La encontré sentada mirando el vacío, me confundió aquel espectáculo, no traía mas ropa que una especie de sabana que dejaba expuesto uno de sus pechos; su figura siempre de diva, tostada por el calor en las mejores playas de centro América, había cobrado un color pálido y brusco, sus manos sujetando los lados de una silla enmohecida y sus dedos que parecían aferrados por sobre manera, como si estuvieran incrustados a la carcomida madera; nunca pensé observarla de esa manera, su figura tan angelical en tantos coquetos juegos desde la época escolar, su sonrisa cautivadora y la ternura que reflejaron sus ojos alguna vez, que hicieron que me enamorase de ella, convertidas en la imagen desgarradora de un cuerpo sin forma, que sucedió tras el sonido de la puerta que pareció golpear mi nuca y dejarme sin memoria, pareciera hubieran sido solo segundos, instantes, un ligero lapso de tiempo que no puedo entender. Ella mi obsesión, desde niños, cuando recibí mi primer beso y ella a la vez dio el suyo también; la primera enamorada de mi vida, la chica que me dijo que no saldría del baño de chicas en el recreo si no le decía que la quería y que era linda; era fácil hacerlo pues era verdad; quien diría que la jovencita que me dijo, que se iría a Canadá después de la fiesta de promoción en la que fuimos pareja, y me dejo con el corazón destrozado pues sentí que no había amado a nadie mas como a ella; y que regreso luego 4 años para proponerme viajar con ella, y volver a ser como antes y tuve que decirle que no; la chica preciosa que se que amare por el resto de mi vida terminaría así, sentada en una silla de madera con el cuerpo desnudo, brutalmente golpeado, el rostro casi desfigurado, la expresión de desesperación en los ojos que no pudo cerrar al morir; viendo como el hombre que la amo, por impulso de su demencia y obsesión por ella la asesinaba a golpes; mientras yo no podía detener mis manos y mi cabeza me decía que era lo mejor y que ella moría y yo estaría feliz por que murió en mis brazos.