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La rosa china

Aquel verano mis ruiseñores no cantaron. La niña tenía apenas cinco años, solía pasar los días bajo el sol en el parque de la casa, resguardada del calor por una parra. Llevaba puesto un vestidito de hilo rosa tejido por mamá, descalzos los pies, una capelina caía una y otra vez sobre mis ojos, no me dejaba ver, era negra y gris con brillos y la envolvía una ancha cinta de gasa rosa que rozaba mis pequeños hombros blancos, haciéndome suaves cosquillas. Estaba sentada sobre una manta debajo de la parra, sola, oliendo a verano. Tenia la piel tan blanca y suave... el olor a sombra y sol que se filtraba a través de las uvas me adormecía. El canto de las cigarras anunciaban el sueño.
Entonces miraba aquel árbol de rosa china fucsiacolor. Pasaba horas observando todas sus flores, y los picaflores y moscardones que bebían ansiosos el néctar.
Tomé una flor, en realidad corté muchas flores ese verano. Aspiraba su aroma fresco, y cuando iba a mi habitación las guardaba en el cajón de la mesita de luz, porque tal vez creía poder conservarlas por siempre de esa manera. Pero todas las rosas murieron ese año.
Las flores dormían conmigo todas las noches. Fue una de esas noches cuando tuve mi primer pensamiento filosófico acerca de la composición física del universo. Dormía con gran pesar en mi alma de niña, porque sabia que aquellos días de sol estaban por llegar a su fin, había mucha tristeza en los ojos de mi ruiseñor y había dejado de cantar con pasión.
Por la madrugada sentía el sonido de espanto que anunciaba el paso del pescador. Me daba escalofríos. – ¡No te asustes! Es el pescador – cantaba el ruiseñor, mientras se posaba lentamente en el sillón en que solía pasar los días observándome para no perder cada instante que le regalaba el sol. El pescador me despertaba todas las mañanas. Pero hubo un momento en que el ruiseñor ya no tenia fuerzas para consolar a la niña frente a la inmensidad de aquel grito que anunciaba el nuevo día.
Mamá ponía música para calmar su dolor, el verano de Vivaldi o alguna sinfonía de Beethoven. La música corría por la casa, tan gris, pero tan cubierta de flores.
La vida tiene mal gusto, mató al ruiseñor, mientras el joven ruiseñor y la niña comían una hamburguesa. En ese momento ni las cigarras, cansadas del sol, cantaron.
Nunca más volví a ver aquel árbol de rosa china ni ningún otro que se le parezca. Es tan difícil seguir creyendo en la belleza cuando la vida pone escenas tan grotescas frente a los ojos de una niña. Si hubiera conservado mis rosas muertas...

Texto agregado el 25-07-2005, y leído por 430 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
25-07-2005 Como bien dice pirucka, me sumo. me traen paisajes de la niñez. La mía fue un tanto especial. yo soy bastante especial, creo o eso dicen quienes me conocen. Me gustó mucho realmente, muchas flores para vos. Elijo Perennes, aunque no existan..."desde el otro lado del charco" como dicen por ahí...Nico Nicolas_Nunca
25-07-2005 La "infancia". Que dulce e inocente. Es un cuento que te toma de la mano y te lleva por diferentes paisajes de la mente. Me encanto... mis 5 ***** pirucka
25-07-2005 la musica gris... me gustan las metaforas que manejaste... arcano20
 
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