La última página de “La Fuerza de Sheccid”,
el último bocado de la hidalga vida de un joven como yo.
Una historia real, fascinante, acogedora.
Esas palabras oro,
esos versos dólar
me han hecho reflexionar
sobre mi violenta autodestrucción.
Mi camino espinoso,
lubricado.
La historia salpicada de valores
ha cambiado mi vida.
Ahora soy un hombre bello, cortés y bueno.
.
.
.
¿Se lo creyeron?
Nunca mis ojos tragaron tan empalagoso cuento
y, sin ser un docto parnasiano,
puedo decir
que escribir es Arte.
Y el Arte es alma enlatada.
Y el Alma es libertad viva.
Y la vida es imperfección sublime.
Queda resuelta la vieja ecuación:
“No por ser el más vendido,
es el mejor escrito.
El dinero es ignorante, torpe.
Su testimonio no vale ni su peso en oro.”
La misma incógnita en la música.
Y en la vida, en general.
“Lo bueno no se encuentra en cualquier lado”.
Esas páginas cristianas
gritando ruegan:
Que sustente todo gasto femenino.
Que las adorne con dinero (No mío, obviamente).
Que no clave sílabas cremadas en sus oídos vírgenes
y, en sexo, ni pensar.
El caballeroso, ordenado, científico protagonista
es, además del primer puesto,
del más fuerte,
del monaguillo bien peinado,
un Poeta.
Con esa poesía
que se posa
en las posaderas
de la pasión monocromática:
El Rosa que brilla
en la cima
de la rima
glucosa, aromática.
Y sugestivamente me dice
que los versos
son la única forma
de abrirle las piernas a una mujer.
(Aunque para el Maravilloso Poeta sea
“abrirle el corazón”;
Ay, me pondré a llorar)
¿Y el arte?
-Siempre quieren alejarte,
bello arte,
siempre.
La última página y siento que he perdido el tiempo.
Miles de miles de Poetas cósmicos (como yo)
necesitan unas monedas palúdicas
para comprar vino,
comida y amor
y yo dándole unos centavos
a una roca de saco y corbata
sólo para decir, ahora sí, con fundamento:
“Alma, libre, incomprendida, sin precio es Arte al cuadrado”
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