Nadie cerca, perfecto. Me acerco a mi amada con lentitud en un silencio sepulcral.
Contemplo su belleza como solo en su perfecto cuerpo hay.
Sostengo su mano helada, la acaricio y pienso en la magnificencia de su ser, esplendoroso y me detengo en sus ojos, dos rubíes brillantes que miran a lo lejos, otros tiempos, otros lugares.
Acaricio sus piernas; lentamente, disfrutando cada centímetro de su delicada y angelical dermis, subo por sus caderas, tan refinadas que no parecen reales y si lo son, Dios me libre del placer de contemplarlas.
Retorno a mi obra, pero me interrumpo para contemplar su rostro, si la belleza se pudiera ejemplificar, seria ella el ejemplo perfecto, su simetría me cautiva, nada en ella esta fuera de lugar, todo calza perfectamente; virtud que me conmueve. Es tiempo de fundir nuestro amor, ser un solo individuo, el ser perfecto, unidas en el único instante de sus ínfimas existencias, estamos bailando la danza de la vida, me regocijo del momento, porque se que después no hay nada, solo queda el vacío, no tengo alma que llenar, mis días son horrendos; culpa de la soledad que me atormenta, solo me consuela tenerla a ella. Ya esta próximo el fin de esta maravilla, lo siento en cada tramo de mi cuerpo…
Al terminar nuestro nuestras compenetracion, me dedico a mirarla y a tocarla, disfrutando nuestros últimos momentos de placer, que ojala fueran eternos. Me levanto y veo todo como si fuera otra realidad; hubiera sido mi amada y fiel mujer, de no ser por el detalle que estaba muerta, quizás tanto como mi apagada existencia terrenal.
Pero no será la última mujer, mañana encontrare otro amor, ese amor que no me saben dar las vivas, materialistas y superfluas; de las cuales no se puede esperar nada mas allá de su enfermizo seudo amor. Mi nuevo amor será aún más bella que la actual; esta que ya no me importa ni sirve, un saco de carne en descomposición que ya ha cumplido su cometido.