Desde aquel insólito verano en el que te conocí,
Donde el mar de mi vida se contaminada de decepciones sin pesar.
Teniendo solamente pequeños espacios de vida y nada más,
Apareciste tú, que le diste luz a todo lo que yo pensaba, perdido estaba.
Tardes y noches en vela llorando, pase en soledad paciente,
La venganza y el dolor en mi no se mostraban clementes.
Los silencios oscuros me llenaban de miedos, dudas y llanto.
Tu presencia iluminó las esquinas sombrías de mi ser.
Aquel espeso bosque denominado para ese entonces, mi vida,
Parecía un páramo en donde había sólo arena.
El sol quemaba mi piel, y despedazaba también mi interior, poco a poco,
Contigo se ilumino el camino y mi vida, se vio llena de sentido.
Las luces de la mañana nefasta de un invierno de cálidos sentires,
Me levantaron de aquel deseo pensado, como un lejano sueño que nunca alcanzaría.
Talvez las ganas de estrecharte en mis brazos, me hizo experimentar necesidad.
El agrio deseo de disfrutar de tu cercanía espiritual, me llevó a caer en confesión.
La soledad amena de la noche se abalanzaba sobre mi como un alud imprevisto,
El ámbito cristalizado de cercanía sentido antes, era lo que anhelaba mi alma.
La brevedad de un minuto se convertía en un misterio,
Un contorno canijo de brillantez opaca, se apoderaba de mi ser cansado.
Con la benigna confianza del arribo de la verdadera vida en mi,
Día y noche aguarde la aurora de tu ser.
Beneficio cabal recibió mi alma, al llegar tu acorazado corazón por el pasado.
Agudo grito de amor exhaló mi conciencia, anonadada con tu aparición.
La brisa que suelta el aire que respiras,
Perpetro cada entraña de mi aislado espíritu.
El afligido sentir de constante esperanza y lo aliciente de ti,
Me llevaron al absoluto abismo arriesgado del amor perpetuo.
Frágil, destruida,
Di cabida a tu cariño confidencial de brillantez credulidad.
La calumnia de una vida olvidada, no se recordó jamás,
Mentí, engañe, herí, pero ya formaba parte del pasado.
La serenidad de un atardecer común, se vio caracterizada por tu presencia.
A los ojos del astro nocturno, cargado de indolencia,
Nos miraron rozarnos cada una de las innumerables estrellas del paraje cubierto de bruma,
y las criaturas terrestres, lejanas, se conmovieron ante la caricia cruel de tu modo afectuoso.
Ante ti, me ahogo en un mundo de inútil escapatoria por voluntad propia,
Abrazos de blancura aguanieve iluminaban paramos de discordia concentrada en desprecio,
Me encontraba perdida en un mar infinito denominado tus ojos,
Que teñían el ambiente de un radiante color cerúleo, apoderándose de mi todo.
Me sentía libre, ligera, en la tibieza de tus brazos,
Mientras de mis ojos brotaba fuente de pureza como los ríos caudalosos de verano,
El acercamiento debilitaba mi desfalleciente cadáver,
Que era inútil, ante la ternura que derramaba tu mirada.
Balas traspasaban mi indomable corazón, agobiado por tu candor de fantasía crucial.
Mi figura corporal gozaba de nostalgia por sentir tus besos desgarradores,
La belleza carmín de tu boca me hipnotizaba de ansias insaciables.
Me volví una adicta a la suavidad de tus labios, que se mostraban crueles ante mi incapacidad.
Carecía de dotes para moverme, quedaba inmóvil ante tu desenvolvimiento.
Llenabas cada espacio vacío de mi superficie corrompida ante tu rostro.
Abrías cada singular parte de mi, una criatura sometida a tu sombra.
Me afligía por deseo, me ahogaba en el cúmulo divino de tus líneas corporales.
Dominabas cada cavidad profunda poblada de banal amor.
Caía con pesadez ante este sueño, transformado en realidad inimaginable.
Latidos palpitantes componían melodías que pronunciaban tu nombre.
Temprana brisa de primavera, capricho de un atardecer,
aire que respiro, abismo sin fondo, aguja tajante, invierno impaciente, tú.
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