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Era una noche maravillosa en aquel Febrero de 1993, de luna llena y una claridad absoluta, noche ideal para salir de pesca, el aire del campo, el murmullo del río y como fondo las estrellas danzando.
Jano se había distanciado unos trescientos metros del grupo, siempre costeando el río. Fabio y Lázaro pescaban ansiosos, a dos líneas por mano. El río estaba manso y sereno, y el coro de ranas y grillos le daban música a aquella calma veraniega.
A Fabio que era el más intuitivo le molestaba que Jano se halla alejado tanto y no dejaba de fumar. Lázaro con mas experiencias que años, lo apaciguo diciéndole que todos los adolescentes son iguales.
_Vienen a pescar y si al rato no enganchan nada empiezan a hacer barullo, por lo menos este no molesta, ya debe estar durmiendo la mona. (Dijo)
Fabio se tranquilizo, contabilizando mentalmente y de una sola mirada el vino que quedaba en la damajuana.
_Quedan dos litros, o sea que nos habremos tomado un litro cada uno. (Pensó). Si debe estar durmiendo como un angelito. (Sentencio). Y volvió a encender otro rubio con más intrigas que certezas.
Para las dos de la madrugada, Jano, con su campera de jean como almohada y extendido a lo largo de espaldas en el suelo, podía divisar claramente el reflejo del fuego en el cual sus primos, seguro estarían asando una tarucha.
La noche le caía bien, apenas un soplo de brisa leve comenzaba a dar vida al río, a la otra orilla, el contorno de las barrancas dibujaba siluetas que Jano se entretenía en darles formas. Un jorobado, una casa, una palmera.
El sueño lo invadió de golpe y entre el sopor del tinto y la dulzura de un bolero que alguien cantaba a lo lejos traída por el viento, se durmió placidamente.
De repente y como por arte de magia, se despertó con la sensación de haber dormido durante un siglo. Abrió los ojos atentos, con el presentimiento de ser observado. A dos metros, de pie, una mujer de una belleza estoica y envuelta en ropas antiquísimas lo observaba entre risueña y asustada. Jano turbado y sorprendido se levanto de un solo salto tratando de situarse en el lugar. Incrédulo, se percato que sus primos no estaban trescientos metros a su derecha, tampoco a su izquierda, aun mas incrédulo y desconcertado quedo después de reconocer el mismo río pero sin el puente de la carretera. Ni si quiera se distinguían en el fondo los hornos de ladrillos, ni la escuelita destruida. Jano sintiéndose presa de un miedo providencial, quedo por completo desubicado cuando la extraña dama de un solo grito le increpó.
_¡¡Viva la Santa Federación, carajo!!
Jano, atónito, no atino respuestas.
La mujer, ya dueña de si misma lo indago.
_¿Quien eres forastero? ¿Por qué andas así disfrazado?
Jano, tocado en su orgullo, le respondió insolente.
_Yo soy Jano Morales, el hijo del panadero, y estoy pescando con mis primos. ¿Disfrazado? Disfrazada estas vos con ese vestido ridículo.
La mujer, con el ceño fruncido y un gesto de dureza le propino un cachetazo que lo conmovió en todo su pellejo.
_Ponte de rodillas, cerdo asqueroso y salvaje unitario. (Lo insulto)
Jano no alcanzo a comprender, cuando la extravagante dama lo tomo por los cabellos e inclinándolo hasta hacerlo arrodillar, le afirmo el filo de una cuchilla que el solo reconocía en los anaqueles de la historia.
Jano, aun sin entender nada y ya temiendo por su vida le imploro piedad e insinuó que el no tenia intenciones de ofenderla.
Ella le sonrió, con su sonrisa mas hermosa y mas perversa. Aun sin soltar sus cabellos y con el filo de la hoja lastimando su garganta, prosiguió con los insultos ya de una manera mas burlona que furiosa.
_Eres un perro, un cobarde.
Jano herido en lo mas hondo de su hombría, no pudo soportar una humillación mas y en un solo movimiento de yudoca, doblo la muñeca en la que tenia la cuchilla y con ambas piernas barrio a la mujer, quien cayo desplomada en toda su integridad. Esta atino a defenderse aforrándose a su piel y a sus cabellos como una fiera enjaulada. Con un segundo letal y certero movimiento, Jano tomo sus brazos y cruzándolos por detrás de su propio cuerpo, quedo con el suyo completamente arriba de ella.
Pegados, piel a piel, quedaron por segundos eternos mirándose sin saber que hacer.
El, estudio su rostro, de un blanco pálido y lánguido, de nariz pequeña y puntiaguda, y unos ojos achinados que traslucían un verde esmeralda con mas brillo que el propio sol. Los labios no los veía, pues quedaban fuera de su radio de enfoque ya que estaban pegados a los suyos.
Quiso estudiarlos también, entonces comenzó a palparlos, primero con los suyos, mas tarde con la lengua, sintiéndolos calidos y con palpitaciones propias. Después, ya dueño de un sabor a manzanas verdes, se fundió por completo en un solo beso, que dividiéndose en miles recorrieron su rostro, su cuello y todo el trayecto del escote del vestido rojo tan añejo.
La mujer, primero lo dejo hacer, después se retobó forcejeando una vez mas, murmurando cosas incomprensibles, como que era la hija de Don Vicente Masa y que los de su bando pagarían por esto. Por ultimo se entrego mansamente, como playa a la marea, y aun ducha como pez en el agua, lo ayudo a desvestirse devorando cada centímetro de piel descubierta. Jano no era un experto en relaciones sexuales, apenas dos veces había tenido la suerte, sin embargo, llevado por ella, sintió que le hacia el amor como Paris a Elena de Troya.
Quedaron exhaustos, tendidos el uno al lado del otro, ella con su vestido levantado hasta las faldas, el como vino al mundo, lo único puesto el reloj.
Una vez mas la mujer lo indago. ¿Cuál era su verdadero nombre? ¿De que bando era?. ¿Qué hacia solo y por ahí?. El, volvió a responder lo mismo, y curioso y ajeno preguntó.
_¿De que Unitarios me hablas? ¿Cuál Federación?
Se miraron ambos con una extrañeza de otros tiempos, ella pensando.
_¡Pobrecito, esta desquiciado!
El meditando.
_¿Esta loca de donde salio?
Antes de dejarlo y con los últimos besos, ella le dijo.
_Yo soy Carmen, la hija de Masa, puedes encontrarme en el Fortín de Areco.
Y marchándose entre los juncos levanto su mano exclamando.
_¡¡Viva la Santa Federación!!
Jano continuaba sentado, feliz y risueño le respondió.
_¡¡Viva!!. (Para que ella sonría dichosa).
Y se quedo pensando.
_¿Donde carajo estoy?

