En el mundo de los niños se repiten las mismas historias que en las de los adultos. Esta vez nos sumergiremos en una historia del oeste.
Johnny, el sheriff, espera sentado en la cantina con un colado entre sus manos. En sus ojos se adivina una inquietud muy grande que no pasa desapercibida para Angie, la corista.
-¿Qué pacha?- pregunta ella, coqueta
El vaquero no responde y aparentando indiferencia se empina su frasco de colado. Traga con ganas pero de pronto su rostro se contrae en un gesto de asco.
-¡Puaj! A mi me busta el pollo y esto padece que es carne de chancho.
-Déjame pobar- dice ella estirando su bracito enjoyado.
-¡No! esto es cocha de hombe. ¿Qué te has imasinado?
Ella no se inmuta y sonriendo se acerca a Johnny para proponerle algo.
¿Qué te padece si vamos parriba a mi dormitorio?
-No me hagas deír. Yo tuavía no quero acostadme ya que no tengo mucho sueñito. Un macho como yo espeda hasta que se le cierran los ojitos de sueño.
-Como quedas. Te iba a invitar pada que juegarámos con mis muñequitas, pero tu te lo perdes.
Johnny le hace un gesto con su mano, ordenándole retirarse y llama al camarero para que le sirva otro colado. En eso irrumpen las bailarinas de Can Can y comienzan a danzar con la excitante música de fondo. Los cowboys hacen palmas y entrechocan sus vasos de leche y chocolate. Existe euforia en la cantina y nadie podría presagiar lo que viene por delante.
Las puertas batientes se mueven para dar paso a uno de los más peligrosos forajidos del Oeste. Es Kid the Kill secundado de tres matones que miran a los concurrentes con cara de malos amigos. El baile se ha detenido de improviso y las chicas abandonan el escenario para perderse tras los cortinajes. Sólo el pianista continúa tocando desaforado hasta que uno de los bandoleros le da un feroz puñetazo a las teclas.
-Cantinero, quedemos cuato vasos de leche con avena
El hombre obedece y prepara el pedido con presteza. Los recién llegados se acomodan en una mesa lejana y entre risotadas y maldiciones beben hasta quedar ebrios. Kid pasea su mirada de ave de cetrería por todos los que allí se encuentran y de pronto se fija en Johnny. Este bebe su colado sin darse por aludido y cuando el forajido se aproxima a su mesa el ni se inmuta.
-Ahoga tamos fente a fente, señor Shefis- dice Kid y sus dedos se mueven ágiles en torno a sus peligrosas pistolas de agua. Johnny sabe que su vida corre peligro pero haciendo alarde de sangre fría, le saca la lengua y se empina su frasco de colado y dice quedamente:
-Tu sabís que yo tenía que metedte precho podque edes muy malo.
-Me gustadía saber si ahoga edes capaz de hacel lo mismo.
Los de dos de Kid son dos arañas furibundas. Johnny le mira de reojo y sonríe. Los parroquianos se han puesto de pie y alejado de la línea de fuego y las mujeres tiemblan detrás de las cortinas. El ambiente es de extrema tensión.
-¡Lo que pasa Shefis es que edes un cobade!
De inmediato los compañeros de Kid the Hill se ponen de pie y avanzan con cuidada calma. Se escucha una ahogada exclamación que viene a aliviar la tensión de los concurrentes.
-Yo no quedo pedear- dice con voz cansina Johnny.
-¡Esto no es una pedea sino un guelo a merte!
Tras decir esto Kid agarra una silla y la estrella contra la cristalería. Los jugos, la leche y el chocolate se esparcen por el piso y el cantinero se mesa sus cabellos escondido tras el mesón. Ante este alarde de matonería, Johnny se levanta ágilmente y toma a Kid por los cabellos, pero este le da un puntapié en las canillas que deja al Sheriff tendido en el piso llorando. Kid extrae su pistola de agua y le apunta pero Johnny se recupera y rueda bajo las mesas. Como un rayo, extrae su propia pistola y apunta a su vez al forajido. La tensión es extrema. Las mujeres chillan detrás de las cortinas. Kid se escuda a su vez detrás de una mesa que ha arrojado al piso.
-¡Dispada cobade!- le grita a Johnny pero este se ha cambiado de lugar y cuando un tiro de agua moja el lugar, el sheriff ya está oculto detrás del mesón. Los matones se acercan sigilosamente al lugar y Johnny los despista arrojando una mamadera al otro extremo. El olor a agua llena el recinto luego que los bandoleros han vaciado sus armas tratando de acribillar al sheriff. Entonces aparece Angie que aprovecha que uno de los bandoleros está de espaldas a ella y le pega un puntapié en el trasero. El malvado tipo queda llorando a mares tendido en el piso y el resto de la gente, envalentonada, se trenza en una batalla campal, con palmadas, puntapiés y agarrones de mechas.
Entretanto Johnny y Kid se encuentran en plena calle frente a frente y se huele un duelo que acabará con uno de ellos.
-Ahoda te quelo ver, shefis- grita Kid y una mueca de odio se dibuja en sus labios.
-Johnny, impasible, aguarda con sus manos abiertas a ambos lados de sus pistolas. Una fuerte brisa levanta bocanadas de polvo blanquizco.
-¡Cuado quedas!- dice Johnny.
En el momento en que Kid the Hill se apronta a desenfundar su arma, aparece su madre, una mujer muy vigorosa que lo toma de los cabellos y lo tironea con fuerza.
-¡Cuantas veces te he dicho que no seas tan malvado chiquillo! ¡Ahora te dejas de travesuras y nos vamos para la casa!
La madre se lo lleva a la rastra mientras Kid patalea y vocifera. La gente se asoma ya más tranquilizada y también aparece Angie, quien sonriente, se acerca a Johnny, le cierra un ojo y le dice picaresca:
-¿Y? Vamos a fugar con mis muñecas?
Johnny sonríe enigmáticamente…
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