Tú y yo somos tan distintos;
tú eres fuerte,
eres el hombre grande
que de una vez por todas
se deslizó en mis sábanas,
estando a más de una frontera...
alejado.
Yo soy la musa que tomas
entre el pecho y la cama,
que redescubres con cada palabra publicada,
a la que no conoces
y cuya imagen te aguarda
en un frío buzón de entrada.

Sola al despertar
veo buscar tus labios
a los míos que se esconden.
Se sobreentiende
la exagerada pelea pasional
que desemboca en otro caudal
que no acaba.

Mírame a los ojos
y dime que no me conoces,
dime que ves en mí
una mujer acabada y recomenzada,
con pupilas oscuras
como tus más secretos miedos.
Con un iris claro
como la excusa que tienes
para atormentarme.

Tómame,
abrázame con esa
respiración en mi cuello.

Déjame exhalar las rabias,
déjame suspirar las anatemas.

Tócame del modo en que enloquezca,
en el modo
en que olvide mi nombre
y mi irrisoluble sentido de orientación.

Alarga esos brazos de estructura desconocida
que sabes que adoro besar.

Deja que te ame
y que me ames
sin saber que haremos mañana.

Deja que te recorra
y me recorras
siendo que mañana debo irme.

Deja que me penetres
y que te reciba
sin conocerme siquiera.