El olor de la tarucha a las brasas le produjo una sensación irresistible de hambre., y los gritos de sus primos llamándolo por su nombre lo terminaron de despertar.
Miro la hora desconcertado. Las dos y veinte, apenas había dormido veinte minutos. Tenia en la boca un sabor a manzanas verdes y para su asombro estaba desnudo y toda la ropa tirada a su alrededor. Emprendió el regreso hacia donde estaban sus primos, cansado hasta los huesos y con el miembro semierecto, descifrando el increíble sueño que lo pasmó.
Contó la historia con tanto énfasis , que hasta sus primos turbó, sin embargo lo de la ropa nunca nadie se lo creyó.
Pasaron los años en la vida de Jano, pero esa noche en el río jamás olvidó. Quedo como anécdota en las reuniones de amigos, el sueño de Jano y la Federación.
Un día de Octubre, en el Museo Argentino, acompañando a su hijo, flamante Profesor de Historia, Jano paseaba alegre y distendido cuando de pronto una imagen lo cautivó.
Reconoció con asombro esos ojos verdes, y como si un rayo invisible lo atravesara, quedo perplejo, se paralizo.
Su hijo, alarmado, lo creyó descompuesto y tomándolo de un brazo le preguntó.
_¿Papá, te sentís mal?
El, inmóvil, pálido y sin respuestas por unos minutos no reacciono.
_`¡Papá! ¡Papá!. ¿Qué te pasa?, Insistió su hijo preocupado.
Jano, sin retirar la vista de la foto, alcanzo a murmurar.
_¿Quien es la mujer de ese retrato?
Su hijo, mirándolo con extrañeza, le respondió y lo dejo sin respuestas.
_Esa era Carmen Masa, la hija de un caudillo federal, allá por los tiempos de Rosas. Fue un mito para la época, murió en el Fortín de Areco mientras daba a luz a su hijo, aunque todos aseguraban que ningún hombre jamás la toco.







Texto agregado el 21-07-2005, y leído por 197 visitantes. (2 votos)


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