Era una tarde muy importante en la vida de Isaías Sterley. Aquella misma, y en aquel café se encontraría cara a cara con el renombrado escritor local Norman Torres.
Isaías, escritor principiante, estaba en los albores de la juventud. Finalizaba con grandes logros su carrera en Lengua y Literatura, y como broche faraónico, antes de publicar sus primeros cuentos, tendría una charla con su autor favorito, ya consagrado en las letras de diarios y revistas locales.
El entorno del recinto era ideal para una cita de intelectuales, mesas de nogal lustradas, estanterías repletas de libros encuadernados, sillones, blancos y negros, desparramados, y una bodega austera, con botellas más añejas que su contenido.
Isaías, se comportaba como si fuese a declarar su amor a la mujer soñada. Fumaba, sin respiros, y mientras trenzaba sus manos, repetía una y mil veces las frases y preguntas ya armadas. El humo era espeso y casi una niebla entre las cuarenta o cincuenta personas que atestaban aquel desordenado salón. Desde un rincón y como de la nada un hombre, (entrado en años, ya) atravesó el caos de mesas y libros, y como un fantasma extraviado reparo junto a su mesa.
_¿Puedo sentarme?, joven, pronuncio en un castellano perfecto.
_Estoy esperando a Norman Torres, repuso Isaías, entre orgulloso y disgustado.
_No hay problema, tomo un café y me marcho, replicó el sujeto sin silla.
Isaías, un poco turbado por la desfachatez de aquel extraño, y con la certeza que de venir Torres, aquel hombre seria ignorado, aceptó, de mala gana.
El huésped, mientras se acomodaba, pidió café, con sabor a ventana.
_¿Usted no estará medio loco?, le propino Isaías.
_¿Por que hijo?, repuso el señalado. ¿Nunca has probado un café con sabor a ventana? ¿Nunca has tomado una cerveza con sabor a besos? ¿Nunca un vaso de vino con sabor a puerto?
Isaías, lo escudriñó de arriba hacia abajo, lo midió, lo pesó, calculo el largo de sus zapatos. No, era un perfecto extraño, un simple desconocido que la jugaba de poeta.
(Pensó).
_ ¿Usted conoce de letras mi amigo?, lo hostigó
_Ni siquiera distingo la b de burro con la v de vaca, contesto el anciano.
_Debería leer un poco mas, la lectura es la base de la cultura, repuso el joven ancho y orondo.
_¿Y tu que me aconsejas, joven? ¿Para leer digo?
_Lea a los grandes, buen hombre, García Márquez, Capote, Borges, Vargas Llosa. Yo los he leído a todos, y mire usted, a punto de recibirme estoy por editar un libro. Yo puedo hallar mil palabras con la frialdad de los eruditos.
_¡Que suerte la suya, joven! ¡Yo no puedo hallar una sola, sin volcar el corazón!
Isaías ya sintiéndose dueño de si mismo y de la envidia de su circunstancial compañero, sutilmente y sin menos arrogancia, le lanzo otro improperio
_Para eso debería haber sido escritor mi amigo, como Norman Torres al cual estoy esperando.
El anciano, in inmutable, bebió su ultimo sorbo de café, y levantadose, con el peso de todos sus huesos, devolvió a aquel joven la mas amplia de sus sonrisas. Agradeció de buen porte, los minutos concedidos, y le dejo un ultimo y absurdo consejo
_”Cuando el sabio señala la luna, los tontos miran el dedo”
Media hora después, en una carrera alocada y como traído del Diablo, Norman Torres, se precipita sobre la mesa, blasfemando incoherencias y con grandes gestos con ambas manos.
_¿Que le pasa Maestro?, ¿Qué ha ocurrido?
El hombre, emocionado hasta el pellejo, besa el pocillo en donde bebió el viejo, y tras maldecir el no haber podido llegar antes, concluye
_ ¡La gloria sea contigo, compadre!, Me imagino que hiciste la entrevista de tu vida.
_ ¿Pero? Para eso lo estuve esperando., contesto Isaías, un poco tenso y aturdido.
Torres, incrédulo, empalideció de golpe, y trastabillando, logro sentarse.
_ ¡Pero querido estudiante, has tenido ante tus ojos al mayor exponente de la literatura!
Isaías, ya preso de una confusión total, ata cabos y los une. El anciano, la sonrisa, la poesía.
Antes que fuera capaz de su torpeza, Torres huía, despavorido,
_¡Espere Maestro, la nota!
Desde la puerta y dejándolo sin cosuelo Torres oscureció sus dudas
_¡García Márquez!, querido, ¡García Márquez estuvo contigo!
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