LA PINTURA
La profundidad del poeta, hombre, mujer,
tiene ritmo propio, melodía vital,
sonrisa, rostro ungido
por el silencio,
en manifiestos escritos,
engomados,
a los cielos,
valles y océanos.
Sus plumas, pinceles,
son manos atadas
a la armonía del día, la noche.
En el trasiego de baldes,
cacharros,
a versos,
las simétricas columnas
le reclaman
carácter
personalidad.
En la galería unos ven círculos,
otros sillones y se sientan.
Pocos viven la música
de la carreta, del barco,
que trasunta el poeta.
A lo más dicen:
ellos son almas
que olas les despojan sus ropas
entre rocas y arena,
a espalda del sol…
Ellos no saben:
Sus vidas están ensimismadas
en el viaje entre aguas
de los delfines,
en ríos marinos,
para no desangrarse
en la pausa de su especie.
Sólo ellos navegan la pintura.
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