Existió una vez, una historia extraña entre las más extrañas, trataba sobre una bella princesa que gustaba leer mucho sobre historias, leyendas y fábulas.
Un día, escucho en el reino, rumores sobre un joven trovador, que gustaba de contar estas historias, a las cuales muchos acudían a escucharles sus sabios cuentos.
Esta le hizo traer a palacio, ante la presencia del rey, su padre, para que relatara en sus propias palabras, las más hermosas historias traídas de los cuatro puntos de la tierra.
Este se acomplejo ante la belleza de la princesa, mas este con mucha sabiduría y prudencia, impartió un nuevo y desconocido cuento: “Hubo una vez, en un lugar no muy diferente a este, un reino que había batallado en muchas guerras, mas hacia varios años que andaban en paz, sin embargo aun existían prisioneros olvidados en las frías y húmedas mazmorras del castillo.
Un día, la menor de las princesas quiso explorar consumo cuidado, cada uno de los escondidos rincones de palacio, encontrándose frente a frente, con el guardián de aquellas mazmorras, le exigió a este dejarle ver todo lo que allí viviera. Así, encontró a un hombre de largas barbas, viejos moretones y cicatrices formadas por los grilletes y cadenas que lo sostenían, dentro de aquellos sólidos barrotes.
De inmediato, la princesa le hizo contar al guardia, el porque aquel hombre era el único encadenado, este le contesto en manera de defenderse que eran incontables las veces en que este hombre había intentado escaparse, lo que nos obligo a encadenarle así.
La princesa mostró una sincera molestia por dicho trato e hizo bañarle, rasurarle y traerle ante su presencia.
Siete hombres escoltaban al principio, el cual fue llevado ante la princesa sin ninguna clase de amares o cadenas.
Esta quedo impresionada note la figura escondida detrás de todo aquel mugre y largo pelaje. Presto singular atención a su mirada, que a pesar de al injusta vida en las mazmorras, aun se le observa brillar como luna llena.
La princesa pidió dejarle sola con el, aunque no fue fácil convencer a los guardias, terminaron cumpliendo sus ordenes.
Aprovechando la ausencia de gente se acerco a este, le observo más de cerca y ponerle a cambio de su libertad, un juramento ante el rey de no salir jamás mas haya del reino, ella lo haría su esposo y por consiguiente príncipe.
Pero el respondió con interesantes preguntas, ¿si has sentido hundirse tu alma ante la opulencia de un amanecer?, ¿si el escuchar el trino de un pajarillo al alimentar a sus polluelos has sentido inmensa alegría?,¿si el olor a verde naturaleza se confunde con tu respiración?, ¿si tu lugar favorito esta detrás de aquellas selva?, ¿si prefieres la compañía de un buen hablante antes que la de mil amantes?, ¿si admiras al amor antes que al mundo?...entonces no tendré ninguna razón para alejarme de ti, pero si por el contrario no conoces esas emociones y aun así osas hacerme tu esposo, juro que no habrá cadenas suficientes para atrapar mis ganas de libertad.
La princesa, sintiéndose algo triste y a la vez culpable de nunca haber previsto estas cosas existentes a todo su alrededor, con inmensa melancolía hace firmar a su padre la orden de libertad, y le deja ir de palacio y de su vida.
El trovador mira de frente a al hermosa princesa, esperando de esta un veredicto a su historia. La princesa, qué escuchaba con máxima atención su historia, entiende de inmediato el valor de la dicha, sonríe y tomando de la mano con una clara felicidad a su hablador, le pide a este que le enseñe su mundo, que le enseñe a ver la vida con los ojos que él la mira, y le invito a salir de palacio dejando todo lo que ella había creído suyo, y fascinada a aprender de la mano de su amado una vida que jamás tiene fin. Así aprendió aquel mundo, del que hoy se hacen tantas historias, para que sirven los abrazos y por que existen estas historias.
Julio 20 del 2005-07-21
Carlos Alberto Diaz Reales
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