponemos, llegáramos incluso a convertirnos en monstruos virtuosos y espantapájaros. Debemos ser capaces de mantener el equilibrio también sobre la moral: ¡y no sólo con la angustiada rigidez de quien en cada instante teme resbalar y caer, sino también suspenderse y jugar sobre ella! ¿Cómo podríamos para ello del arte y del loco?- ¡Y mientras vosotros sigáis sintiendo vergüenza de vosotros mismos, todavía no formáis parte de los nuestros!
El hombre y la mujer contemporáneos se convirtieron en hormigas gigantes, rutinarias, laboriosas, previsibles, inseguras, temerosas, hastiadas y nihilistas.
Hemos de renunciar al oficio predilecto de ajustadores de tuercas en un submarino. Oficio que intentaba evitar que el mar de la imaginación, la intuición, las pasiones y el azar, en suma, la Voluntad Irresistible inunde nuestra nave. ¡Es que ya no hay colones ni napoleones, ya nadie explorará nuevos territorios!
Sugiero que como piedras con aletas optemos por atrincherarnos con fanática serenidad y perseverancia en nuestra Voluntad Irresistible, la cual representa la anhelada consecución del “jardín de Epicuro”, ese jardín soleado, con fresco perfume de flores, en el que compartimos la mesa de la vida en amena conversación con dos o tres amigos y en el nos embarga una satisfacción insospechada.
Porque la expansión distendida de la Voluntad Irresistible es el abrazo profundo del Dios Apolo (Dios de la razón y la mesura) y el Dios Dioniso (Dios de las pasiones y la desmesura), a través de su reconciliación nos internamos en una vida heróica, que habremos de gozar y sufrir ¡cueste lo que nos cueste!
Despertemos, es mediodía, es el momento de amar y perecer por la Voluntad Irresistible. ¡Eureka hemos hallado la cosmovisión, la célula de la jovialidad eterna!
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