Estirando los brazos para sacar la modorra de encima, se desperezó en la ancha y vacía cama. Cumplió su ritual de la ducha rápida y luego de preparar el mate se sentó en el living a leer el diario. Las mismas noticias de siempre, discusiones gubernamentales, accidentes, guerras, hambruna, etc. ..
El día estaba gris, las ramas de los árboles se arqueaban como haciendo una reverencia. Se podía sentir el frío a través de los cristales.
Encendió un cigarrillo, mientras planificaba que haría en ese domingo, aparentemente lúgubre.
Sus hijos se habían ido a pasar unos días al campo con la madre, y sus amigos lo pasaban con la familia.
Aparentemente otro día más sin demasiadas variantes. Sacó el auto del garaje y decidió dar una vuelta para despejarse. Las calles estaban desiertas, parecía una ciudad fantasma, donde sólo los edificios y los árboles la habitaban.
Una soledad inmensa se apoderó de su cuerpo. Se sintió triste y no sabía qué hacer con eses sentimiento aciago que lo embargaba. El era un hombre optimista o así se consideraba, pero esa alegría que lo caracterizaba se había trucado en amargura.
Repasó rápidamente su vida…no había motivos aparentes para estar así, salvo las inclemencias del tiempo.
Era joven aún, un buen trabajo, ganaba bien, tenía un apartamento nuevo, hijos adorables, se llevaba bien con su ex mujer y sus otras compañeras de cama cumplían con su cometido.
Seguramente luego de almorzar se sentiría mejor, se dijo para sí mismo.
Fue a su restaurante preferido. El local estaba lleno, casi todas familias o parejas, pero pocas personas solas como él. Por suerte encontró una mesa en un rincón frente a la ventana. Prefería otro lugar, más discreto, no tan expuesto, pero no había otra opción.
Pidió un asado a punto con ensalada mixta, un buen tannat y de postre flan con dulce de leche. Luego de ese opíparo banquete, una buena siesta – pensó.
Se tiró en el sillón a mirar la televisión mientras aguardaba que Morfeo lo visitara.
Despertó justamente en la famosa “hora del tiro”. En esa transición entre el día y la noche. El atardecer, dónde todo se ve difuso pues es temprano para encender la luz, pero es tarde para ver las cosas con claridad.
Un café le sentaría bien. Mientras lo saboreaba, volvió a experimentar esa opresión en el pecho, como un ahogo, un desanimo generalizado, que no encontraba un motivo aparente de existir.
Una vez más revisó su vida...el trabajo, sus hijos, sus amigos, sus mujeres. Sus mujeres…¿cuáles mujeres? Las que permitía una vez por semana visitar su alcoba o las que él iba a ver cada vez que su esperma se lo pedía. Charlas huecas, cuerpos sin mentes despiertas, solamente eso, cuerpos que satisfacían sus necesidades sexuales y nada más.
Tanto daño le había hecho el frustrado matrimonio que no podía comprometerse con nadie. Por qué siempre buscar chicas más jóvenes, bellas sí, pero con quienes no podía compartir nada, solo un rato de cama.
Se dio cuenta lo solo que estaba. Lo vacía que era su vida y el miedo que tenía en volver a estar con alguien. Tener una compañera con quién compartir un sombrío domingo como ese. - - Pero …y mi libertad, dónde quedaría, se preguntó.
- De qué libertad me hablas…para que la queres, para sentirte así un domingo, solo, triste.
Su mente se desdoblaba y una lucha interna comenzó a batirse. El deseo de volver a estar con alguien y el miedo a perder su tan ansiada y utópica libertad.
- Sería bárbaro sí tener a alguien, pero…
- Pero qué loco, ya tenes cuarenta y pico, aún sos joven pero el tiempo pasa rápidamente.
- Si lo sé. Pero viste como es, luego vienen los reclamos, el dar explicaciones por todo, las preguntas, los reproches. No quiero eso de nuevo en mi vida. Estoy bien así, ya se me pasará.
- Supongo que si, que se te pasará, seguramente cuando tengas setenta años, y sigas aquí sentado en tu sillón, mirando por la ventana un domingo como este, solo cebándote un mate y recordando a tus hijos que están con su familia y no tuvieron tiempo para ir a visitarte.
- No es tan así tampoco, tengo mis amigos, mis chicas, el club, mi trabajo.
- Bárbaro todo esto, y decime vos, dónde están hoy tus amigos, el club, tus chicas…
- Bueno hoy es domingo, mis amigos con su familia, el club cierra y mis chicas…si las llamo ya pensaran que quiero algo más, prefiero no comprometerme.
- Comprometerte…linda palabra, que miedo le tenes ¿eh? A ver decime, vos que te crees que las sabes todas…imaginate por unos minutos este cuadro. Domingo por la mañana, estiras el brazo y te encontras con el cuerpo de ella, tibio, sensual, se da vuelta te abraza y comienzan a hacer el amor. Luego se dan una ducha juntos, se sientan en el living a desayunar mientras recuerdan entre risas y caricias la excitante noche que tuvieron. Después salen a almorzar, de tarde una siesta y otro encontronazo de cuerpos y en la noche una buena película acurrucados en el sillón.
- Mmm…no esta mal, pero…
- Pero qué…seguramente te ahogo, te sentiste asfixiado, te hizo un interrogatorio exhaustivo sobre todo lo que pensaste en ese día.
- No, no es eso…pero otra vez de noche se quedará en el departamento
- Solo si vos queres, si ella también tiene el suyo. Te cuento un poco más la historia…te termino la película. Ella se va para su casa; comienza la semana, el trabajo, los chicos que te visitan, vas al club en la noche y la llamas para cenar y ella te dice…me encantaría, pero hoy tengo ganas de quedarme aquí, nos vemos mañana, ¿te parece?
- No esperaba esa respuesta.
- Viste. No todas son posesivas. Quitate de la cabeza esa imagen de mujer-madre que te oprime.
El cigarrillo se consumía entre sus dedos, al tiempo que sus pensamientos lo atormentaban. Y si mi otro yo, tiene razón…qué espero, a tener sesenta años para tener otra pareja.
- Acordate cuando me decías de chico…no quiero que la vejez me reciba sin una mujer al lado.
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