¿Qué vas a ser en la vida? Una pregunta que cuando eres un niño, no le das demasiada importancia, pero que cuando vas cogiendo conciencia empieza a asustar y cuando entras en el síndrome social te puede llegar a obsesionar.
En la época en la que mi preocupación por esta cuestión era nula, mi compañero de mesa en la escuela se llamaba Iván...creo recordar. La memoria es así, guardo entre tinieblas el nombre del que fue mi compañero durante 2 años. Los recuerdos de esa preadolescencia los tengo guardados en niveles de sensaciones. Mientras que la vida cotidiana se queda en un difuminado de días, gente, lugares, etapas, en un poso de nostalgia que me ha acompañado toda la vida. Lo que me ha impresionado positiva o negativamente, es lo que se me quedó soldado a la memoria.
La mañana que Iván...estoy casi seguro que se llamaba Iván... bueno, la mañana en la que mi compañero de mesa llevó aquella revista, me impresioné, pero no sé si negativa o positivamente. Mis padres se habían preocupado de hablarme de sexualidad, incluso compraron un libro con explicaciones detalladas, de cómo el pene y la vulva se acoplan, con ilustraciones pulcras, asépticas y esquemáticas. Disecciones de órganos reproductores, hombres y mujeres pintados de perfil y practicando el coito como estatuas de estilo arcaico.
Ni las explicaciones de mis padres, ni las ilustraciones de aquel libro de sexualidad, se podían comparar con el realismo pornográfico de la revista de Iván. Parejas, tríos, grupos en posiciones acrobáticas, nudos de cuerpos, piernas, brazos, bocas llenas, vaginas rosáceas ofreciéndose a penes enormes, deformes, monstruosos. Esa mutación hacia el gigantismo del miembro viril, es la explicación que me daba a las caras desencajadas y muecas de dolor de aquellas mujeres.
Entonces, no me preocupaba mi futuro, ni podía imaginar que, años después, sería mi propio miembro viril el que provocaría tales muecas de dolor a mis compañeras de trabajo.
¿Qué vas a ser en la vida? ¿Que soy en la vida? ¿Somos realmente a lo que nos dedicamos profesionalmente? Yo soy actor porno. Soy lo que algunos amigos envidian; unos por poderme follar a damas de semejantes volúmenes y redondeces, otros en cambio, admiran el aguante y resistencia, pidiéndome constantemente el secreto para poder retener la eyaculación, y la mayoría alaba mi volumen y calibre. Aún hay quién ha dejado de hablarme al enterarse de mi profesión.
La rutina se instala en cualquier trabajo y ya no recuerdo en que momento desapareció la magia del sexo, cuando dejó de producir el más leve estremecimiento y volvió a ser algo tan esquemático y aséptico como aquel libro con el que, hacía tanto tiempo, me habían desvelado los secretos de la sexualidad humana.
La ambición existe en cualquier ámbito laboral y no criticaré a la gente que pretende mejorar su calidad de vida, pero no es mi caso. Nunca deseé verme en un lugar distinto que en portadas expuestas en habitaciones marginadas en videoclubes. Me limito a desarrollar mi trabajo correctamente para poder dar rienda suelta a mi verdadero “Leitmotiv”; la curiosidad. La curiosidad que me lleva a devorar libros (Cortazar, Bukoski, Boris Vian, Kim Monzó), la que me obliga a observar cada escena que me brinda la vida como un “voyeur”, tal vez la que me hizo ojear la revista de mi compañero Iván, la que me lleva a escribir descubriendo cada rincón de mi cabeza.
Una recomendación final. Nunca realicéis un trabajo que invada tu vida al completo. Yo nunca dejaré de ser actor porno.
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