Cúantas veces, mirando retrospectivamente hacia el pasado, nos decimos: Qué mal que reaccioné en esa situación! Cómo hubiera cambiado mi vida si en ese momento hubiese realizado esto o dicho aquello!
Claro, uno ve las cosas desde una nueva perspectiva porque la persona de ese momento es distinta de la actual y, aún más importante, se encuentra en posesión, no solo de más información, sino también de un estado de pensamiento libre de las tensiones y pasiones que enturbian el entendimiento, frutos de la vorágine vivencial del contexto que nos rodea.
Vos, que me estás leyendo, ¿nunca quisiste volver a tener 18 años, cuando terminaste el secundario?... En ese momento decidiste qué estudiar, iniciaste o no un noviazgo, empezaste una relación laboral...
Cuántos profesionales siguieron su carrera porque papá o mamá insistieron en ello y en este momento tienen un título arrinconado en lo más profundo de un armario y sueñan con alcanzar o explorar nuevos horizontes.
Cuántas veces nos pasa ésto y no comprendemos que ya hemos quemado nuestras naves y, en la mayoría de los casos no es posible volver atrás. Lo que hemos vivido, vivido está.
Pero sin embargo, no debemos ser inconformistas a ultranza y fijarnos únicamente en los que tienen más o están mejor. No nos tenemos que olvidar a los que tienen menos o están peor que nosotros.
(escrito hace un tiempo, en un momento muy especial) |