En otra ocasión hubiera tenido más complicado el tema sobre el que escribir la columna. Así, en pleno verano, con las ideas derritiéndoseme casi por las orejas y el titular de la susodicha columna en pleno fiestorro...
Pero no, en esta ocasión me lo han puesto muy fácil. Resulta que caí en la cuenta de que tres amigos a los que quiero una barbaridad cumplen años esta semana. Y los tres son de esta página. Entonces me dio por pensar (no os asustéis, eso solo pasa una vez cada dos meses) desde cuándo se celebrarían los cumpleaños, los cambios que debía haber sufrido esta celebración de carácter tan popular a lo largo de la historia. Así que me decidí a buscar, y buscando, buscando… esto es lo que he encontrado:
Los primeros que comenzaron a celebrar el día de nacimiento (y sólo de miembros de la realeza de sexo masculino, a excepción de la reina) fueron los egipcios. Parece ser que se tiene constancia de las primeras, sobre el año 3.000 a.C.
Los griegos, que de tontos no tenían un pelo, adoptaron esta costumbre, como casi todo lo que les gustó de los egipcios, pero a ella, añadieron por influencia persa (que se ve que eran unos reposteros con reputación histórica), un pastel especial. La peculiaridad que añadió este pueblo a la celebración, fue que ellos celebraban los cumpleaños de sus deidades con carácter mensual, por lo que podéis hacer una cuenta rápida de cuántas fiestas tenían que gastarse este antiguo pueblo tan sabio al año…
Respecto a lo que los mortales se refiere, el pueblo griego sólo celebraba los cumpleaños del cabeza de familia, y lo más curioso, es que estas celebraciones anuales proseguían años después de haber muerto el agasajado. Eso sí lo veo bonito, ves tu…
Luego vinieron cambios en la celebración, que ya no me gustan tanto. Por ejemplo, los romanos, incorporaron un nuevo matiz, considerando los cumpleaños de los estadistas más importantes, festividades nacionales.
Pero el cambio más radical de la celebración vino con el ascenso del cristianismo. Ahí la tradición cesó por completo. Supongo que la explicación del cambio de actitud respecto a lo que se tenía que celebrar o no, se debió a lo perseguidos y martirizados que estaban los primeros cristianos, o eso quiero pensar. El caso es que ellos consideraron que los niños nacían marcados por el pecado original de Adán, entrando a un mundo cruel y duro. Desde este punto de vista, desde luego, casi daban ganas de dar el pésame el día del cumpleaños, sí… y, al mismo tiempo, consideraban la muerte como una auténtica liberación. Así pues pasaron de celebrar el día del nacimiento, al día de la muerte.
Pero yo creo que a parte de la explicación anterior, hay otra de más peso por la que los cristianos antiguos predicaban contra el cumpleaños: simplemente ellos lo veían como reliquias de prácticas paganas. Eso lo dejaron bastante claro cuando en el S. II d.C. , antiguos historiadores trataron de fijar fecha exacta del nacimiento de Cristo. La iglesia consideró el estudio sacrílego, pues sería algo así como celebrar el nacimiento de Cristo como si fuera un faraón.
Todo esto dio la vuelta en un par de siglos. La iglesia cambió de actitud (hay que ver qué cosas pasan…) y como consecuencia se reconoció el nacimiento de Cristo en día de Navidad. A partir del S. XII, las parroquias de toda Europa, registraban ya los nacimientos de sus habitantes y las familias celebraban esas fechas con celebraciones cada año.
Y ahora, un dato importante, casi lo más, dependiendo de quién cocine el día del cumple: EL PASTEL DE CUMPLEAÑOS.
Ya he comentado que parece que su origen se cree que está fijado en la época griega, sin embargo, luego desapareció, para volver con fuerza entre los campesinos alemanes de la Edad Media. Ellos celebraban la “Kinderfeste”. Esta fiesta es lo que podría llamarse el comienzo de las fiestas infantiles pero por todo lo alto. El niño en cuestión elegía menú, era despertado con su pastel de cumpleaños, y -lo que más me ha gustado de todo- las velas se debían mantener encendidas durante toda la mañana hasta el momento en que el homenajeado soplara, después del ágape. El número de velas era el de los años del niño más una. Esa representaba la “luz de la vida”.
Y bueno, hasta ahí de los orígenes y los vaivenes de toda esta costumbre. Creo que a todos nos gusta saber el por qué de las cosas, y qué ha pasado con ellas, por eso me he puesto a buscar y a contaros. Por eso, y porque me alegra mucho haber encontrado en toda esa historia la parte que cuenta sobre las velas que no debían apagarse. Y esa luz de estrella brillante.
Aquí dejo la mía, pequeñita pero firme (como diría un cantante de Rock Duro español) para tres de las personas más adorables que he conocido en estos años de vida que llevo (que son pocos, no creáis …ejem ejem..):
• GUSTAVO MALOMO: el hijo uruguasho de una cigüeña beoda más encantador del mundo, cumple el día 21 de Julio.
• JUAN ROJO: madrileño y gato pero de alma. Una dulzura y un tremendo escritor, como todos sabéis, cumple el 22 de Julio.
• RAFAEL ALARCÓN (NOMECREONA): el malagueño de corazón de mar, sin dique de contención, ni rompeolas, cumple el 24 de Julio.
Muchas felicidades!!!
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